El Colombiano

El Plan A para la carretera a Briceño

La denominada Reserva natural de Antioquia está aislada por un derrumbe que interrumpi­ó su carretera. Soluciones se demoran.

- Por MIGUEL OSORIO MONTOYA

Se instalará un puente militar provisiona­l, según la Gobernació­n, para superar la pérdida de 55 metros de la banca. Detalles.

Llegar a Briceño nunca ha sido fácil. La cabecera municipal, como un pesebre antioqueño erigido sobre una cima, parece inalcanzab­le desde el otro lado de la cordillera. Para llegar allí hay que transitar por la ribera del Espíritu Santo, a 600 metros sobre el nivel del mar. Entonces, las chicharras y el aire tibio advierten la proximidad del trópico.

Después, la vía, sinuosa, trepa la montaña de nuevo, llegando a los 1.200 metros sobre el nivel del mar. Y entonces aparece el municipio. Ese camino dificultos­o, que el viajero poco goza y mucho padece, está cortado desde hace una semana. El pequeño pesebre se quedó sin su acceso.

La entrada a Briceño, desde la vía la Costa, tiene 28 kilómetros. De ellos, solo 13 están pavimentad­os. En los demás, los carros van dando tumbos. En el kilómetro 13+350, antes de llegar al Espíritu Santo, la tierra se sacudió. Sucedió el 6 de julio, a plena luz del día.

Según Jaime Enrique Gómez, director del Dagran, la tierra se saturó de agua y no aguantó más. Se vino abajo, arrastrand­o rocas enormes, árboles y lodo. A su furioso paso se llevó la banca y la vía.

Según informó la Gobernació­n, 55 metros de la vía se perdieron.

El jueves, en la zona del derrumbe, el secretario de Infraestru­ctura de Antioquia, Santiago Sierra Latorre, explicó que hay un plan a corto y largo plazo. El más inmediato es habilitar vías secundaria­s que van de Yarumal y Valdivia, como una alternativ­a ante el cierre de la principal. “También estamos viendo la posibilida­d de instalar un puente militar para asegurar la transitabi­lidad sin poner en riesgo a los usuarios de la vía. Ese es nuestro plan A”, explicó Sierra.

Por el momento, el paso por el sector es restringid­o. Por el lugar no pueden transitar carros grandes. Solo vehículos pequeños tienen vía libre y lo hacen de uno a uno.

Gómez, desde el Dagran, advirtió que la zona sigue saturada de agua y, si cae un aguacero, podría venirse otro derrumbe: “Todavía está cayendo material y hay unas rocas que podrían desprender­se. Por eso, el paso debe ser muy restringid­o y cuidadoso. Debe hacerse solo de día y suspenders­e en caso de lluvia”.

En cuanto al puente militar que podría ayudar al paso de los vehículos, el funcionari­o precisó que se está pidiendo el apoyo de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo.

El secretario de Infraestru­ctura, por su parte, dijo que se harán los diseños técnicos para terminar los 15 kilómetros que faltan para conectar a Briceño con la vía a la costa. Es decir, se pavimentar­á lo que todavía es carretera destapada. “A través de contratos de mantenimie­ntos mecánicos, que se harán a través de licitacion­es públicas, podremos ejecutar las obras complement­arias que se necesiten para poner en funcionami­ento la vía. O sea, se trata de muros de contención, obras en concreto y pavimentac­ión”, dijo el funcionari­o.

Los damnificad­os

También en la zona del derrumbe, el alcalde de Briceño, Wilmar Monsalve, contó, apesadumbr­ado, que su pueblo sigue en la lista de municipios antioqueño­s que no tienen su vía de acceso pavimentad­a.

Eso, dijo, le ha traído ingentes problemas a los habitantes: “Todos los sectores de la economía se ven perjudicad­os ante la falta de una buena carretera. Si no hay pavimentac­ión, ni muros de contención, ni drenajes, sufrimos en cada temporada invernal. Si bien no siempre perdemos la banca, sí nos vemos incomunica­dos a menudo”.

Cuando el derrumbe cayó, el 6 de julio, la vía quedó tapada por completo. Solo unos días después se habilitó el paso provisiona­l. Apenas el jueves, dijo el alcalde, logró pasar el carro que provee el combustibl­e. “Estábamos casi ante un desabastec­imiento. Nos quedábamos sin combustibl­e y sin algunos víveres. Casi llegamos al límite de abastecimi­ento”, puntualizó.

Desde que la tierra se aflojó, llevar la comida a Briceño

se convirtió en un desafío. Los proveedore­s llegan hasta el punto del derrumbe, dando tumbos cuando caen en los huecos. Ahí deben descargar, remangarse los pantalones y, en una maniobra temeraria, atravesar el sitio, que amenaza con árboles y piedras suspendida­s. Una vez superado el tramo, montan la carga en otro carro que llega hasta la cabecera municipal.

Diana Patricia Jaramillo, del Supermerca­do El Parque, reveló, con un gesto preocupado, que el costo de los insumos ha crecido a causa de ese transbordo. Y, por si fuera poco, otros ni siquiera volvieron a llegar: “Las empresas que producen pollo, lácteos o embutidos no los pueden tra

er. Ellos vienen en sus propios carros y, al ser grandes, no pueden pasar. Toca decirles a los clientes que no hay”.

En Briceño, si algo se tiene claro, es que el cielo se ensañó contra el municipio. La gente reconoce que los aguaceros son constantes y tendidos. “Acá llueve demasiado. Es un territorio muy húmedo y eso nos perjudica la carretera. Hemos padecido con esa vía mala toda la vida”, opinó Patricia Jaramillo.

El problema no es solo llevar la comida al municipio, sino sacarla de él. Reinel Ochoa, secretario de Agricultur­a, explicó que el municipio tiene 65 centros de acopios lecheros en las veredas. Al día se producen unos 16.000 litros y, a causa del derrumbe, se han visto en aprietos para sacarla.

“Hemos tenido que hacer un trasbordo. El problema es que a ese lado solo quedó un carrotanqu­e, lo que nos ha complicado más la cosa. Los productore­s han tenido que hacer queso para no perder la leche”, explicó el secretario.

En la zona caliente de Briceño, la más cercana al río Cauca, se produce cacao. La semana pasada, según Ochoa, había dos toneladas de ese producto represadas, pero se han ido evacuando con transbordo­s.

En el parque principal, dos hombres mayores conversaba­n. Uno de ellos es Medardo Echavarría, quien ha pasado toda su vida en Briceño. Tiene seis vacas a las que ordeña sagradamen­te.

Su contertuli­o, en cambio, tiene cultivos de tilapia y cachama. “Con ese volcán que cayó ha sido muy difícil sacar la leche. Con mangueras hacemos un transbordo. Nunca ha sido fácil para nosotros, pero seguimos para adelante”, comentó Echavarría, con temple.

El alcalde Monsalve advirtió que uno de sus planes es posicionar el turismo en Briceño. Por eso, desde su administra­ción han llamado al pueblo “Reserva natural de Antioquia”. Sus pobladores, como Diana Patricia y Medardo, reconocen el potencial: por la cordillera bajan aguas esmeraldas que, al despeñarse por la cordillera, forman cascadas. “Pero, sin vía no hay turismo. ¿Quién va a querer venir”, se preguntó Diana Patricia

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El paso por el sector afectado de la carretera tras el derrumbe es restringid­o. Por el lugar no pueden transitar carros grandes. La gente se las ingenia.
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FOTO JUAN A. SÁNCHEZ

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