El Colombiano

Pedro Nel volverá a relucir en la Universida­d de Antioquia

La obra data de 1969 y es obra de Pedro Nel Gómez. Es ícono de la cultura.

- Por MIGUEL OSORIO MONTOYA

El mural siempre estuvo ahí: las mujeres desnudas, el hombre de ciencia que detalla las suturas de un cráneo humano. Con el tiempo, sin embargo, los colores palidecier­on y la pátina conquistó la pintura. Entonces apareciero­n pequeños agujeros entre los personajes. Las figuras angulosas se volvieron indescifra­bles. Pero desde hace dos semanas, dos hombres apacibles, pacientes, se sientan junto a él desde las 6: 30 de la mañana, cada día. Con pinceles, de cara a la pared, han ido arreglando las imperfecci­ones, las heridas que dejó el paso de los años. El mural tendrá una vida.

La historia comienza en 1969. Para ese momento, con la ciudadela universita­ria recién levantada, Pedro Nel Gómez fue invitado a pintar sobre una de las paredes de la biblioteca. Su respuesta fue un fresco enorme, de más de 40 metros de longitud. El hombre ante los grandes descubrimi­entos de la ciencia y la naturaleza es el nombre con que bautizó.

La obra pone de manifiesto las contradicc­iones de la humanidad. Por un lado aparecen hombres elegantes, de ciencia, con aire de aristócrat­as. En el otro costado, en cambio, hay mujeres desnudas, de piel cobriza, que descansan frente a un arroyo. También aparecen mineros, hombres que se inclinan para sacar oro con sus bateas. Está el conocimien­to racional, de los científico­s, además el empírico, el de los que se ganan la vida agitando una batea.

El tiempo pasó y los personajes comenzaron a palidecer. A pesar de que el mural ya ha sido restaurado dos veces, desde 1984 no se le hacía mantenimie­nto. Y los años no son los únicos que le hicieron daño.

Alguna vez le tiraron una bomba de pintura. En sus extremos, contrarian­do al arte mismo, alguien hizo grafitis. Estaba desportill­ado por golpes, que dejaban espacios blancos, desprovist­os de pintura. Para remediar esa decadencia inevitable, la universida­d se dio a la tarea de restaurar la obra. Armando Montoya, consultor del Museo Abierto de la U. de A., dijo que el trabajo dejado por Pe

dro Nel es vital porque se concibió a la par de la construcci­ón de la ciudadela universita­ria. “Él fue uno de los artistas más importante­s, uno de los muralistas más grandes de América Latina. Por eso es tan valioso”.

El rescate

Son dos los hombres encargados de recuperar la obra de arte. Desde hace dos semanas, Héctor Rivas y Jairo Mora llegan a la universida­d desde muy temprano. Antes de las 7:00 están ya de cara al mural, encaramado­s en un andamio o sobre un taburete. Comenzaron de izquierda a derecha. Lo primero que hicieron, contó Héctor, fue limpiar la pared, que estaba recubierta por la pátina. Para ello utilizaron un detergente especial que no deteriorar­a más la pintura.

Después comenzó un trabajo de paciencia. Con pinceles delgados retocaron las figuras femeninas, los arroyos. “Pintamos cada uno de los puntos malos, dándoles color de nuevo. Lo que hacemos es respetar el estilo del artista, que se vea como él originalme­nte lo pintó, también dejamos una huella. Es como decir `aquí estuvo el restaurado­r'”, relató Héctor.

El trabajo tiene una particular­idad. El mural está junto a un espejo de agua, que a algunas horas del día refleja los rayos del sol. Para restaurarl­o, Héctor y Jairo tienen que usar botas pantaneras. Caminan por el espejo de agua, haciendo pequeñas olas que chocan contra los muros. Como el trabajo es de filigrana, pasan horas de pie, de cara a la pared, sin muestras de entusias

mo por el mundo fuera del mural. Pero cada tanto llega un estudiante, un profesor o cualquier curioso a hacer preguntas. “Nos distraemos por horas, pero pasan los estudiante­s y nos preguntan cosas. Nos ha llamado mucho la atención el interés tan grande que hay en la obra, la manera en que la valoran”, precisó Héctor.

Otro agravante para la situación del mural fue precisamen­te el espejo de agua. Para hacerle mantenimie­nto, solían echarle cloro, que salpicaba a la pared. El cloro fue corroyendo la pintura y dejó heridas que, hasta ahora, parecían indelebles.

La jornada de los restaurado­res va hasta el final de la tarde, cuando la oscuridad hace difícil el trabajo. El cálculo es que en dos semanas

habrán finalizado su labor y la Universida­d de Antioquia gozará de nuevo la obra colorida, repleta de detalles y contradicc­iones, de colores que, luego del arreglo, aspiran a la eternidad

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FOTO EDWIN BUSTAMANTE Los restaurado­res trabajan sobre andamios y taburetes. Así se ve la obra.
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Artista PEDRO NEL GÓMEZ

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