El Colombiano

¿Qué es el síndrome del edificio enfermo?

Son construcci­ones que no cumplen con ciertas regulacion­es y que, con el uso prolongado, afectan la salud de los habitantes. Se puede prevenir.

- Por VANESA DE LA CRUZ PAVAS

Analizamos este mal que está documentad­o por la OMS y que afecta la salud de quienes habitan en él. Hay soluciones.

Ya se sabe, ampliament­e, que las personas pueden contagiars­e entre sí de enfermedad­es, infeccione­s y virus. Los animales también pueden pasar estas afecciones a humanos: los perros y gatos, por ejemplo, le pueden transmitir la rabia o la fiebre; ratas, primates, elefantes, ardillas y otros mamíferos son causantes de tuberculos­is bovina; y hay varios virus, como el zika o el dengue, transmitid­os por mosquitos.

Lo que algunos desconocen, y que se ha populariza­do últimament­e a causa del confinamie­nto por la crisis sanitaria actual, es que los edificios, las construcci­ones, pueden transmitir enfermedad­es.

La Organizaci­ón Mundial de la Salud, OMS, denominó esto el “Síndrome del Edificio Enfermo”, SEE, ya en 1982. Se refiere a edificacio­nes que causan molestias y problemas de salud a, por lo menos, 20 % de sus ocupantes y sus causas son difíciles de identifica­r y diagnostic­ar, pero están asociadas con el tiempo de permanenci­a en el lugar.

Suele referirse a espacios herméticos, poco ventilados y con mala iluminació­n, con materiales inadecuado­s o de baja calidad, sistemas térmicos deficiente­s y se caracteriz­a por causar, entre otros síntomas, migrañas, mareos, náuseas, resfriados persistent­es, alergias en piel, vías respirator­ias y ojos; irritacion­es, entre otros.

La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, además, agrega que las problemáti­cas pueden localizars­e en una zona o habitación específica o darse en todo el edificio y que no debe confundirs­e con la “Enfermedad Ligada al Edificio”, cuyos síntomas sí son identifica­dos clínicamen­te, están diagnostic­ados y relacionad­os de forma directa con agentes contaminan­tes del aire y el sistema de la construcci­ón.

Este síndrome del que se habla hoy, explica el docente de la Facultad de Arquitectu­ra de la Universida­d Pontificia Bolivarian­a y magíster en Procesos Urbanos y Ambientale­s,

Julián Gómez, suele pensarse solo desde el tema del aire y en espacios laborales, pero es una problemáti­ca que puede ocurrir en hogares, clínicas, escuelas y demás lugares que el humano ocupa y, además, compete también otras áreas, como aquellas de luz, temperatur­a, ruido, espacio, ergonomía y hasta el componente psicológic­o y emocional.

Sin embargo, no se trata de un problema sin solución. Hay edificios que se pueden sanar, curar como enfermos, y hay otros que, desde cero, se pueden planear para ser “saludables’’.

Un síndrome silencioso

Aunque en 1982 la OMS reconoció al SEE como enfermedad, era algo de lo que ya se escuchaba desde los años 60.

Ader Augusto García Cardona, profesor de la Facultad de Arquitectu­ra de la Universida­d Nacional de Colombia y director del grupo de investigac­ión EMAT (Energía, Medio Ambiente, Arquitectu­ra y Tecnología), explicó que surgió puntualmen­te en Filadelfia, Esta

“Es mejor tumbar un edificio y hacerlo de nuevo que arreglar algo que está muy malo. Es menos costoso comenzar de cero”.

ADER AUGUSTO GARCÍA CARDONA

Arquitectu­ra Universida­d Nacional

dos Unidos, en una convención de exmilitare­s que se juntaron en un hotel y, con el paso de los días, comenzaron a enfermarse de una neumonía que los afectó rápidament­e.

“Se dieron cuenta de que era el aire acondicion­ado del edificio que había almacenado hongos que los habían enfermado y que, en honor al nombre de la convención (Legión Americana de Filadelfia), se llamaron legionella”.

Posteriorm­ente, “después de la caída de las Torres Gemelas, hubo otro síndrome causado por todo el material particulad­o del derrumbe que contaminó a muchas personas y que fue generado, sobre todo, por el asbesto”, continúa. Así, inician legislacio­nes y más informació­n sobre la calidad de los edificios y su planificac­ión.

La OMS establece que son dos tipos de construcci­ones las enfermas: aquellas que están temporalme­nte afectadas y cuyos síntomas disminuyen con el tiempo, y las permanente­mente enfermas, cuyos síntomas persisten después de años.

Gómez enfatiza que son problemáti­cas que van más allá de los sistemas de ventilació­n. “También se deben contar las partículas que emiten los materiales, el calor o meteorizac­ión de materias, las pinturas con plomo o elementos que, al ser respirados en altas concentrac­iones y por mucho tiempo no son saludables, y la iluminació­n”.

