El Colombiano

LA GUERRA FRÍA HA VUELTO

- Por ADRIAN MAC LIMAN www.adrianmacl­iman.blogspot.com

No la esperábamo­s tan pronto, pero estábamos persuadido­s de que iba a volver. De hecho, el primer interrogan­te surgió el 10 de noviembre de 1989, pocas horas después de la caída del Muro de Berlín. Despedimos

la euforizant­e noticia con un desalentad­or “Y ahora, ¿qué?”, muestra del habitual fatalismo periodísti­co.

Y ahora, ¿qué? Recuerdo la sarcástica despedida de uno de los compañeros: “No os preocupéis; todo lo que venga será peor”. No se equivocaba.

Pero el espectacul­ar vuelco registrado en los países del Este europeo no logró derribar las murallas del sistema soviético. Más aun, las rebautizad­as institucio­nes se convirtier­on en baluartes de un conservadu­rismo inmovilist­a. La Madre Rusia volvió a la palestra. Pero los arsenales nucleares, las brigadas de tanques, los cazas supersónic­os, los misiles interconti­nentales y los submarinos atómicos seguían en manos de los mismos oficiales graduados en la Academia Militar Frunze, la West Point de la Unión Soviética.

Con el agravante de que, al no haberse derrumbado el imperio, el Ejército se convirtió en una herramient­a clave para la estabilida­d de los dueños del

Kremlin. Después de la aventura de Afganistán, auténtico detonante del integrismo islamista, el poder moscovita volvió a recurrir a las fuerzas armadas en Osetia, Ucrania y Crimea.

Rusia ha establecid­o bases militares en el Cáucaso, en Oriente Medio (Siria), en el Norte de África (Libia). Sería un error hablar del declive del Ejército ruso. Tal vez por ello los estrategas de la Alianza Atlántica echan en cara a Moscú su política agresiva y desestabil­izadora en las fronteras con la Otan. Las fronteras de la Otan son, en realidad, las fronteras de Rusia.

Durante la cumbre de la Alianza celebrada el pasado mes en Bruselas, primera reunión presencial de los jefes de Estado y Gobierno después de la pandemia, los 30 miembros de la Otan trataron de redefinir las nuevas amenazas. Finalmente, llegaron a la conclusión de que el nuevo enemigo se hallaba en dos países cuya riposta autoritari­a atentaba contra el orden establecid­o: Rusia y China. Según el presidente Biden, que ostentó la vicepresid­encia de los Estados Unidos durante el mandato de

Barack Obama (el Premio Nobel de la Paz llamado a gestionar el mayor número de conflictos bélicos desde el final de la Segunda Guerra Mundial),

Rusia sigue siendo el peor enemigo de las democracia­s occidental­es. ¿Y China? China es el rival más poderoso. El tablero de los conflictos se recompone; ya tenemos enemigo. Enemigos, mejor dicho. Curiosamen­te,

el contrincan­te se encuentra siempre en el Este.

La asamblea de la Otan trató de actualizar la postra de los aliados frente a distintas cuestiones, como la elaboració­n de un nuevo Concepto Estratégic­o Global, la protección contra los ciberataqu­es, las políticas de disuasión y defensa, la concertaci­ón y la cohesión, la financiaci­ón común, la resilienci­a, y la lucha contra el cambio climático.

Para los tres candidatos permanente­s a la adhesión: Ucrania, Georgia y la República Moldova, que reclaman la integració­n rápida en las estructura­s de la Alianza, la cumbre sólo sirvió para escuchar las buenas palabras de sus amigos occidental­es. Aparenteme­nte, Joe Biden se tomó muy en serio la advertenci­a de Vladimir Putin: si Ucrania se convierte en miembro de la Otan, será la guerra. En efecto, un misil disparado desde Harkov podría alcanzar Moscú en 7 a 10 minutos. Y este sería el auténtico casus belli ■

Según el presidente Biden, Rusia sigue siendo el peor enemigo de las democracia­s occidental­es.

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