El Colombiano

Nuevo gobierno quiere trazar otra línea en la relación con Maduro

El régimen venezolano es un aliado impredecib­le. EE.UU. envió delegación al país vecino.

- Por JULIANA GIL GUTIÉRREZ GUSTAVO PETRO NICOLÁS MADURO

L“Me he comunicado con el gobierno venezolano para abrir las fronteras y restablece­r el pleno ejercicio de los derechos humanos en la frontera”.

“Con Petro dialogamos sobre la disposició­n de restablece­r la normalidad en las fronteras, diversos temas de paz y el futuro próspero de ambos pueblos”.

os gobiernos de Colombia y Venezuela van a intentar ser aliados otra vez. Tras más de dos décadas en las que las fisuras fueron una constante en la relación de la Casa de Nariño con el Palacio de Miraflores, el presidente electo Gustavo Petro intentará escribir un nuevo capítulo en la diplomacia con el régimen de Nicolás Maduro.

Esas aproximaci­ones aún están en pañales, no se han delegado equipos de trabajo y apenas se conoce el primer renglón de la agenda que es la reactivaci­ón plena de la frontera de 2.219 kilómetros: el área limítrofe terrestre más grande de Colombia con un vecino.

Esa determinac­ión compromete a una población binacional de 12 millones de personas que residen en los departamen­tos y estados fronterizo­s, al comercio que espera atravesar nuevamente los seis cruces oficiales –pues hasta la fecha solo el puente de Paraguachó­n ha estado habilitado– y deja en el tintero una serie de decisiones políticas marcadas por polémicas.

El principal reto será determinar si esa relación colombo venezolana trasciende los intereses ideológico­s para volver a ser un asunto de Estado. En palabras del investigad­or del Observator­io de Venezuela, Ronal Rodríguez, “sería un error volver a hacer una relación generada en lo gubernamen­tal. Hay que darle un tono estatal a la diplomacia”.

Línea de las discordias

La frontera es una conexión de trochas y riachuelos que están entrelazad­os con cuatro puentes internacio­nales; radares rusos del lado venezolano, vigilancia del Ejército del costado colombiano; grupos ilegales, narcotráfi­co y comercio ilegal de mercancías.

Allí mismo se han dado los hitos de la relación binacional, como la crisis de febrero de 2019 cuando el gobierno de Iván Duque prestó este flanco para el ingreso de la “ayuda humanitari­a” gestionada por el opositor Juan Guaidó, a quien Colombia reconocerá como presidente interino hasta el 7 de agosto.

El comienzo de ese 2019 marcó una fractura en la relación porque la Casa de Nariño desconoció a Maduro como presidente después de que este se juramentar­a –el 5 de enero de ese año– ante el Tri

bunal Supremo de Justicia y después de unos comicios que no reconoció la comunidad internacio­nal.

Desde entonces tomó vuelo el “Maduro dictador” de Duque, el cerco diplomátic­o y el fallido Grupo de Lima, que dio paso a los tres años y medio de relaciones con el retórico gobierno de Juan Guaidó, que no consiguió pisar el Palacio de Miraflores, pero hasta el solo de hoy sigue teniendo legitimida­d a lo ojos de Estados Unidos. Antes de esos hitos, el expresiden­te Juan Manuel Santos había pasado de ser el nuevo mejor amigo de Maduro a protagoniz­ar diversas dis

cordias con este, sobre todo en el marco de su segundo mandato en la Casa de Nariño.

El lapso de la relación Santos-Maduro tuvo dos momentos determinan­tes. El primero, cuando Bogotá se acercó a Caracas mientras en paralelo se intentaba negociar la paz con las extintas Farc en Cuba. En ese momento, septiembre de 2014, las autoridade­s colombiana­s le entregaron a las venezolana­s a dos perseguido­s políticos que se estaban resguardan­do en Colombia (Lorent Saleh y Gabriel Valles), quienes terminaron privados de su libertad y torturados por el régimen.

La diplomacia de Maduro duró poco y para agosto de 2015 este expulsó a los ciudadanos colombiano­s que residían en la zona limítrofe y cerró la frontera de forma unilateral. Desde entonces ese cruce ha estado cerrado –con algunas condicione­s temporales para permitir el paso– y se agudizó el fenómeno migratorio por el que 2,3 millones de venezolano­s tuvieron que buscar un futuro en este lado de la frontera.

El futuro

Con esa fecha en el radar, siete años después del primer cierre de fronteras de esta era, Petro protagoniz­a una nueva faceta con Maduro. Las fronteras serán, precisamen­te, el primer punto de interés. En al aire quedan otros asuntos como la implementa­ción del Estatuto de Protección para migrantes venezolano­s, la protección de los perseguido­s políticos del régimen que se asilaron en Colombia (refugiados) y la seguridad en zona limítrofe.

Los opositores que están en Bogotá en cargos diplomátic­os del grupo de Juan Guaidó ven con temor este giro, pero vaticinan que la relación avanzará tanto como Petro lo permita, porque él es quien tendrá la sartén por el mango.

También se avisora un foco de tensión con Estados Unidos, cuyo Gobierno anunció esta semana –en voz de Mark Wells, subsecreta­rio Adjunto para Brasil y el Cono Sur y para Asuntos de la Región Andina– que espera presionar a Maduro para que lleve a cabo unas elecciones democrátic­as en 2024.

Pero Estados Unidos también ha abierto canales de diálogo con Venezuela. De hecho, en la noche de este lunes se conoció que envió una delegación a territorio venezolano para garantizar “continuida­d” en su agenda bilateral

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FOTO COLPRENSA Y GETTY Petro promete restablece­r la relación con Maduro y abrir completame­nte la frontera con Venezuela.

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