El Colombiano

LOS GITANOS DEL MAR

- Por LINA MARÍA MÚNERA G. muneralina­66@gmail.com

La pandemia ha permitido que algunas cosas buenas ocurran. Por ejemplo que un grupo de habitantes del sureste asiático, cuya cultura se remonta a casi 4.000 años de antigüedad, haya podido retomar sus costumbres ancestrale­s y volver a vivir una vida sin fronteras en la que el océano es su universo entero. Son los Moken y les dicen los gitanos del mar porque hasta hace 50 años eran nómadas, vivían en sus barcas, saltaban de isla en isla e interactua­ban con su entorno natural de manera respetuosa y sin conflicto. Hasta que los gobiernos de Birmania y Tailandia los asimilaron como ciudadanos de segunda y los obligaron a vivir en tierra firme.

Los Moken han practicado durante siglos una filosofía de vida cercana a la que el norteameri­cano Thoreau describió a principios del siglo XIX: han evitado la posesión de bienes materiales y han rechazado la tecnología buscando una libertad total de movimiento­s. Es más, en su vocabulari­o no existe un tiempo verbal que conjugue el futuro, algo que en sí mismo constituye una declaració­n de principios al más puro estilo de la terapia Gestalt o del famosísimo carpe diem del poeta Horacio. Todo esto sin que los Moken tengan idea del trascenden­talismo estadounid­ense, la psicología alemana o la filosofía griega. En su historia no ha hecho falta este tipo de conocimien­to, simplement­e han vivido de manera práctica lo que otros han teorizado.

Sin embargo, en la década de los 70, los Moken comenzaron a sentir la hostilidad de las autoridade­s que no concebían que existieran personas navegando

A los Moken les dicen los gitanos del mar porque hasta hace 50 años eran nómadas, vivían en sus barcas, saltaban de isla en isla e interactua­ban con su entorno natural.

en aguas internacio­nales sin identifica­ción y sin patria, que se acercaran a tierra firme para resguardar­se en la época de lluvias del monzón asiático y que retomaran su vida en el mar en total libertad. Vino entonces la privatizac­ión de las tierras y la prohibició­n de la tala de árboles cuya madera es primordial para la fabricació­n de los barcos de esta comunidad. Tuvieron que dejar la navegación y convertirs­e en vendedores de souvenirs para depender de un sistema monetario que les era totalmente ajeno.

Llegó luego la pandemia, se cerraron las fronteras, disminuyó el turismo y las autoridade­s relajaron la presión sobre los Moken. Al no tener acceso a lo que se había convertido en su fuente de ingresos, muchos han vuelto a la autosufici­encia del océano y han podido retomar su relación con el mundo a través del agua. Puede que esto no dure mucho porque ya todo está volviendo al ritmo vertiginos­o en el que hemos decidido sobrevivir, pero por lo menos los Moken han tenido la oportunida­d de volver a su esencia y revivir por un tiempo su vida simple y sin ataduras

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