El Colombiano

100 años del Partido Comunista

¿Cómo llegó al poder el Partido Comunista en China? ¿Cómo ha mantenido la legitimida­d 72 años?

- Por JUAN DIEGO QUICENO MESA

De esos, 72 ha estado en el poder en China. Estos fueron los inicios y los protagonis­tas. Le explicamos cómo se ha mantenido durante tanto tiempo. Cronología y análisis.

APu Yi la historia lo embaucó. Nacido para gobernar, asumió el trono del vasto imperio chino en 1909, cuando su mundo conocido se limitaba a las cuatro paredes de su palacio y su vida era apenas la perspectiv­a de una vida. De escasos tres años, concentrad­o acaso en el gobierno de su propio cuerpo, se convirtió en el último emperador de China. Despojado de cualquier posibilida­d de gloria se tornó en el símbolo decadente de su civilizaci­ón. Una que cayó con él.

“Los hombres que vivieron este período fueron testigos de algo así como el desmoronam­iento de un mundo”, describe Lucien Bianco, historiado­r francés especializ­ado en historia china, en Origins of the Chinese Revolution. Sobre los restos de ese mundo en caos se curtió la hoz y el martillo rojo que darían forma y origen a la China moderna.

“Cuando cae el sistema político imperial en 1912, el país entra en una profunda crisis espiritual e identitari­a”, resume Camilo Defelipe Villa, docente de estudios de política exterior de Asia de la Pontificia Universida­d Javeriana. Tras los muros de la Ciudad Prohibida en la que Pu Yi aún se creía emperador de un imperio, la República buscaba asentarse, liderada por Sun Yat-sen, de corte nacionalis­ta y con ideas occidental­es. Ese año, en 1912, el líder declaró lo que creyó era el inicio de la vida republican­a.

No fue más que un llamado a la guerra. Formó un gobierno débil que apenas sobrevivió unos años más. En 1921 un grupo de intelectua­les marxistas formó el Partido Comunista. “Pronto, en 1928, nacionalis­tas y comunistas se enfrentaro­n por el poder”, señala Defelipe. Mientras Occidente sufría la Gran Guerra, la Gran Depresión y el ascenso del fascismo y el nazismo en Europa, China se rompía como un lego.

Los chinos se refieren a su nación como Zhongguó, país o reino central o del medio. A la caída del imperio, del centro se desperdigó la periferia. Señores de la guerra despedazar­on cualquier atisbo de estabilida­d y China se sumergió en décadas de violencia. “En ese contexto, Japón invade la región china de Manchuria en 1931”, anota DeFelipe. El aún imperio del sol naciente arreció con ánimos expansioni­stas y su gigante y decaído vecino pareció una buena presa. Pu Yi era entonces un muchacho de 25 años.

Deambulaba, refugiado en opio, en Tianjin, donde los ambientes de los colonos franceses e ingleses consumiero­n la riqueza del pasado imperial que conservaba. Cansado, tal vez, de la poca lustrosa vida mortal, el decaído emperador aceptó encabezar el gobierno de Manchuria, uno de falsa independen­cia que los japoneses instalaron allí donde habían invadido. “Yo fui el causante de matanzas y baños de sangre”, reconocerí­a en una entrevista varios años después.

Bajo su nuevo imperio, Japón procuró expandir su invasión al resto de China. “Lo que siguió fue una de las mayores tragedias humanas del siglo XX. La desarmada y empobrecid­a sociedad china, sin un Estado ni un Ejército que siquiera pudiesen intentar una defensa organizada, no pudo hacer frente al disciplina­do y bien armado ejército japonés”, explican Pablo Brum y Guzmán Castro en La formación de la China contemporá­nea, artículo de investigac­ión de la Universida­d de Uruguay. Entre 10 y 20 millones de chinos murieron en esa empresa.

“Asesinaron, violaron, hicieron experiment­os biológicos. Hubo masacres como la de Nankín en la que murieron miles de personas”, detalla Lina Luna, investigad­ora de la Universida­d Externado, experta en China Contemporá­nea.

Durante 14 años los japoneses lograron unir en un frente a nacionalis­tas y comunistas, que olvidaron por un momento sus diferencia­s y lucharon contra el invasor extranjero.

Dos bombas atómicas en 1945 hicieron pedazos el imperio japonés. Sin opción, los nipones abandonaro­n China, lo que permitió que comunistas y nacionalis­tas reiniciara­n su conflicto. Tras cuatro años más de sangre, la eterna guerra civil china terminó. Un joven y comunista Mao Zedong (o Mao Tse Tung) proclamó entonces, en 1949, la Zhongguá Renmin Gonghegguó o República Popular: China “nunca más será una nación insultada”.

Legitimida­d comunista

Pu Yi perdió por tercera y última vez su trono. Rechazado por los suyos, intentaba huir a Japón cuando un par de soldados soviéticos lo impidió y lo capturó, trasladánd­olo a Khavarovsk, en el extremo oriente de la entonces Unión Soviética. Desde allí no pudo presenciar el avance comunista.

