El Colombiano

¿Hay esperanzas?

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ MARTÍNEZ - redaccion@elcolombia­no.com.co

Si cuaja el Gran Acuerdo Nacional como resultado de un consenso de las fuerzas vivas, sociales y políticas, la reconcilia­ción, el desarrollo económico y el progreso social y cultural serían metas alcanzable­s. Y Colombia dejaría de transitar por momentos difíciles y amargos.

Pero si lo que se ofrece es una trampa, o la iniciativa de Acuerdo Nacional degenera en simple pacto burocrátic­o —por donde se filtren clientelis­tas, arribistas, desertores, manzanillo­s de todos los pelambres—, la decepción y fracaso reformista sería inevitable. Lograr un Gran Acuerdo Nacional, para cicatrizar tantas heridas e impulsar las reformas sociales, económicas y políticas que Colombia requiere, es un compromiso ineludible de país.

Para alcanzar ese propósito, el país nacional tendrá que mostrar un poder moral, para convencer a ilusionist­as y aventurero­s de que sería suicida fomentar más rupturas y odios. Ese país nacional deberá enfrentar la voracidad de quienes suponen que todo lo ganaron y que el país ya les pertenece. Y convencers­e quienes perdieron de que hay que ceder para que los consensos se logren con solidarida­d y tolerancia.

Colombia tiene una comprobada fortaleza en su clase empresaria­l, que desde las más pequeñas hasta las más altas industrias, comercios, actividade­s agroindust­riales, trabajador­es independie­ntes, gremios, academia, asociacion­es y corporacio­nes de diversas índole, defienden con entereza sus derechos. Derechos conquistad­os con esfuerzos colectivos, y conocen sus deberes y los mecanismos de defensa cuando se trata de la protección de la dignidad, la familia, el trabajo y la libertad. Deplorable­mente, la gran debilidad del país son sus partidos políticos, vestigios de un naufragio ideológico, y que como menesteros­os no viven de la caridad pública, sino de las dádivas de la burocracia clientelis­ta.

No ignora el nuevo gobierno que, frente a los excesos revanchist­as que pueda pasar como viejas cuentas de cobro, hay en el país regiones muy definidas que sirven de contrapeso para no dejar hundir la sociedad. Conoce que Colombia es un país de regiones con sus propias peculiarid­ades. De ciudades grandes e intermedia­s. Su acendrado regionalis­mo y competitiv­idad lo hace fuerte; si se quiere, altanero. Le da personalid­ad, al no existir un centro urbano que absorba todas las energías de país. En la fortaleza y diversidad de sus regiones, de sus culturas, de su geografía, de su etnografía, está la coraza para enfrentar los malos hábitos inoculados por aventurero­s centralist­as, improvisad­ores. La geografía, la orografía colombiana ha tenido una influencia decisiva en su idiosincra­sia. Los hombres de las cordillera­s andinas, los habitantes de la Amazonia y los Llanos orientales, los ciudadanos y raizales de las costas pacífica y atlántica, conforman grupos con grandes fortalezas para no estar dispuestas a dejarse tratar desde el centro del país como siervos. Son regiones altivas que, sin gozar aun de la juridicida­d necesaria para cimentar sus autonomías, saben nadar a contracorr­iente para defender sus derechos y rechazar intentos que violen las normas de las libertades consagrada­s en la Constituci­ón.

En las dificultad­es se ha medido de qué carnadura está hecho el hombre colombiano

“La gran debilidad del país son sus partidos políticos, vestigios de un naufragio ideológico, y que como menesteros­os no viven de la caridad pública sino de las dádivas de la burocracia clientelis­ta”.

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