El Colombiano

Tras un año de olvido, Villatina le pide a Quintero que dé la cara

La comunidad conmemoró un año de un deslizamie­nto que dejó a 13 viviendas con orden de desalojo y 2 vehículos dañados. La ola de lluvias acrecentó el problema.

- Por GUSTAVO OSPINA ZAPATA

primera fase en 2021, este año vamos a contratar la segunda fase, que desarrolla­rá los cuatro componente­s. Sin embargo, no tenemos que esperar a tener las dos fases para ejecutar acciones de corto plazo. Hay institucio­nes y empresas que ya se quieren instalar en el territorio, saben que el aeropuerto El Dorado no tiene capacidad de soporte y que se están trasladand­o a Antioquia. Hay empresas como Viva Air y Ultra Air que ya tienen centros de operación.

Nosotros las estamos acompañand­o, eso tiene detrás la estructura­ción de incentivos tributario­s en los municipios, tiene un trabajo con academia importante porque piden perfiles específico­s, lo que implica crecer en programas de formación. Solo tres de los 23 municipios de Oriente mencionan lineamient­os para la región aeroportua­ria en sus planes de ordenamien­to. Por eso debemos empezar ya a trabajar porque si no se limitará la capacidad de la región-aeropuerto. También se instaló una mesa de movilidad para planear vías”.

¿En qué se convertirá esta región en el país cuando el proyecto se consolide?

“Será el segundo conglomera­do más grande del país en términos logísticos y de transporte. Vamos a recibir toda la industria conexa al sector aeroportua­rio, al mantenimie­nto, a la reparación de aviones, de repuestos y partes. Complement­ará la operación de pasajeros y carga y la oferta de El Dorado, lo que le dará mayor competitiv­idad al país”

Las cosas más insólitas en cuanto a la atención de una emergencia pasan en Villatina, que históricam­ente ha sido uno de los barrios más pobres de Medellín, ubicado en la mitad de las montañas del oriente de Medellín, y por ello precisamen­te su cotidianid­ad ha estado asociada a las tragedias.

¿Quién olvida la de hace 35 años (27-09-1987), cuando un deslizamie­nto de tierra sepultó a cerca de 500 personas y 270 casas?

Pero como si fuera un sino fatal, hace un año otro sacudón de la tierra ocurrido el 22 de junio volvió a sembrar ruina sobre este barrio de obreros, venteros ambulantes, estudiante­s soñadores y madres cabezas de hogar que a fuerza de muchas luchas levantaron sus casas sobre empinadas laderas que antaño fueron bosques y más atrás territorio de indígenas que oraban en el cerro Pan de Azúcar y desde allí divisaban el valle.

Este deslizamie­nto, por fortuna, no causó víctimas, “pero fue más por cosa de Dios”, como dice un habitante, que por el fenómeno en sí, pues el riesgo fue tal que trece familias debieron abandonar sus casas para prevenir la desgracia: “Mi mamá trabajó muy duro en casas de familia para levantar la casita, poco a poco le fue metiendo hasta que la terminó”, cuenta Elkin de Jesús Berrío, un hombre de 53 años, enfermo de epilepsia y otros males por los cuales ha sido declarado discapacit­ado y cuya familia es una de las que debieron salir de sus predios para evitar la muerte.

Su madre, que hoy tiene 88 años, que ganó la pensión solo cuando tenía 82 después de hacer muchas vueltas para que se le reconocier­a este derecho, y cuya salud se ha deteriorad­o por verse obligada a dejar su casa, espera que la alcaldía cumpla con su obligación no solo de solucionar el riesgo que dejó el deslizamie­nto sino también con todo lo que les adeuda a ella y a las demás familias afectadas.

Que manden caciques

La desazón por la manera como la administra­ción ha encarado este problema es tal, que William Restrepo, vocero de los afectados y presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) del barrio, dice que ya se les llenó la taza y se les acabó la paciencia.

“Desde el día del deslizamie­nto vino el Dagrd. Dijeron lo que había qué hacer para arreglar el problema, pero después de un año no han cumplido nada y dejaron que esto se creciera más”.

Fue tal la desesperac­ión acumulada tras un año de desidia, que el pasado miércoles, al cumplirse un año y 10 días de la emergencia, los vecinos se tomaron el sitio, (calle 52, entre carreras 14 y 15) y celebraron el aniversari­o con música y bombas de colores.

“Acá necesitamo­s que venga el cacique (se refieren al alcalde Daniel Quintero), no tantos indio que no toman decisiones, ellos mismos le dicen a uno que saben el problema y las soluciones, pero que no les dan plata y no pueden hacer más”, repite don William, a quien las únicas fuerzas que no se la agotan son las de lu

char por su gente, su territorio. Tiene la memoria ancestral de quienes poblaron la zona.

A su lado están el morro cubierto con plásticos negros. Las casas casi colgando de la cima a punto de caer. Las viviendas de abajo, cuyas familias temen que en la caída de más tierra o de las casas la desgracia también las alcance. Y los rostros adustos y muy tristes de la gente.

“Yo sí me quedé en la casa, toda mi familia se fue, que pase lo que tenga que pasar, no me voy de lo mío”, advierte Juan Henao, otro adulto enfermo y con muchas huellas de sufrimient­o en su rostro.

Cuentan las familias que para que desocupara­n sus casas les prometiero­n pagarles arriendo temporal. Empezaron aportándol­es $350.000, pero solo cumplieron dos o tres meses. Han pagado de sus cuentas los arriendos, obviamente mucho más caros, a $600.000 o más, aseguran Juan Fernando, Elkin de Jesús y el presidente de la JAC.

Mientras tanto, a las casas dehabitada­s siguen llegando cuentas de servicios e impuestos. ¡Vaya a saber quiénes pagan y quiénes no! Conociendo las realidades de su población, toda de estratos 1, 2 y máximo 3, fácilmente se colige que muy pocos.

“Es que no haber hecho nada en tanto tiempo ya pasó factura. Antes esto se solucionab­a con un muro y repotencia­ndo las casas, pero con tanto invierno ya hay socavación, las casas tienen grietas y hay que demolerlas, y la deuda acumulada con las familias es mayor”, advierte William.

Dicen los vecinos que no dejarán abrir la vía, que el barrio está unido y que si ya aguantaron lo más no tendrán problema en aguantar lo menos. Para la alcaldía la ecuación puede ser a la inversa: lo de menos fue olvidarlos y tratarlos como personas de tercera o de última categoría. Lo demás será la solución y las inversione­s que el caso demanda. Decisiones que deberán tomar los “caciques”. A los “indios” ya no les creen

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 ?? FOTO MANUEL SALDARRIAG­A ?? Tras un año de no abocar la solución del problema en el talud, el terreno sufrió socavación y la semana anterior hubo nuevos desprendim­ientos de tierra desde la montaña.
FOTO MANUEL SALDARRIAG­A Tras un año de no abocar la solución del problema en el talud, el terreno sufrió socavación y la semana anterior hubo nuevos desprendim­ientos de tierra desde la montaña.

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