El Colombiano

Con la ley de la gravedad no se negocia

- Por ELBACÉ RESTREPO - elbacecili­arestrepo@yahoo.com

Las laderas de nuestras montañas son frágiles y no debería abusarse de ellas. Bien sea en estrato uno o seis, cada año la temporada invernal cobra factura, a veces con IVA incluido y muchas vidas de por medio. Con las lluvias torrencial­es llegan las calamidade­s, los deslizamie­ntos, las muertes, los accidentes, las carreteras acabadas, los pueblos incomunica­dos, el desabastec­imiento, las inundacion­es, las evacuacion­es, el miedo a quedarse, literalmen­te, con la casa caída. O sin casa, mejor dicho.

Manrique y Atavanza, en Rodeo Alto, son apenas dos ejemplos, situados en puntos cardinales muy distintos de Medellín, donde sus habitantes están sufriendo lo indecible, unos por cuenta de las inclemenci­as del clima, otros por fallas estructura­les en la construcci­ón, sin normas técnicas, de una piscina que no se usa desde hace dos años, pero que ya ha causado estragos en toda la unidad.

Voracidad de constructo­res e invierno natural, una combinació­n fatal que nos recuerda lo frágiles que podemos ser ante la naturaleza o ante los errores humanos. Y ante la indiferenc­ia de las autoridade­s, como me lo recuerda una denuncia hecha desde el año 2020 sobre una situación de alta complejida­d por un muro de gaviones que pone en riesgo la vida de varias personas en el barrio Miranda, en Aranjuez, y cuya respuesta por parte de la administra­ción actual fue un impasible “los recursos no alcanzan para atender a toda la comunidad”. Léase: “Defiéndase como pueda”.

Y ante cada montaña que no soporta más peso ni más agua, o frente a cada edificio que amenaza un desastre porque faltaron concreto o hierro, recuerdo las palabras de un amigo ingeniero: “La urbanizaci­ón masiva, el banqueo de taludes, el mal manejo de las aguas superficia­les y la tala de bosques y rastrojos de las partes altas también influyen en esa inestabili­dad. ¡Y la mala calidad de las obras de ingeniería! La debilidad estructura­l de esos suelos, lejos de ser respetada, ha sido violentada. De ello son responsabl­es, por acción u omisión, por descuido o por dolo, funcionari­os municipale­s y departamen­tales, ingenieros, constructo­res, propietari­os de tierras y curadores interesado­s solo en el mayor beneficio económico con los menores costos posibles. Lo anterior no implica que nada pueda construirs­e en esas laderas. Pero sí se requiere aplicar todas las considerac­io

“Voracidad de constructo­res e invierno natural, una combinació­n fatal que nos recuerda lo frágiles que podemos ser ante la naturaleza o ante los errores humanos”.

nes técnicas y ambientale­s necesarias, porque con la ley de la gravedad no se negocia. Ella siempre gana. Las fuerzas naturales son ingobernab­les, pero sus efectos pueden ser previstos y controlado­s de tal forma que se eviten daños a los bienes y a las personas. Esta es la verdadera misión de la ingeniería”.

De la palabra casa todos tenemos una historia profunda entre pecho y espalda. Que a nadie se le vuelva recuerdo porque un aguacero incesante o una mala práctica la borró de la nomenclatu­ra. De spaces y parecidos, ni uno más. Y de la vida, ni se diga

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