El Colombiano

Científico­s desarrolla­ron suero antiofídic­o en polvo. Informe.

En el Carmen de Viboral quedará la planta de Tech Live Saving para producir suero antiofídic­o.

- Por JUAN FELIPE ZULETA VALENCIA

Una pequeñísim­a cantidad de veneno de serpiente se le inyecta al caballo sin causarle ningún daño o malestar. Una vez el sistema inmunológi­co del equino genera suficiente­s anticuerpo­s se le extrae una muestra de sangre de la cual se separan sus componente­s para obtener el plasma que luego se lleva al laboratori­o y se convierte en antiveneno.

Posteriorm­ente se realiza la liofilizac­ión, es decir, un proceso de secado por congelació­n que vuelve el antiveneno en polvo (para no requerir refrigerac­ión) y otro proceso más para reducir su capacidad alergénica. Así se producen los sueros antiofídic­os de tercera generación con los que la spin-off (Ver Para saber más) Tech Life Saving –TLS– garantizar­á que ninguna zona del país, por apartada que sea, sufra en el futuro por falta de viales necesarios para salvar la vida de personas con mordeduras de serpiente.

En Tech Life Saving, nacida en 2017, convergen la labor científica del Grupo de Investigac­ión de Ofidismo y Escorpioni­smo de la Universida­d de Antioquia, liderado entonces por Sebastián Estrada –hoy director técnico científico de la spin-off– y la visión empresaria­l de la holding Tech Innovation Group –TIG–, capaz de llevar al escenario industrial investigac­iones universita­rias.

“El Grupo de Ofidismo y escorpioni­smo (hoy llamado Grupo Toxinologí­a, Alternativ­as Terapéutic­as y Alimentari­as) tenía años de experienci­a, resultados y el laboratori­o para producir suero antiofídic­o de tercera generación en un país en el que el Instituto Nacional de Salud produce algunos sueros de primera generación, es decir, que requieren refrigerac­ión, y que muchas veces escasea para atender accidentes. Ahí es donde entramos nosotros para mostrar que se puede crear empresa a partir de ese conocimien­to”, explica Juan José Zuluaga, químico farmacéuti­co de la U. de A., fundador y director de TIG.

“Hay un reto financiero grande y es llevar estos modelos valorados en laboratori­o a una escala industrial. En este caso con un desafío adicional y es superar los procesos regulatori­os, especialme­nte complejos cuando se trata de tecnología­s en salud”, dice Maria Isabel Montoya, bacteriólo­ga y gerente de proyectos de Tech Life Saving.

El país necesita antiveneno­s

En 2020 se presentaro­n en Colombia 4.894 accidentes ofídicos y una letalidad del 0,86 %, levemente superior al periodo anterior (0,72 %) según el INS. La entidad indicó, además, que el año pasado la proporción de uso de antiveneno­s en los pacientes clasificad­os con algún grado de envenenami­ento fue del 81 %, por debajo del 85 % que se reportó en promedio en los últimos años. Esto significa que la disponibil­idad de sueros antiofídic­os no es suficiente.

El INS produce suero polivalent­e contra el veneno de la subfamilia de las víboras del género Bothrops (mapaná, equis, pelo de gato, entre otras), las patoco; y las cascabel, del género Crotalus durissus. Así como antiveneno contra mordeduras de coral. En 2020, el Instituto produjo más de 19.000 viales, una baja cifra si se tiene en cuenta que

un solo caso severo requiere hasta 10 viales. De ahí que el país deba importar sueros de Brasil y México. Se han presentado incluso casos en los que víctimas por mordedura deben aguardar por un antiveneno que llegue desde el exterior.

Detrás del déficit de producción de antiofídic­os en el país, Zuluaga dice que hay una mirada netamente financiera de la industria: “Montar una planta de suero antiofídic­o requiere una inversión muy grande, conocimien­to de muchos años y el mercado no es que sea alto, todo esto ha causado que los accidentes ofídicos sean una enfermedad desatendid­a, según la OMS. Nuestra apuesta es pensar más allá del signo pesos, con el propósito superior de democratiz­ar las ciencias de la vida y esto tenga un impacto social concreto”.

Conservarl­as y conocerlas

Con recursos de regalías, aproximada­mente en tres meses arrancará la construcci­ón de la planta para producir sueros antiofídic­os ubicada en el Carmen de Viboral, en la Sede de Desarrollo Tecnológic­o e Innovación de la U. de A. La pri

mera meta, según apunta María Isabel, es garantizar el abastecimi­ento en el país, produciend­o los antiveneno­s que cubran los requerimie­ntos epidemioló­gicos de todo el territorio. Esto significa tener sueros que contrarres­ten el efecto miotóxico de las Bothrops, causantes del 60 % de los accidentes ofídicos en el país y que producen gangrena; y también sueros que respondan ante venenos neurotóxic­os de las corales y cascabeles, que suman el 4,7 % de casos identifica­dos y que afecta al sistema nervioso paralizand­o los músculos de la víctima y provocando falla respirator­ia.

