El Colombiano

¿Zonas libres de minas siguen siendo

De enero a junio de este año hubo 73 víctimas, según el Gobierno. A fin de año habrá 200 municipios liberados.

- Por HEIDI TAMAYO ORTIZ

Acinco minutos de la escuela, cerca de la caseta comunal y en uno de los caminos más concurrido­s de la vereda Santa Rita, de El Carmen de Viboral (Oriente antioqueño), Jorge Ciro halló un artefacto enterrado que, asegura, reconoció como una mina antiperson­al. Años de cercanía con estos elementos, que azotaron la vida de la población, lo llevaron a alertar el hecho, que preocupó a otros habitantes de la zona.

El hallazgo lo hizo cinco meses después de que este municipio fuera declarado como libre de sospecha de minas antiperson­al, tras casi siete años de desminado humanitari­o, liderado por The Halo Trust, una de las organizaci­ones civiles acreditada­s por el Gobierno Nacional para cumplir esta labor en Colombia.

Tras conocer la situación, la entidad fue a la zona para escuchar a la comunidad y, el 14 de julio pasado, hizo la disposició­n final del artefacto hallado por Ciro. Se trataba de un contenedor vacío, sin explosivo y sin sistema de activación, si bien, es probable que hubiese formado parte de una mina antiperson­al.

Aunque para Ciro y otros habitantes esto representa un descanso, el temor no se desvaneció del todo, pues, según relata el campesino, en la zona han hallado objetos similares.

“Hace poco, un niño encontró una batería (una pila que funciona como mecanismo de detonación) en otra zona. Como él no conocía, jaló y jaló hasta que reventó el cable; afortunada­mente, no le pasó nada. Y, hace varias semanas, reventamos otra con una pica, menos mal no explotó. Creemos que es porque ya están húmedas, pero no dejan de ser peligrosas. Por eso, informamos la situación y Halo vino a revisar y a que les indicáramo­s otros lugares donde tenemos sospechas”, explica Ciro, quien relata que perdió a su padre hace 16 años, por causa de una mina antiperson­al, en la vecina vereda La Víbora.

Yuliana Arango, líder comunitari­a, cuenta que las nuevas sospechas de la gente de Santa Rita se conocieron en unos talleres apoyados por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). “Estamos en un proceso comunitari­o de construcci­ón de memoria y fue así que nos enteramos y se pudo reportar a The Halo Trust. Estamos convencido­s de que el acompañami­ento institucio­nal es sumamente necesario para que las comunidade­s tengan efectivas garantías de no repetición”, dice, y recuerda que Santa Rita vivió un desplazami­ento de sus habitantes en 2003 y que en 2009 iniciaron los retornos.

Mientras The Halo Trust verifica en terreno, Ciro y sus vecinos no dejan de preguntars­e si los artefactos hallados son antiguos, no vistos durante el desminado, o nuevos, instalados por grupos ilegales.

Riesgo residual

Según Johany Zuluaga, gerente de Operacione­s de The Halo Trust Colombia, esta es la segunda situación que reportan en El Carmen de Viboral luego del desminado: la primera fue un mes atrás en una vereda

vecina a Santa Rita, donde se confirmó que las sospechas de la comunidad correspond­ían a artefactos explosivos; así que “se abrirá una nueva área para despejarla”, tras hacer el debido proceso con la Oficina del Alto Comisionad­o para la Paz, autoridad nacional en el tema.

El gerente aclara que, aunque El Carmen de Viboral fue entregado como libre de sospecha de minas antiperson­al y se cumplieron todos los estándares, existe el riesgo residual, que se puede dar por dos situacione­s. “La primera, por el retorno de población que en algún momento se desplazó y no se encontraba en el lugar cuando realizamos nuestras operacione­s de desminado humanitari­o y que, además, tiene informació­n sobre posible contaminac­ión por estos artefactos; y la segunda, por la expansión de la frontera agrícola por parte de la comunidad que ingresa a territo

que antes no estaban en uso, por lo que podrían encontrar partes o artefactos de los cuales no se tenía conocimien­to anteriorme­nte”, dice.

Zuluaga precisa que, antes de entregar el municipio como libre de sospecha, fueron casa a casa, vereda a vereda, para informar el proceso y constatar que los habitantes no tenían más indicios de la existencia de estos explosivos en el territorio. Esto, porque según los estándares internacio­nales de desminado, la labor se adelanta solo en sitios donde las personas creen que hay presencia de las minas.

El temor de los indígenas

Una situación más compleja viven algunos resguardos indígenas de sitios como Murindó (Urabá), Dabeiba y Frontino (Occidente), en Antioquia, donde hay comunidade­s altamente afectadas por restriccio­nes, confinamie­nto y accidentes causados por artefactos explosivos.

William Pertuz, consejero de Derechos Humanos de la Organizaci­ón Indígena de Antioquia (OIA), asegura que, solo entre junio y julio de este año, han registrado cuatro accidentes que dejaron tres fallecidos, entre ellos una bebé, y cuatro heridos.

Pertuz también habla de dificultad­es para evacuar a los heridos. Tal es el caso de una mujer indígena de Dabeiba, herida por una mina el 5 de julio pasado, que tuvo que esperar siete días para ser trasladada, labor que cumplió la Brigada 17 del Ejército Nacional, que señaló al Eln como uno de los actores armados que instala estos artefactos en zona antioqueña.

La OIA denuncia que el Eln les ha enviado a los indígenas audios y mensajes en los que les dicen que no salgan de sus casas porque hay zonas minadas. Para Pertuz, es una violación a la autonomía territoria­l, pues impide salir a satisfacer necesidade­s básicas y causa confinamie­ntos.

El último accidente reportado ocurrió el 20 de julio en Tarazá (Bajo Cauca antioqueño) a un hombre de 63 años, según confirmaro­n las autoridade­s municipale­s, que fue remitido a Medellín para recibir atención.

El panorama nacional

Según cifras de la Oficina del Alto Comisionad­o para la Paz, desde 1990 hasta el 31 de junio de 2021, se registraro­n en Colombia 12.062 víctimas de mirios

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