EL DEBER DE LA ESPERANZA
¿Cómo podemos fomentar la esperanza en tiempos difíciles? Se nos está haciendo largo este invierno marcado por turbulencias políticas, una economía incierta, y una pandemia que encuentra nuevas maneras de reinventarse. Hoy me río de mí mismo al recordar la convicción que tenía de que en unos meses la pandemia se iba a resolver e íbamos a retomar el ritmo de la normalidad. Esta normalidad todavía está lejos, si es que vuelve. Nos gustaría poder tomar un respiro, mirar al horizonte con optimismo, pero nos cuesta. Entonces, es legítimo preguntarse, ¿cómo mantenernos con esperanza?
Creo que la esperanza es una obligación, sobre todo en tiempos de crisis. Es una virtud pequeña, casi que escondida, pero caracteriza a los valientes. Radica en la certeza de que después del invierno siempre hay una primavera, que a la oscuridad siempre le sigue la luz. Cuando era niño me gustaba mirar el rosetón de la catedral de Trento, la ciudad italiana donde nací. Es una obra del trescientos que representa la rueda de la fortuna.
A lo largo de toda la rueda, que gira en sentido contrario a las manecillas del reloj, están representadas figuras que descienden y suben según el giro del destino benigno o adverso. Tarde o temprano, incluso quienes están abajo tendrán la suerte de llegar arriba. Es el ritmo de la vida, el ciclo de las estaciones. Por eso la esperanza alimenta la actitud de quienes saben esperar con paciencia. ¿Qué es la esperanza? Le preguntaron, al parecer, al filósofo Aristóteles, quien contestó “Es el sueño de un hombre despierto”. En la cultura romana, la esperanza, Spes, era una diosa que se acompañaba de Salud y Fortuna. Según el poeta Giacomo Leopardi, es el mayor bien del hombre porque le permite realizar el placer incluso solo mientras lo espera. “La esperanza es lo último que se pierde”, afirma un antiguo dicho. La esperanza es la virtud que triunfa sobre la oscuridad, dice el Papa Francisco.
En La psicología de la esperanza, Charles R. Snyder, definió la esperanza como la tendencia a ver las metas deseadas como posibles y abordar esas metas con la convicción de que tenemos la capacidad de lograrlas. También definió la esperanza como: “vías de pensamiento”, un enfoque en el mapeo de rutas y planes para lograr esos objetivos. Quizás, es esta una actitud práctica que podemos adoptar. Quien me hizo pensar que siempre tenemos la opción de elegir la esperanza, fue el chef celebridad Juan Manuel
Barrientos, quien, en plena pandemia, logró abrir un restaurante en Washington, ganarse una primera prestigiosa estrella Michelin y abrir el hotel boutique de lujo ElCielo en Medellín. Por otra parte, pasó de emplear a trescientas personas antes de la pandemia a 350 ahora. A pesar de trabajar en uno de los sectores más golpeados por la pandemia, Juan Manuel Barrientos y su equipo encontraron la manera de prosperar. Además de estar firmemente convencido de que “nada es imposible”, Barrientos también eligió la esperanza sobre el pesimismo. Mientras que no podemos siempre controlar las circunstancias en las cuales vivimos, sí podemos elegir cómo vivirlas. Nos hacemos más fuertes si escogimos la esperanza
¿Qué es la esperanza? Le preguntaron, al parecer, al filósofo Aristóteles, quien contestó “Es el sueño de un hombre despierto”.