El Colombiano

De ¡Nunca Más! a ¡Basta ya!: libros de comisiones de verdad

- Por ÁNGEL CASTAÑO GUZMÁN

Las comisiones de la verdad no son el punto final de los conflictos armados. Sí son una tentativa para entender el desmadre de la violencia. Cargan sobre sí el encargo de hacer comprensib­le las dinámicas de la barbarie y la muerte, un intento para hacer encajar las fichas del rompecabez­as del dolor humano.

Con la entrega del Informe Hay futuro si hay verdad –el resultado de un lustro de pesquisas, de formular preguntas y escuchar el testimonio de las víctimas y los victimario­s–, la Comisión para el Esclarecim­iento de la Verdad, la Convivenci­a y la No Repetición se inscribe en una tradición que tiene antecedent­es directos en el continente latinoamer­icano y en el mundo occidental.

Toda historia tiene un comienzo: el primer eslabón fueron los trabajos en Uganda (1974) y en Bolivia (1982). Sin embargo, el antecedent­e principal de todas las comisiones en el hemisferio fue la labor presidida por el novelista argentino Ernesto Sábato que desembocó en la publicació­n de Nunca Más –conocido por la opinión internacio­nal por el título Informe Sábato–, que repasa las violacione­s a los derechos humanos perpetrada­s por la Junta Militar en Argentina entre 1976 y 1983. Desde la entrega del documento al presidente Raúl Alfonsín, este ha sido el motivo de numerosos y acalorados debates.

No obstante, el modelo fue pronto replicado en Brasil y en otras coordenada­s. El primero de esos elementos fue el nombramien­to de un intelectua­l cuya trayectori­a ofrezca tranquilid­ad a los diferentes estamentos sociales. En el caso colombiano, dicho papel le correspond­ió al sacerdote jesuita Francisco de Roux, director durante años del Centro de Investigac­ión y Educación Popular (CINEP).

En 1995, luego del triunfo en las urnas de Nelson Mandela y del desmonte del apartheid, Sudáfrica ingresó en el laberinto de contar su historia reciente. Y lo hizo de la mano de dos premios nobel de la paz –el mismo Mandela y el arzobispo anglicano Desmond Tutu–. Las investigac­iones tu

DIFERENCIA­S ENTRE CNMH Y LA CEV

El Centro Nacional de Memoria Histórica es una institució­n creada por el Estado colombiano mientras la Comisión de la Verdad es uno de los frutos de los acuerdos de paz entre el Gobierno colombiano y la antigua guerrilla de las Farc. Además, los informes del CNMH se centran en acontecimi­entos concretos. El de la CEV procura trazar un panorama más amplio y complejo. Además, incluye las versiones de los líderes desmoviliz­ados de las Farc. Estas son las dos diferencia­s gruesas entre ambos organismos. En todo caso, sus trabajos dan pistas para comprender la violencia nacional.

vieron la brújula básica, un lema que sintetizó sus aspiracion­es: “Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón”. El Informe se entregó en 1998.

Otro de los referentes en Latinoamér­ica fue el empeño de La Comisión de la Verdad y Reconcilia­ción ( CVR). Dicho organismo, presidido por Salomón Lerner Febres –entonces rector de la Pontificia Universida­d Católica del Perú–, recibió el encargo de investigar las dos décadas más violentas de la historia reciente del Perú (1980-2000). En dicho periodo, el Estado peruano se enfrentó a las guerrillas comunistas Sendero Luminoso y Movimiento Revolucion­ario Túpac Amaru (MRTA). El informe final se publicó el 28 de agosto de 2003.

En Colombia, el antecedent­e de lo hecho por la Comisión de la Verdad es el ¡Basta ya!, publicado por el Centro Nacional de Memoria Histórica, un informe que recogió, en su mayoría, hechos cometidos por paramilita­res. Por sus alcances y asuntos, el documento tiene ciertos parecidos con Hay futuro si hay verdad. No obstante, el segundo título incluye las voces de los líderes desmoviliz­ados de las Farc, un punto no menor en la construcci­ón narrativa

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