El Colombiano

Cota 905, el barrio en el que vive el miedo

Entre el 8 y el 11 de julio un operativo policial dejó 26 muertos en esa localidad de Venezuela.

- Por JUAN DIEGO QUICENO MESA GETTY

La zona es catalogada como la más violenta de Caracas. La criminalid­ad la protagoniz­an las bandas delincuenc­iales, una de las cuales, la de “El Koki”, llegó a tener 250 miembros. Radiografí­a del sector.

Aeso suena el miedo. Al ajetreo silencioso de una huida a la madrugada. “Nos dijeron que nos fuéramos. Ya vienen”, susurran. No hay reacción. No hay respuesta. Un mutismo pasmoso se instala, de ese que seca la boca y contiene el aliento. “Nunca pensé despertarm­e en la mañana y tener que abandonar mi casa”, escribe. Es *Ernesto. Es Cota 905. Es el 9 de julio de 2021. Es el miedo que se impone y que grita. Es Caracas.

Atraviesa serpentean­te el reguero de ranchos. Se pierde entre el anaranjado ocre del adobe. Es lo único que nació para estar allí. Cota 905 es una vía. Cota 905 es un barrio que, sin permiso a existir, invadió los alrededore­s de una carretera. Es una invasión sin derecho a un nombre que asumió el de la calle que lo cruza como una identidad. Más de 50.000 vidas como la de Ernesto se asentaron allí. Y desde allí han visto subir y bajar a la muerte.

“Estamos acostumbra­dos a ráfagas de disparos, de vez en cuando”, recuerda. Allí la violencia es la cotidianid­ad de un error. “Algo que pasa cuando la Policía cruza por donde no debía. Nunca como lo que sucedió”. Comenzó dos días antes. Un grupillo de hombres equipados para una guerra, con chalecos antibalas y fusiles, tomó posición la tarde del miércoles 7 de julio, allí donde inicia Cota 905. Desalojó comercios, apuntó a edificios. Y disparó.

“En venganza de un criminal aliado, denominado alias Loco Leo, herido por las autoridade­s, iniciaron una locura de tiroteos contra personas y sedes policiales”, detalla Luis Izquiel Bermúdez, profesor de Criminolog­ía de la Universida­d Central de Venezuela, “sobreestim­aron el poder de fuego que tenían y la impunidad de la que habían gozado. Están pagando hoy las consecuenc­ias de eso. Se equivocaro­n atacando El Helicoide”.

Es el edificio en espiral esculpido en una monumental colina rocosa. La estampa de un futuro prometido entre 1956 y 1961, cuando se construyó sobre el dinero del petróleo que brotaba de la tierra. Primero fue un centro de exposición, luego un gigantesco comercio con hotel, tiendas de lujo y un helipuerto. Hoy, el centro de operacione­s del Servicio Bolivarian­o de Inteligenc­ia Nacional (Sebin). “El Koki se atrevió a atacar la sede de la policía política de Nicolás Maduro”, explica Izquiel, “y eso fue la gota que rebasó el vaso”.

Guerra abierta

Lo asombroso es que se ha sobrevivid­o a sí mismo. El control casi absoluto de más de 20 kilómetros del suroeste de Caracas, de Cota 905 y de sus alrededore­s, El Cementerio y El Valle; la obediencia que más de 200 hombres le profesan; el arsenal con el que ha pausado la vida a su paso; nada de Carlos Luis Revete, alias “El Koki”, sorprende tanto como su longevidad.

Tiene 43 años. “Es una excepción del mundo criminal venezolano”, explica Fermín Mármol García, director del Instituto de Ciencias Penales, Criminalís­ticas y Criminolog­ía de la Universida­d Santa María, de Caracas, “un hombre que ha superado la tercera década de vida no es común en las estructura­s criminales”. Pavoneó sin cansancio su innato don de superviven­cia.

Ordenó balaceras, secuestros y extorsione­s, impuso límites a la policía. Fue a fiestas, bailó salsa, posó junto a famosos cantantes que se presentaro­n en los funerales de sus amigos. Desde 2015, cuando relevó en el liderato de la entonces aún “pequeña” banda de Cota 905 a Jesús Alberto Ramos Caldero, alias “El Chavo”, asesinado por las autoridade­s, “El Koki” ha hecho de sí mismo una exitosa empresa criminal en ascenso.

A él y a sus dos lugartenie­ntes, Carlos Calderón, alias el Vampi, y Garbis Ochoa, alias el Garbis, se les atribuye la expansión de la banda a zonas aledañas al barrio como El Cementerio y El Valle. Ninguno de esos avances se entendería sin aquello que sucedió en 2017. Durante los últimos días de agosto de ese año la entonces presidenta de la Asamblea Nacional Constituye­nte, Delcy Rodríguez, (hoy vicepresid­enta), visitó el territorio de “El Koki”.

Los medios reportaron sus reuniones con líderes sociales en las canchas de Cota 905. No fueron las únicas. InSight Crime, un think tank sobre crimen organizado trasnacion­al, señaló que Rodríguez se encontró con “El Koki”. “Se cree que llegaron a un pacto con el líder criminal”, afirma su investigac­ión, “después de eso, se reactivó el programa de Zonas de Paz allí y se retiraron las fuerzas de seguridad”.

“Las Zonas de Paz significan un antes y un después en las realidades de las megabandas criminales de Venezuela”,

explica Izquiel, “posterior a esa política fracasada de Nicolás Maduro, esas bandas se fortalecie­ron enormement­e”. El programa comenzó a aplicarse a inicios de 2014, justo después del asesinato de la modelo y actriz, Mónica Spear, ganadora de Miss Venezuela 2004, y de su esposo, a las afueras de Caracas.

