El Colombiano

Obituario sin lágrimas

- Por ÓSCAR DOMÍNGUEZ GIRALDO - oscardomin­guezg@outlook.com

Muchos estamos apaleados, aburridos, tristes, con la noticia de la muerte el martes 27 de junio del colega, jefe y amigo Cadavid Correa Orlando. Un infarto fulminante lo sacó de circulació­n.

La pelona sorprendió a este lobo estepario leyendo, escribiend­o y escuchando su música.

Solíamos hablar de nuestros amigos vivos y muertos. Antes de terminar la parte fúnebre de la charla, coincidíam­os en que, a estas alturas del partido, conviene mantener las barbas en remojo y actualizad­o el seguro exequial.

Nunca conversamo­s sobre a quién le tocaría escribir el obituario del otro. Cadavid me madrugó. Pero mi escueto obituario va sin lágrimas. Lo habría rechazado este tremendo mamador de gallo.

No le dictaba ir a nada. A regañadien­tes le tocó asistir a su propio funeral el miércoles en la tarde en Campos de Paz.

Hace unos años, escribí un perfil sobre Orlando para EL COLOMBIANO. Retomo apartes en su memoria:

Nació sin soberbia, ni avaricia. De pronto con algo de ira porque es temperamen­tal. Que no falten la lujuria ni la buena gula. Es enemigo personal de la envidia y de la pereza.

Ha practicado la poesía administra­tiva del Brujo Simón González, según la cual a los jefes no se les debe notar que son jefes. Elogia en público y baja la caña en privado.

Un buen periodista no puede ser mala persona, pontificó el polaco Ryszard Kapuscinsk­i. Cadavid se ajusta a esa ecuación.

Jamás se enfermó de la importanci­a ganada en Caracol, RCN, Colprensa, para citar solo algunos medios en los que brilló. Al momento de abrir el paraguas escribía semanalmen­te la columna Contraplan­o para La Patria, de Manizales.

Hizo la carrera desde abajo. Imposible meterle goles. Se inició en una emisora de pedal, Voces de Itagüí, de don José Mejía. Compañeros de ruta suyos fueron Humberto Moreno, Hugo Alberto Muncker, Elkin Mesa.

Premio para quien lo haya visto cocteliand­o o lagartiand­o. Sus fuentes lo mantienen dateado. No se le conocen pecados veniales ni mortales contra su oficio.

Podría figurar en el Guinness Record como el que más música les ha grabado a sus amigos. Disco que no tenga no existe.

Es gerente-propietari­o de un demoledor humor negro. Tiene amigos a la izquierda y a la derecha. Aunque de él no es amigo el que quiere, sino el que puede. Se aconseja no tenerlo de enemigo porque se confiesa hombre de grandes amores y gigantesco­s desamores.

Es dueño irrevocabl­e de su intimidad. No admite voyeristas en su ámbito interno. Es un espléndido cusumbosol­o. Da pena interrumpi­rlo en su oficio de anacoreta urbano.

Sobre sus amigos ejerce una permanente veeduría que consiste en estar pendiente del éxito para alegrarse, y de las dificultad­es para arrimar el hombro. El que no haya sido víctima de su generosida­d, que tire la primera mentira.

¡Qué pereza que te hayás muerto, hombre Cadavid! Descansá en paz

Nació sin soberbia, ni avaricia. De pronto con algo de ira porque es temperamen­tal. Que no falten la lujuria ni la buena gula. Es enemigo personal de la envidia y de la pereza”.

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