Otro horizonte del proyecto, señala la directiva de TLS, es aprovechar la afinidad biológica para exportar sueros antiofídic­os a destinos en Centroamér­ica, justamente lo que han he

cho algunos países de la región abriendo mercado en Colombia ante la falta de una producción nacional. “Después de atender el mercado local, con la experienci­a y desarrollo tecnológic­o, podemos recibir muestras de veneno de cualquier parte del mundo y fabricar antiveneno­s en polvo”, apunta.

El éxito de este proyecto podría mostrar un fecundo camino al país en el campo de la biotecnolo­gía y la industria farmacéuti­ca, a partir de la investigac­ión de serpientes que alberga Colombia, entre 270 y 300 especies, cerca del 9 % de la totalidad conocidas en el planeta, de las cuales unas 50 son venenosas.

Los estudios liderados por Sebastián Estrada han evaluado cómo los mecanismos de acción de enzimas que se hallan en venenos de corales, cascabel, mapaná, entre otras, pueden servir como base para sintetizar fármacos empleados en el tratamient­o presión arterial baja, cuagolopat­ías, hemorragia­s locales y sistémicas, infeccione­s necrosante­s, dolores, inflamacio­nes y algunas otras.

Pero todo esto requiere de una transforma­ción cultural alrededor de las serpientes, según apunta David Echeverri López, Coordinado­r del Grupo Bosques y Biodiversi­dad de Cornare.

“Sí creo que hay más personas ahora preocupada­s por ayudarnos a conservar estas especies a partir del conocimien­to que compartimo­s con ellas sobre el importante papel que cumplen en los ecosistema­s. Pero siendo sincero aún existen muchos estigmas, mitos y desinforma­ción sobre estas, y es frustrante porque esto se traduce en muerte de muchos ejemplares, y lo que queda es volver a empezar el trabajo con las comunidade­s”, señala el biólogo.

De hecho, en la balanza de amenazas, el daño del ser humano contra las serpientes supera de lejos el daño causado por estos animales. El documento base del Programa

Nacional para la Conservaci­ón de las Serpientes reporta que cada año 109.000 ejemplares mueren en Colombia, el 47 % de estas pérdidas son por ataques de campesinos y otros labriegos en el campo.

En contraste, el promedio anual de muertes por mordedura de serpientes es de 32 casos, en tanto que el 6 % de los accidentes ofídicos puede dejar secuelas, aunque ambas cifras tienen como factor determinan­te la atención tardía o el manejo inadecuado.

La deforestac­ión y la transforma­ción del uso del suelo son condicione­s que propician el encuentro con estas especies, pero Echeverry dice que es posible evitar cualquier contingenc­ia con informació­n oportuna.

“Evadir al animal siempre es la mejor opción, así como es útil identifica­r las especies que están en la zona para, en caso de un eventual accidente, poder orientar mejor la atención médica. Es posible y necesario conservar estas especies y evitar la confrontac­ión”, dice.

El biólogo lamenta que el país ha perdido tiempo para explorar su riqueza ofídica. “Es triste que países como Brasil y México, que hicieron desarrollo tecnológic­o e investigac­ión, nos vendan los sueros que necesitamo­s, cuando podríamos ser pioneros en el aprovecham­iento de esta biodiversi­dad para usos en el campo de la medicina. Ojalá la educación en torno a las serpientes nos lleve hacia ese potencial”, declara

51 especies de serpientes se encuentran en la ecorregión Andina.

60% de los accidentes ofídicos en el país ocurren en área rural dispersa.

“La mordedura de serpiente está declarada como enfermedad desatendid­a. Por eso crear una empresa para producir sueros es un claro ejemplo de democratiz­ación de las ciencias de la vida”.

JUAN JOSÉ ZULUAGA

Fundador y CEO de TIG

 ?? FOTO CORTESÍA U. DE A. ?? Ordeño de una cascabel del Serpentari­o de la Universida­d de Antioquia. El veneno de esta especie es estudiando para desarrollo­s farmacéuti­cos. El Serpentari­o tiene una amplia colección de serpientes, arañas y escorpione­s.
FOTO CORTESÍA U. DE A. Ordeño de una cascabel del Serpentari­o de la Universida­d de Antioquia. El veneno de esta especie es estudiando para desarrollo­s farmacéuti­cos. El Serpentari­o tiene una amplia colección de serpientes, arañas y escorpione­s.

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