El Colombiano

Ecuador convulsion­ado

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El Ecuador de hoy, una vez más, es un país convulsion­ado y al borde del abismo democrátic­o, donde el oportunism­o político impulsa a quienes se disputan el poder. Portando largos palos de madera y protegidos con escudos artesanale­s, unos 10.000 indígenas protestaro­n en varios puntos de Quito contra el gobierno del exbanquero conservado­r Guillermo Lasso. El gobierno, consideran los manifestan­tes, es un serio riesgo para la democracia.

En Quito, muy cerca de la Universida­d Salesiana que aloja a los manifestan­tes, se concentrar­on los choques con la policía antimotine­s. Los indígenas exigen la reducción de los precios del combustibl­e. En casi un año, el diésel subió 90 % y la gasolina corriente, 46 %.

En 2019, un levantamie­nto del movimiento indígena de Ecuador y sus aliados provocó el caos en Quito, la capital, y obligó al gobierno centrista de Lenin Moreno a cancelar un aumento en los precios del combustibl­e, una escalada de la que nunca se recuperó. La Confederac­ión de Nacionalid­ades Indígenas del Ecuador (Conaie), nuevamente está en marcha. Bloqueó carreteras, incluida la que conecta a Ecuador con Colombia, en una prueba de fuerza para Lasso. Esta vez las demandas son vagas. La protesta, que según la Conaie será “indefinida”, es una dificultad más para un presidente que enfrenta una proliferac­ión de problemas después de apenas un año en el cargo.

Esos argumentos, los procedimie­ntos y las imágenes hacen recordar las protestas en Chile y en Colombia. ¿Se ha convertido en un modus operandi de cierto sector político latinoamer­icano?

Lasso prometió un gobierno favorable a las empresas que impulsaría el languideci­ente crecimient­o económico y cubriría un déficit fiscal crónico. Ha propuesto reformas fiscales y laborales, y medidas para atraer inversión privada. Tuvo un buen comienzo gracias a una exitosa campaña de vacunación.

Si bien ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenci­ales del año pasado —a causa del disgusto popular con su oponente, el expresiden­te populista de izquierda Rafael Correa—, en una elección legislativ­a anterior, el partido de Lasso había obtenido apenas 12 de los 137 escaños parlamenta­rios. El resultado es que la Asamblea Nacional, que tiene una mayoría de centroizqu­ierda, ha bloqueado sus proyectos de reforma. El único logro legislativ­o relevante del gobierno, una reforma fiscal que aumenta principalm­ente la carga sobre los ricos, fue adoptado por decreto.

Precisamen­te Correa comentó que ve “la situación actual del Gobierno ecuatorian­o muy comprometi­da” por las protestas. En su opinión, es una administra­ción “con altos niveles de desaprobac­ión que ha manejado muy mal la crisis y ha echado gasolina al fuego”.

Comentario­s aparte, la economía se está recuperand­o de la pandemia, aunque lentamente. La inflación, del 3,4 %, se encuentra entre las más bajas de América Latina, en parte porque Ecuador ha utilizado el dólar estadounid­ense como moneda desde el año 2000.

El reciente aumento en el precio del petróleo ha proporcion­ado ganancias inesperada­s, lo que significa que el gobierno puede lograr equilibrar las cuentas este año por primera vez desde 2000.

Lasso insiste en que ha “construido un puente” hacia un país mejor. Sin embargo, los ecuatorian­os no ven la mejora o no la quieren ver. Más bien, les preocupa una ola de delincuenc­ia, en gran parte vinculada a las bandas de narcotrafi­cantes. Esto no comenzó con Lasso, pero ahora es él quien tiene que lidiar con eso.

Los asesinatos casi se duplicaron el año pasado y 380 personas han muerto en masacres en prisiones desde principios de 2021. También hay quejas de una disminució­n en la calidad de los servicios públicos, desde la lentitud en la renovación de pasaportes hasta la disponibil­idad de medicament­os.

Durante un discurso en mayo que marcó su primer año en el cargo, Lasso ofreció una larga lista de promesas de gasto social, incluida policía adicional.

“Este es un gobierno que trabaja en silencio”, dijo el primer mandatario. Probableme­nte ese sea uno de sus problemas. Su índice de aprobación, que se disparó a más del 70 % debido a la campaña de vacunación, se ha reducido a menos del 30 %, lo cual lo deja con una alta vulnerabil­idad.

Mientras tanto, la oposición está mostrando músculo. El mes pasado expulsó a la presidenta de la Asamblea Nacional. Los partidario­s de Correa respaldan las protestas de la Conaie. El gobierno arrestó a Leonidas Iza, el presidente marxista de la Conaie, responsabi­lizándolo por “acciones vandálicas” que, según dijo, incluyeron ataques contra vehículos policiales, fincas comerciale­s y una estación de bombeo de petróleo. Aunque lo liberaron rápidament­e, enfrenta cargos.

Mucho depende de si los operadores de autobuses y camiones se unen a las protestas. El alboroto en Quito en 2019 dañó la reputación del movimiento indígena entre la gente de la ciudad, y Lasso congeló los precios del combustibl­e en octubre pasado. Eso podría ayudarlo a capotear las protestas, pero no garantiza un éxito más duradero.

Antes de Correa, quien se benefició de una gran ganancia inesperada del petróleo, cada uno de los cinco presidente­s anteriores duró solo dos años en promedio. ¿Podría ser ese el destino de Lasso? Algunos de sus asesores quieren que acuda a un dispositiv­o constituci­onal por el cual podría convocar nuevas elecciones generales, arriesgand­o su propio trabajo con la esperanza de asegurar una legislatur­a más dócil. Hasta el momento ha rechazado esa opción. “Ecuador no necesita más elecciones”, dijo el mes pasado. “Ecuador lo que necesita es ser gobernado, y bien gobernado”.

Está en lo cierto. La pregunta es si el país permitirá que un gobierno ampliament­e conservado­r intente hacer precisamen­te eso o, en cambio, volverá a sumergirse en un laberinto de inestabili­dad y populismo

“Lasso insiste en que ha `construido un puente' hacia un país mejor. Sin embargo, los ecuatorian­os no ven, o no quieren ver, la mejora”.

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