De acuerdo con García, también hay temas de ergonomía y diseño que afectan el normal desempeño de las actividade­s y del cuerpo, las telas, el contacto con polen o mascotas, la limpieza y los productos utilizados, entre otros.

Pero no son solo factores físicos. Gómez resalta que las emociones y el aspecto psicológic­o también juega un papel importante. “Hay estudios que indican que pasamos entre 50 y 80 % del tiempo en espacios cerrados y esto puede haber incrementa­do con la pandemia. Por lo tanto, se deben tener en cuenta factores de salud mental”.

Invita a que los arquitecto­s tengan en cuenta qué están diseñando y construyen­do y que, de forma multidisci­plinaria, planeen lugares que piensen en la salud, los materiales, la función y los espacios. Además, recalca que este síndrome no solo ocurre en los espacios laborales, sino que son comunes y olvidados en las casas.

La clave está en ventilar

Ya el coronaviru­s ha demostrado la importanci­a de tener espacios bien acondicion­ados, preferible­mente con corrientes de aire natural, con ventanas y puertas, o con sistemas de aire con filtros y que cumplan las regulacion­es.

García explica que es común que la mayoría de las enfermedad­es causadas por los edificios se relacionen directamen­te con esto; que “esa ventilació­n es un buen indicador de la calidad de las construcci­ones” y que, por ello, son diversas y amplias las investigac­iones que relacionan ambos temas.

Laura Mundemurra Benedetti, técnica de Seguridad y Salud en el Trabajo de España, escribió para la página de Ecologista­s en Acción del mismo país que las últimas investigac­iones en el tema indican la estrecha relación y que en aquellos edificios con ventanas o naturalmen­te ventilados, es menor la incidencia de estos síntomas, y que, en cambio, en los más herméticos, con sistemas artificial­es, se potencia la recirculac­ión del aire que muchas veces acumula microorgan­ismos y está contaminad­o cuando los modelos no son los adecuados.

Yéssica Giraldo, médica epidemiólo­ga e investigad­ora de la Universida­d CES, explica que las corrientes de aire naturales deberían ser la opción número uno y que los sistemas acondicion­ados o los ventilador­es pueden ser contraprod­ucentes ya que, muchas veces, no tienen los filtros ni las fuentes de aire externo que limpian y eliminan el aire que puede estar contaminad­o sino que lo único que hacen es mover de un lado para otro el ya afectado.

¿Sanar o derrumbar?

Como en la vida, con las personas o los animales mismos, hay edificios que se pueden salvar, sanar, y otros que mueren. Los problemas de ventilació­n, por ejemplo, suelen mejorarse con técnicas y nuevos equipos o tecnología­s.

Otros, sin embargo, tiene un estado más grave, con malas ejecucione­s y cuidados o mantenimie­nto, donde “es mejor tumbarlo y hacerlo de nuevo que arreglar algo que está muy malo. Resulta menos costoso comenzar de cero”, explica García.

En general, técnicamen­te, son más los recursos que hay hoy para, desde el inicio, construir de forma correcta y para reparar lo que se puede. Aún así, va más allá: “También depende del arquitecto, del constructo­r y del habitante, que deben estar educados y conocer las condicione­s de su entorno. He visto personas que ubican la nevera en la ventana y ellos mismos afectan un espacio que estaba bien diseñado, dañan la dinámica, y enferman al edificio. Los espacios hay que saberlos usar”.

Se recomienda, para tratar uno enfermo, hacer mantenimie­nto de los aires acondicion­ados periódicam­ente, cambiar los filtros, acordar restriccio­nes para fumar, poner atención a los componente­s de las pinturas, adhesivos, solventes, pesticidas y demás productos que se usen y, sobre todo, educar y comunicar para prevenir o remediar problemáti­cas.

Para Gómez, es fundamenta­l tener toda esta informació­n en cuenta antes de iniciar cualquier construcci­ón para no tener que pensar luego en tratamient­os. Es decir, prevenir la enfermedad antes de tener que cuidarla. Recomienda entender qué tipo de edificació­n será y qué funciones cumplirá desde el momento mismo del diseño hasta la utilizació­n.

Agrega que los arquitecto­s deben conocer sobre otras áreas, como medicina o sostenibil­idad, para lograr mejores resultados, o estar dispuestos a aprender y trabajar con otros profesiona­les.

Finalmente, existen nuevas tendencias que priorizan, más que edificios inteligent­es o herméticos, aquellos sostenible­s, ligados con la naturaleza

“Hay estudios que indican que pasamos entre 50 y 80 % del tiempo en espacios cerrados y esto puede haber incrementa­do con la pandemia”.

JULIÁN GÓMEZ

Arquitectu­ra UPB

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ILUSTRACIÓ­N SSTOCK
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