La Cossio al desnudo
La sala de La Maldita Vanidad se abre para recibir un monólogo que, gracias a la historia de la actriz Carmenza Cossio, se convierte en un diálogo íntimo y real que inspira a trabajar por lo que se quiere sin importar la edad.
Una sala acogedora en el rincón de un hogar abre sus puertas para contar una historia propia. Carmenza Cossio, quien escribe y protagoniza la obra, se planta frente a un público que espera ver la desnudez de una vida entera. Una conversación divertida, íntima y llena de anécdotas que se van hilando con el aprendizaje bajo la dirección de Jorge Hugo Marín.
El desnudo muestra algo más de lo que puede pensar el espectador. Una mujer como cualquier otra se enfrenta al público y lo invita para compartir una conversación poco usual. Cossio se une en un diálogo privado e íntimo que logra cautivar a quien la escucha. Una familia sencilla que viene de un paisaje único, propio de la zona cafetera del país. Un hogar compuesto por papá, mamá y tres hijas. Una casa de campo humilde y muy acogedora es el primer escenario que se describe en esta historia.
La premisa con la que se inicia la narración se da entre cuestionamientos relacionados con el destino. “¿Existe el destino? Si existe, ¿es inamovible o lo podemos cambiar? ¿Tendremos un camino marcado, trazado desde antes de nacer?”. Sin embargo, con el desarrollo de la obra, el público descubre que el hilo conductor es la educación y el aprendizaje constante. Una mujer decidida que sueña en grande. Desde muy joven buscó ser alguien, como dicen las abuelas, aunque no sabía muy bien qué. Lo que sí tenía claro era lo que no quería ser. Desde el colegio hasta el momento en el que empezó a trabajar como auxiliar de vuelo, la Cossio sabía que podría lograr todo lo que se propusiera.
De la misma forma surgió hace diez años la idea de escribir y contar su propia historia. La parte más difícil fue recordar su infancia y lo que pasaron con su familia al llegar a Bogotá en los años 70, época en la que las políticas socialistas enmarcaban el contexto social y los fundamentos tradicionalistas infundían miedo y represión, especialmente en el género femenino. Aquella fue una sociedad machista que no concebía a una mujer fuera de los roles de casa. La Cossio tuvo una madre que sabía callar y un padre que entendía por periodismo el oficio de vender periódicos. Era un panorama poco alentador para ser diferente y arriesgarse por lo que se quería. Orgullosa de quien era, esta mujer aprendió que no tenía por qué quedarse callada. Soñaba con ser periodista, pero la actuación llegó de golpe, sin avisar y como cosa del destino. Carmenza Cossio le abrió la puerta a una oportunidad que creyó imposible en ese momento. Hubo personas que creyeron en ella, como su hija Mónica Lopera, pero también aparecieron los que le recomendaron desistir. Ella optó por la primera opción.
La Universidad de Antioquia le brindó el espacio para profesionalizar su oficio y convertir la pasión en profesión. El resultado de ese reto se materializa hoy con este monólogo. “El teatro es como los hijos: te cambian la vida”, así describe Carmenza lo que le ocurrió cuando conoció el mundo de la actuación. Asegura que a “a las tragedias uno les da el poder” y ella decidió quitarles ese poder, levantarse y aprender.
La Cossio desnuda cuenta la historia de una mujer común, frágil, sencilla y fuerte. Una mujer que se mantuvo y siguió aprendiendo. Es una historia que puede ser igual a la de muchas mujeres y hombres. Como cualquier conversación, esta se torna cálida, con momentos de tristeza, con silencios que, más allá de incómodos, nos hacen pensar en nuestras propias historias.