LOS GITANOS DEL MAR
La pandemia ha permitido que algunas cosas buenas ocurran. Por ejemplo que un grupo de habitantes del sureste asiático, cuya cultura se remonta a casi 4.000 años de antigüedad, haya podido retomar sus costumbres ancestrales y volver a vivir una vida sin fronteras en la que el océano es su universo entero. Son los Moken y les dicen los gitanos del mar porque hasta hace 50 años eran nómadas, vivían en sus barcas, saltaban de isla en isla e interactuaban con su entorno natural de manera respetuosa y sin conflicto. Hasta que los gobiernos de Birmania y Tailandia los asimilaron como ciudadanos de segunda y los obligaron a vivir en tierra firme.
Los Moken han practicado durante siglos una filosofía de vida cercana a la que el norteamericano Thoreau describió a principios del siglo XIX: han evitado la posesión de bienes materiales y han rechazado la tecnología buscando una libertad total de movimientos. Es más, en su vocabulario no existe un tiempo verbal que conjugue el futuro, algo que en sí mismo constituye una declaración de principios al más puro estilo de la terapia Gestalt o del famosísimo carpe diem del poeta Horacio. Todo esto sin que los Moken tengan idea del trascendentalismo estadounidense, la psicología alemana o la filosofía griega. En su historia no ha hecho falta este tipo de conocimiento, simplemente han vivido de manera práctica lo que otros han teorizado.
Sin embargo, en la década de los 70, los Moken comenzaron a sentir la hostilidad de las autoridades que no concebían que existieran personas navegando
A los Moken les dicen los gitanos del mar porque hasta hace 50 años eran nómadas, vivían en sus barcas, saltaban de isla en isla e interactuaban con su entorno natural.
en aguas internacionales sin identificación y sin patria, que se acercaran a tierra firme para resguardarse en la época de lluvias del monzón asiático y que retomaran su vida en el mar en total libertad. Vino entonces la privatización de las tierras y la prohibición de la tala de árboles cuya madera es primordial para la fabricación de los barcos de esta comunidad. Tuvieron que dejar la navegación y convertirse en vendedores de souvenirs para depender de un sistema monetario que les era totalmente ajeno.
Llegó luego la pandemia, se cerraron las fronteras, disminuyó el turismo y las autoridades relajaron la presión sobre los Moken. Al no tener acceso a lo que se había convertido en su fuente de ingresos, muchos han vuelto a la autosuficiencia del océano y han podido retomar su relación con el mundo a través del agua. Puede que esto no dure mucho porque ya todo está volviendo al ritmo vertiginoso en el que hemos decidido sobrevivir, pero por lo menos los Moken han tenido la oportunidad de volver a su esencia y revivir por un tiempo su vida simple y sin ataduras