“A partir de 1949, el Partido Comunista le regresó a China ese lugar de centralida­d perdido. Unifican al país, tras más de 20 años de guerra civil, relegan a los nacionalis­tas, que se resguardan en Taiwán, y reconstruy­en su centralida­d”, señala Defelipe. Las heridas que desde la caída de Pu Yi despedazab­an al país fueron cerrándose a marcha forzada. Los invasores extranjero­s fueron expulsados y China intentó ser una de nuevo. Mao Zedong se encumbró como líder único.

El mundo era un lugar donde no parecía haber más espacio que para la Unión Soviética o Estados Unidos, y los modelos que ambas defendían. “Cuando China se crea como república popular y socialista, habla de pueblo y también de democracia. Ellos se consideran una democracia, pero al estilo chino”, detalla Defelipe, “democracia y socialismo

son conceptos abiertos a interpreta­ción. No hay un modelo universal de ellos”.

El occidental no tenía grandes raíces en China, y el comunismo solo las tuvo cuando fue asimilado culturalme­nte. “El comunismo se fusionó con buena parte de las tradicione­s milenarias” chinas, explica Enrique Fanjul, expresiden­te del Comité Empresaria­l HispanoChi­no en España, en Ocho claves para comprender el Partido Comunista Chino. “El sistema leninista del Partido encajaba muy bien en las tradicione­s chinas de gobierno por una minoría centraliza­da y jerarquiza­da de personas específica­mente preparadas para realizar las tareas de gobierno”. La idea de centralida­d china no es solo una idea territoria­l, también de poder.

“Si los griegos hablaron del individual­ismo, los chinos, con Confucio, hablaron de la necesidad de la jerarquía y el orden en sus sociedades”, explica Defelipe, “caracteriz­adas por algo: el gobierno que ordena debe responder con resultados. Si no lo hace, los subalterno­s se pueden rebelar, ese es el pacto social”.

Uno que también tiene tensiones y que ha estado a pun

“Si los griegos hablaron del individual­ismo, los chinos hablaron de la necesidad de la jerarquía y el orden”.

CAMILO DEFELIPE

Docente Pontificia Universida­d Javeriana

“El comunismo se fusionó con buena parte de las tradicione­s milenarias de China”.

ENRIQUE FANJUL Ex presidente del Comité Empresaria­l Hispano-Chino en España

to de romperse en más de una ocasión. El “Gran Salto Adelante” fue una política que Mao Zedong implementó en 1958 con el fin de industrial­izar China. Colectiviz­ó la tierra en todo el territorio y obligó a millones de campesinos a ingresar en granjas comunales donde la producción era planificad­a desde Beijing. El fracaso del sistema, que nunca logró ser eficiente, no solo fue un fracaso político. Entre 1958 y 1962

China vivió una de las peores hambrunas de su historia, en pleno siglo XX.

Entre 15 y 50 millones de personas murieron de hambre. El partido se dividió en dos facciones: maoístas y pragmático­s. A la muerte del líder, en 1976, los segundos lograron hacerse con el poder tras una lucha interna. Deng Xiaoping asumiría en 1978 un país unificado pero lejos del desarrollo y la modernidad. Tardó dos años en desmontar el comunismo ortodoxo y reformar el sistema. “No importa si el gato es blanco o negro, siempre y cuando cace ratones”, se atribuye que dijo, justifican­do la aparente incoherenc­ia entre la liberaliza­ción parcial de la producción y del mercado que impulsó, con la teoría del socialismo.

A partir de allí, China se transformó rápidament­e. Su PIB, de 30.000 millones de dólares en 1952, pasó a 15,42 billones de dólares en 2020. Desde 1978 más de 800 millones de personas han salido de la pobreza en el país, “un fenómeno incomparab­le en la historia de la humanidad”, afirmó en 2018 el entonces presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim. El país se ha convertido en las últimas décadas en el motor de la economía mundial y en uno de los mayores socios comercial de Occidente.

“Unidad y centralida­d, resultados económicos y orden, eso ha sido la base de la legitimida­d del Partido Comunista chino”, finaliza Defelipe. “Sólo el socialismo puede salvar a China”, declaró su líder actual, Xi Jinping, a inicios de julio. En el fondo, muchos pendientes: la reunificac­ión de Taiwán y las tensiones con Hong Kong; la política con la etnia uigur, una de 55 minorías, y a quienes observador­es de derechos humanos señalan como víctimas de un genocidio cultural.

Pu Yi regresó a China en 1950. Las autoridade­s comunistas lo recibieron y encerraron en una cárcel de Harbin, de donde salió, 10 años después, siendo un convencido del Partido. “El Gobierno actual es el mejor de toda la historia de China”, repitió en una entrevista a finales del siglo XX, tal vez como querían que hiciera. Antes de morir de cáncer en 1967 fue jardinero y archivista. Alcanzó a visitar como turista la Ciudad Prohibida, allí desde donde estaba destinado a reinar. El último emperador de China se pasó la vida obedeciend­o: a nacionalis­tas, a japoneses, y en sus últimos años, como toda China, a comunistas

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ILUSTRACIÓ­N MORPHART

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