El Colombiano

MÁS DE LO MISMO

- Por FERNANDO VELÁSQUEZ fernandove­lasquez55@gmail.com

Este martes tuvo lugar el acto mediante el cual se sancionó la Ley 2098 de 2021, reglamenta­ria de la cadena perpetua, y otra vez el presidente con el sol a las espaldas y creyéndose garantista dijo haber cumplido su promesa electoral en esta materia; también dio algunos alaridos Johanna Jiménez, hija de la finada Gilma, quien en medio de sus lloriqueos posó como una avezada populista: “¡Ma…lo logramos!”. Por supuesto, de la mano de esta lógica enroscada se hizo una muy deslucida celebració­n de los treinta años de expedición de la Constituci­ón: ¡Se puso en vigencia una afrentosa ley inconstitu­cional!

Y, como se trataba de cobrar dividendos, otra vez la causa de los niños (la citada dama los llamó “angelitos”) fue esgrimida; se volvió a hablar de los menores violados y asesinados y, dado que no falta un referente periodísti­co, salió a flote el oprobioso caso del Jardín Buen Comienzo del Barrio Santa Cruz, nororiente de Medellín, con el cual también se ha montado otro teatro. A decir verdad, todos son magníficos comediante­s y lo que importa es la actuación. ¿Quién dijo que, en realidad, deba hacerse algo por la niñez abandonada, hambrienta, olvidada, pisoteada, etc. del Chocó, Guajira, sur de Bogotá o Cartagena, etc.? Lo importante es que siempre haya menores que no puedan hablar por sí mismos, para que los redentores electorero­s de turno se tomen su vocería.

Desde luego, en ese deslucido acto no se dijo nada del procedimie­nto utilizado para expedir la Ley que no podía ser ordinaria sino estatutari­a (artículo 152 de la Constituci­ón); tampoco se indicó que tal normativa cambió los 25 años que dispone el artículo 34 de la Carta para la revisión de los casos y que ella los elevó a cincuenta o sesenta, según el caso (artículo 6º, incisos 4º y 5º). Además, pese a que el fin declarado del derecho penal y las penas es la resocializ­ación, según esa normativa es todo lo opuesto: la desocializ­ación del reo; la prisión –ahora sí perpetua– dura hasta que el condenado se despersona­lice por completo. ¡Es como para Ripley!

Desde luego, tampoco se abordaron varios asuntos allí introducid­os que desconocen el principio de la unidad de materia: por ejemplo, se moDentro dificó el artículo 83 del Código Penal sobre imprescrip­tibilidad de la acción, para incluir los homicidios contra menores. Igual sucede con la redacción de diversas causales de agravación aplicables al homicidio que recae sobre ellos (se identifica­n los casos simples y agravados) y para los delitos sexuales (casi todos), penados con una nueva cadena perpetua; incluso, en contravía de una justicia premial, también se prohíbe realizar acuerdos o negociacio­nes cuando se tratare de este tipo de hechos.

Es más: Otra vez se embaucó al país cuando se expresó que esta normativa era una herramient­a eficaz para luchar contra la impunidad y abogar por la justicia, porque eso no es cierto; aquí, dicen las estadístic­as oficiales más generosas, la impunidad es cercana al 99 % y los organismos de persecució­n penal no operan. ¿A quién, entonces, le van a aplicar esas exageradas penas? La respuesta es simple: solo a algún chivo expiatorio que aparezca o a cualquier criminal descuidado; ahora, cuando a la distancia se escuchan las turbinas del avión que lleva a la próxima campaña electoral, lo importante es atraer incautos para la causa y, cual res que va al matadero, llevarlos a las mesas de votación en los comicios que se avecinan. La consigna política a esgrimir es clara: ¡Como ustedes “querían” una legislació­n en esta materia ahí la tienen; no digan mañana que les incumplimo­s!

El populismo punitivo, entonces, sigue su marcha triunfal; en fin, como diría el penalista italiano Sergio Moccia, el derecho penal deja de ser subsidiari­o para convertirs­e en la

prima ratio de la política social, “una especie de panacea ilusoria con la cual se quiere afrontar y resolver los más diversos problemas sociales”

Otra vez se embaucó al país cuando se expresó que esta normativa era una herramient­a eficaz para luchar contra la impunidad y abogar por la justicia, porque eso no es cierto.

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