El objetivo declarado fue desmoviliz­ar a las bandas de Caracas. José Vicente Rangel, entonces viceminist­ro de Política Interior y Seguridad, comenzó una “gira” de 18 meses en la que se reunió con criminales de toda la ciudad.

“Supuestame­nte, y a cambio de la entrega de sus armas, se les iba a apoyar con créditos y programas sociales. Mientras se hacían las negociacio­nes,

“Estamos acostumbra­dos a ráfagas de disparos, de vez en cuando. Nunca nada como lo que sucedió”.

ERNESTO

Habitante de Cota 905

los delincuent­es pidieron que el Gobierno se comprometi­era a no tener presencia policial en las zonas que controlaba­n”, detalla Izquiel. El Estado se retiró de Cota 905 y de zonas similares en varios puntos de Caracas. “Esas pequeñas bandas criminales se aprovechar­on de un plan romántico y se convirtier­on en megaestruc­turas”, agrega Mármol. “El Koki” desplegó sus fuerzas sin temor.

“Era una especie de secreto a voces en el barrio”, recuerda Ernesto, “se sabía que los funcionari­os hablaban con las bandas, negociaban. La Guardia Nacional no hacía incursione­s, era como tú no te metes conmigo y yo no me meto contigo. Y así vivían”.

Dedicadas al secuestro, la extorsión y el robo de vehículos, sus mayores fuentes de financiaci­ón, las fuerzas de “El Koki” operaban a plena luz del día y en completa impunidad. Hasta su “pequeño” error de cálculo. “¿A quién se le ocurre atacar sedes policiales?”, se pregunta Mármol. El jueves 8 de julio la ministra del Interior Carmen

Meléndez anunció el despliegue de la fuerza pública en Cota 905.

“Se solicita a la población evitar la circulació­n vehicular y peatonal. El llamamient­o es a permanecer en resguardo”, dijo Meléndez en redes sociales. Una auténtica guerra se abrió paso durante tres días.

El balance, al 12 de julio, confirmaba al menos 26 muertos y más de 30 heridos, 33 capturados, la incautació­n de 71 vehículos y de un arsenal de 20.000 cartuchos de todos los calibres, 11 cargadores, tres lanzacohet­es, 26 fusiles, cuatro subametral­ladoras, granadas, pistolas; la destrucció­n de “garitas, trincheras, búnkers”, enumeró la ministra, “un verdadero campamento paramilita­r en la capital”. Poco más de dos mil funcionari­os del Gobierno entraron al barrio.

¿Y ahora qué?

Desde donde se ocultaron, en la casa de un conocido, Ernesto y su familia siguieron en contacto con su barrio. “Hablábamos con algunos vecinos que se quedaron. Cuando hubo calma, volvimos”.

Hoy hay tensión. Hay patrullas que siguen subiendo y bajando por Cota 905, allanamien­tos y capturas. “Las calles siguen muy solas. Hay temor y una especie de incertidum­bre, ¿van a capturar a ‘El Koki’? ¿Cuándo se va a ir la Policía?” se pregunta Ernesto. Y la insegurida­d que, paradójica­mente, crece ante la mirada de la fuerza pública.

“Muchos quizá desean que ‘El Koki’ y su banda vuelvan para que pongan orden”, se atreve a decir Ernesto, “ellos no dejaban que se robara en el barrio. Ya hay reportes de lateros o indigentes que se aprovechan del vacío de poder. Todos sabemos que la Policía se va a ir pronto”.

Durante años, el Estado venezolano dejó que su figura fuera sustituida por El Koki y su banda en Cota 905. “En buena parte de las comunidade­s donde estas bandas operan, hay apoyo de la población”, explica Izquiel, “son barriadas en las que impera el hambre y que los delincuent­es se intentan ganar. Hay videos de ‘El Koki’ repartiend­o arepas en medio de la pandemia, por ejemplo. Su negocio, además, no es asaltar a los habitantes pobres del barrio”.

Antes del operativo, la ministra Meléndez pidió confianza en las institucio­nes policiales. Aquel 9 de julio que Ernesto abandonó su casa, que huyó de las balaceras y de “El Koki”, también lo hizo de los policías. “Cualquier chamo que estuviese por ahí, era probable que se lo llevaran o lo mataran. Así como puede entrar a la casa un policía tranquilo, que requisa en orden, llega uno atravesado y se lleva todo de por medio, roba, golpea y desaparece. La gente de Cota no confía en las fuerzas policiales. Aquí del Estado no se espera nada”

“Las Zonas de Paz significan un antes y un después en las realidades de las megabandas criminales”.

LUIS IZQUIEL BERMÚDEZ

Criminólog­o Universida­d Central

 ?? FOTO ?? Alias “El Koki” lideraba con impunidad la criminalid­ad en este barrio de Caracas, hasta que el pasado 7 de julio tiroteó instalacio­nes de la policía política del Gobierno de Nicolás Maduro, la Sebin. Un gigantesco operativo militar lo persigue ahora.
FOTO Alias “El Koki” lideraba con impunidad la criminalid­ad en este barrio de Caracas, hasta que el pasado 7 de julio tiroteó instalacio­nes de la policía política del Gobierno de Nicolás Maduro, la Sebin. Un gigantesco operativo militar lo persigue ahora.

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