El Colombiano

EL 20 DE JULIO

- Por RAFAEL ISAZA GONZÁLEZ rafaelisaz­ag@une.net.co

Amable lector. Mientras la JEP se ocupa de esclarecer la verdad (que todos conocen), de reparar a las víctimas de la Farc y ensalzar a quienes secuestrar­on, torturaron y asesinaron a miles de seres humanos, el gobierno nacional deberá atender el clamor de las protestas pacíficas.

Igual que los huracanes que se inician en el lejano oriente, por el vuelo de una mariposa, como dijo alguien, las marchas, así comiencen cantando el Ave María de Schubert, siempre terminan destruyend­o todo lo que a su paso encuentran.

Los dos meses que vivió el país en medio de actos vandálicos, con cierre de vías, impidiendo el paso de ambulancia­s, medicament­os y materias primas esenciales, dejó en la mayoría de los colombiano­s la idea de que unos pocos seguidores de los regímenes de Cuba y Venezuela están en capacidad de paralizar el país. Para ello cuentan con entidades como la Comisión de los Derechos Humanos, compuesta por seres casi angelicale­s que defienden con ardor los bloqueos de vías, pues para ellos solo son “cortes de vías”.

Al margen de las interpreta­ciones que se han dado sobre el extenso documento que presentó dicha comisión, según lo expuesto, el mayor responsabl­e de todo lo ocurrido fue la Policía Nacional.

Quienes tuvieron la oportunida­d de mirar, una y otra vez, no solo la provocació­n de una turba desaforada contra la policía, la brutalidad como fue atacada, y de otra parte, conocer la destrucció­n de los vehículos de uso público, del Palacio de Justicia de Tuluá y muchos otros bienes, concluirán que de no haber sido por la policía, el país todavía estaría ardiendo.

Las marchas programada­s para el 20 de julio, día de nuestra independen­cia, si el gobierno nacional actúa con la misma prudencia (debilidad) de antes, será difícil volver a celebrar este día. Un manejo equivocado por parte del presidente, hará más incierto el destino del país.

Varios de los pueblos que hoy gozan de un gran bienestar, en buena parte, se debe al esfuerzo de sus antepasado­s, que trabajaban hasta que el cansancio los rendía. En cambio, muchos de nuestros jóvenes aspiran a tener una vida placentera, pidiendo mucho y con poco esfuerzo.

Ellos sueñan que mejor que estudiar 8 o 10 años para ser un buen médico, ingeniero, abogado o militar, es preferible seguir los pasos de Messi, Falcao García,

James Rodríguez y Cuadrado. Otros piensan en ser como Juanes, Carlos Vives,

Maluma y Shakira. Y algunos se conforman con ser un Egan Bernal, Nairo Quintana o Rigoberto Urán.

Quizá estas líneas no tengan el poder de convencer a nuestros dirigentes y al pueblo en general, que estamos cerca de perder el don más precioso que poseen los humanos: ¡la libertad! (Cuba la perdió hace 68 años, Venezuela solo lleva 22 y nosotros no hemos empezado)

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