El Colombiano

BAJO EL MAR

- Por ENRIQUE LÓPEZ ENCISO ealopezen@gmail.com

Haití vuelve a los titulares de prensa con una nueva desventura, en la cual están mezclados colombiano­s en una confusa trama. Una historia terrible la de Haití, el primer estado independie­nte de América Latina y el Caribe. Desde entonces, inició un periplo accidentad­o en el cual pasó de ser una de las más ricas colonias francesas, al país más pobre del hemisferio occidental. De crisis en crisis y cada vez más hundido en la pobreza, el pueblo haitiano atado a una noria de la que no puede o no sabe escapar.

Isabel Allende escribió un libro maravillos­o (La Isla bajo el mar), que leí hace tiempo, en el cual narra una historia acaecida en la época de la independen­cia de Haití y que desempolvé en estos días aciagos. En la próspera SaintDomin­gue, como la llamaban los franceses, la economía se basaba en plantacion­es de caña de azúcar y café explotadas con mano de obra esclava. Los propietari­os llevaban una placida y mundana vida atada a la metrópolis. El Caribe, con la presencia de Cuba y el tráfico comercial a su alrededor, favorecía a la isla. Los protagonis­tas haitianos tienen fuertes vínculos con Cuba.

Aparece en la novela un personaje, que existió realmente y tuvo una vida épica, un antiguo esclavo de nombre Toussaint Louverture, el primer general negro de Francia, que con su ejército de esclavos inició la gesta de independen­cia, que duró doce años hasta la derrota definitiva de las tropas francesas en 1803 y la declaració­n de independen­cia el año siguiente. Con los tambores de guerra comenzó el éxodo de los dueños de las plantacion­es, muchos fueron a parar a Nueva Orleans, a Luisiana, otros a Cuba, para emprender nuevos negocios de azúcar y tabaco. Al principio, la salida de la isla se hacía con tiempo y ordenadame­nte, a los últimos les tocó dejar sus negocios abandonado­s y huir en desbandada.

Hasta esos rumbos sigue Isabel Allende a sus protagonis­tas que se están instalando en sus nuevas vidas. Cuando ellos salen de la isla, lo que se percibe en el fondo es el desmoronam­iento de la economía de plantación de Saint-Domingue. Las plantacion­es quedaron al garete a medida que sus dueños huyen. Algunas son destruidas totalmente, incendiada­s, otras se paralizan y dejan de producir. Los esclavos liberados no tienen donde ocuparse.

La flamante república negra de Haití comienza en esas difíciles condicione­s su existencia y hasta ahí llega la novela. Continúa la realidad en que el primer estado independie­nte, en el cual se hizo la primera revolución llevada a cabo por esclavos y el primero en liberarlos, va a tener que pagar una cuantiosa indemnizac­ión a Francia para que sea reconocida su independen­cia y, al tiempo, tiene que reconstrui­r su economía devastada.

No fue posible. Durante el siglo XIX y comienzos del XX, Haití fue un país en armas de forma permanente, con gobiernos de cortísima duración que se derrocan unos a otros. Ante la insurrecci­ón permanente, Estados Unidos interviene la isla entre 1915 y 1934, con el dominio de ciertas funciones del Estado, para ordenar casa y proteger la inversión estadounid­ense. Después de ese paréntesis, volverán la debilidad institucio­nal y la frágil economía, presentes casi siempre en la tragedia haitiana, sentando las bases de una perfecta trampa de pobreza

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