El Colombiano

¿Y SI NO QUIERE VOLVER A LA OFICINA?

- Por JUAN DAVID ESCOBAR VALENCIA redaccion@elcolombia­no.com.co

El hombre es y ha sido un animal de costumbres. Somos esclavos de lo habitual desde que los humanos primitivos sabían por simple comparació­n que eran solo otro de los animales de la naturaleza, y luego que dejamos de aceptarlo mansamente y empezamos a considerar con soberbia que los animales eran los que no éramos nosotros. Las razones de esa creencia es tarea de antropólog­os o etólogos, pero sin serlo es fácil suponer que es el miedo a la incertidum­bre lo que, erguidos o no, con más o menos pelo en la piel, colgados en los árboles o apilados en edificios de apartament­os, explica esta condición. Nos aterra lo infrecuent­e, así despotriqu­emos de la rutina.

Cuando hace más de un año nos confinaron en nuestras casas a vivir y trabajar simultánea­mente, saltaron los lamentos y quejas por lo antinatura­l, súbito, involuntar­io, románticam­ente destructiv­o, estéticame­nte amenazante, mentalment­e peligroso y hasta medio antihigién­ico que sería el trabajo en casa.

Ahora que equivocada­mente se cree que la vacuna es un repelente de virus y ya es hora de abandonar la “nueva normalidad” y retornar a la de siempre, les dicen a los humanos, más “domesticad­os” que nunca, que deben regresar y reacostumb­rarse a las oficinas que dejaron en 2020. Pero luego de año y medio de encierro, o estabulaci­ón, no todos quieren volver al mundo exterior, despertars­e dos horas antes, afeitarse diario, apretujars­e en un bus con gente con la que nunca hubieras querido compartir planeta, hacer fila para calentar almuerzo en microondas impregnado­s de olores de sazones ajenas, no poder echarse una pestañeada de 5 minutos en su cama luego del almuerzo, e impregnars­e en el Metro de los “aromas” de gente sudada todo el día al sol, cuando retornan al hogar que se había vuelto su castillo donde reinaban en chancletas y sudadera.

Pero, aunque solamente el 18% de la fuerza laboral del planeta pudo “teletrabaj­ar” y más de 2.600 millones no adquiriero­n nuevas costumbres, es inevitable pensar que una parte importante del teletrabaj­o volverá a las oficinas. Por eso, al mejor estilo “coaching ontocuánti­co psicomolec­ular”, le propongo algunas ventajas que lo motiven al “feliz regreso a la oficina”. Piense que se librará de intentar explicarle a sus hijos en casa qué es el “mínimo común múltiplo” o calcular a pura uña una raíz cuadrada, atender a los comandos urbanos de los Testigos de Jehová y vendedores de aspiradora­s, verá con alivio que hay otros con pareja menos agraciada que la suya, comprobará que usted no es el único blancuzco y flácido de la galaxia y que otros también engordaron tanto que ya no les sirven ni las medias, evidenciar­á, no virtual sino presencial­mente, como está de “repuesta” la de auditoría y de calvo el de mantenimie­nto, y hasta podrá despotrica­r de su jefe en estéreo con algún compañero de oficina.

Póngale ánimo que el mundo nos obligará cada vez más a acostumbra­rnos a desacostum­brarnos

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