Óscar Campo, de la cinefilia al documental ensayístico
Invitado a la Feria Cultura y Libros de El Tesoro, el documentalista caleño hace parte de la generación que en los 80 y 90 hizo parte de la escena audiovisual colombiana.
“Varias películas que he hecho están inspiradas en Memorias del subdesarrollo y en el cine alemán”.
En Cuerpos frágiles, Óscar Campo —cineasta y profesor de la Universidad del Valle— produjo una obra peculiar: un documental ensayístico. Inspirado por el trabajo fílmico de los franceses Chris Marker y Jean-Luc Godard, tejió un relato en el que esgrime preguntas sobre las formas de mirar al enemigo, al adversario. Lo hizo a finales del gobierno de Álvaro Uribe Vélez y en el escenario de la lucha contra el terrorismo. Dicha obra —que se puede ver online y sin costo— recopila imágenes de la muerte del líder guerrillero Raúl Reyes y reflexiones en la línea argumentativa de Slavoj Žižek y Noam Chomsky. Campo conversó con EL COLOMBIANO minutos antes de su participación en la Feria Cultura y Libros de El Tesoro, evento en el que el Valle del Cauca fue la región invitada.
¿Cómo fue su formación de cineasta, la manera de afinar la mirada?
“Comencé siendo consumidor de cine en el Cineclub de Cali, en los años 70. Ahí hice un curso de cine con Andrés Caicedo, un curso de pocos meses. Después Andrés y yo nos volvimos amigos, estuve cinco años viendo cine con él. Luego entré a Comunicación Social en la del Valle. Y ahí se cambió un poco la dirección: me interesaba el cine desde la teoría, no solo desde la cinefilia. Y ahí comenzamos a construir un aparato de escritura, de guiones, de pequeñas prácticas.
En 1988, cuando apareció Telepacífico, lanzamos con Luis Ospina el proyecto de Rostros y Rastros. Ahí mucha gente tuvo la posibilidad de hacer películas: Carlos Mayolo, Luis Ospina, Lisandro Duque. Pude hacer más de 20 documentales cortos y largos. En 2005 hice Yo soy otro, un largometraje de ficción”.
Los pioneros de la cinefilia en Cali ya murieron. Primero, Andrés, por una sobredosis de calmantes. A su alrededor se tejió la leyenda del autor precoz, del adolescente genio. Luego se deshojarían Carlos Mayolo –director de Carne de tu carne– y Luis Ospina, el decano del documental de autor en Colombia. En pie se conservan Eduardo Carvajal, Sandro Romero y Oscar Campo.
Este impulso vallecaucano de hacer cine, ¿se origina en el cineclub de Cali o es anterior?
“El impulso inicial es el de la cinefilia. Yo creo que venía antecedido del teatro, el TEC, por ejemplo, tuvo una importancia muy grande. En Cali se organizaron muchos grupos de teatro en torno al TEC. Andrés Caicedo, antes del cineclub, entró a trabajar como actor, creo, en
dos o tres obras del TEC y después hizo el cineclub de Cali. Ahí comienza a acrecentarse la cinefilia. Luego llegaron Ospina, que estaba estudiando en los Estados Unidos, y Mayolo, que trabajaba fundamentalmente en publicidad. Luego, la Universidad del Valle fortalece la producción audiovisual”.
¿Cuáles son las obras y los autores que usted sienta que lo han influido?
“A mí me interesa mucho el cine de Chris Marker. Me gusta mucho el cine de Allen Reisner. Hay una película que siempre he estudiado: Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea. Con esa película descubrí cómo se podía mostrar la subjetividad en el cine. Varias películas que he hecho están inspiradas en Memorias del subdesarrollo y en el cine alemán de los años 50 y 60. También me han interesado mucho las películas de Alexander Kluge”.
¿Godard no?
“Godard, sí, claro, se me olvidaba Godard. Es alguien que estudió permanentemente”.
¿Cómo ha transformado su práctica de cineasta el hecho de ser profesor de una facultad de comunicación?
“La Universidad del Valle es un aparato cultural basado fundamentalmente en la investigación, que tiene que ver no solamente con la disciplina que uno tiene. En mi caso, por ejemplo, es el cine y el audiovisual. Ahí es muy importante establecer conexiones con la filosofía, con las otras artes, con las ciencias sociales. Esa cercanía con otras disciplinas, me parece, es una necesidad de mi trabajo. La necesidad básica de los cineastas, por lo general, es escribir buenas historias y hacer películas. Esa no es tanto, digamos, la misión del profesor. Entonces, produzco dentro de las coordenadas del deseo de ese aparato cultural que es la universidad.
También trabajo con muy pocos recursos, con los que se pueden conseguir en la universidad. No son los montos que maneja la gente de la industria del cine: un largometraje puede costar un millón de dólares. Eso es imposible para el medio universitario. Pero esos pocos dineros, que pueden llegar a ser 30 o 40 millones de pesos, sirven para mantener una continuidad, para estar haciendo películas continuamente”