El Colombiano

El tiple echó raíces en el parque de Envigado

Esta semana es el XXVI Encuentro Nacional del Tiple en este municipio de Antioquia. Le contamos la historia y la programaci­ón.

- Por LAURA FRANCO SALAZAR

El tiple es símbolo de libertad. Es uno de los tantos hijos rebeldes que tuvo la vihuela española — que es similar a una guitarra, pero con doce cuerdas agrupadas de a dos— tras su llegada a América Latina en manos de los colonos.

El finísimo instrument­o —la madre, la vihuela— sonaba en los eventos de salón de la alta Edad Media, mientras que su versión criolla —el hijo, el tiple colombiano— creció rodeado por los humildes, los campesinos, arrieros, mineros y artesanos. Además, dice David Puerta Zuluaga, en su libro Los Caminos del Tiple, este instrument­o ayudó a los Comuneros en su grito, a los Libertador­es en el proceso de emancipaci­ón.

Es uno de tantos descendien­tes. La vihuela dio origen a otros cordófonos latinoamer­icanos como el tres cubano, el cavaquinho brasilero y el charango boliviano. El tiple colombiano —de doce cuerdas agrupadas de a tres—, contento con su papel entre los pobres, se hizo infaltable en la música andina, en el regocijo de los bambucos y la dulzura de los pasillos. “Suena a campanitas, a platillos, es un sonido muy rico, muy lleno”, comenta Luis Guillermo Aguilar, cofundador y director artístico de la Corporació­n Encuentro Nacional del Tiple de Envigado (Cortiple).

Fue luego de que el general Santander lo presentara en sociedad que el tiple llegó, por fin, a los “encopetado­s salones, a las exclusivas salas de concierto”. Sin embargo, resalta Puerta, no abandonó las bodas, funerales, serenatas y despechos populares. Ya estaba inmiscuido en la vida cotidiana, era “símbolo y anclaje de la colombiani­dad”.

Raíces envigadeña­s

El parque principal de Envigado comenzó a recibir bajo las sombras de las ceibas y los palomares — en los años 70— a habitantes de todo el Valle de Aburrá. Los merenderos —señores de saco y corbata con instrument­os de cuerda entre los brazos— convocaban a los amantes de la música, hacían sonar el tiple y las guitarras cada noche en inmediacio­nes de las heladerías y los bares. “Para entonces los grupos serenatero­s tenían tiple en su formato instrument­al”, narra Luis Guillermo, “ahora se ha perdido mucho esa tradición”.

De Envigado han salido músicos de proyección internacio­nal como el compositor Pedro Pablo Santamaría y el cantor y tiplista Daniel Uribe Uribe,

que hizo las primeras grabacione­s de música andina en Nueva York, en 1910.

Salvarlo del olvido

La primera edición del Encuentro Nacional del Tiple, en 1997, inició con la bendición de Débora Arango. El afiche promociona­l del evento fue la última pintura hecha por la artista antes de morir. La llamó El Tiple Llora Sobre Colombia.

“Para el afiche de cada encuentro convocamos a artistas para que plasmen su idea del tiple”, cuenta Luis Guillermo, “a la maestra Débora, que disfrutaba de la música andina colombiana, la invitamos directamen­te para la primera edición”.

A partir de esta dinámica, la corporació­n cuenta con una pinacoteca única en el país: tiene más de 26 obras originales que captan la esencia del instrument­o. A día de hoy —y hasta el 15 de julio— está expuesta en el Palacio Municipal de Titiribí.

Más de veinticinc­o años lleva Cortiple procurando preservar la historia y la continuida­d del cordófono que suena a libertad.

Hasta el 3 de julio se realiza la edición XXVI del Encuentro. Espacios como el Parque Cultural Débora Arango, el Centro Gerontológ­ico AtardeSer, e incluso el Parque de Titiribí, serán escenarios de conversato­rios, trovas, talleres y conciertos. Las notas de pasillos y bambucos viajan desde ayer, resueltas y con júbilo, entre ceibas y palomares

 ?? CORTESÍA CORTIPLE ?? Ilustració­n del afiche de la primera edición. El Tiple Llora sobre Colombia, Débora Arango (1997). FOTO
CORTESÍA CORTIPLE Ilustració­n del afiche de la primera edición. El Tiple Llora sobre Colombia, Débora Arango (1997). FOTO

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