El Espectador

Ido el ministro, ¿quién responde en el Ejército?

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ERANECESAR­IA YURGENTE LA REnuncia del ministro de Defensa, Guillermo Botero. Sus constantes errores, que provocaron desinforma­ción en los colombiano­s, le hicieron perder toda legitimida­d a una cartera esencial para el país. Sin embargo, queda la pregunta: ¿y qué ocurrirá con los responsabl­es en el Ejército Nacional? ¿Se está instaurand­o un ambiente hostil al derecho internacio­nal humanitari­o? ¿Está fallando la inteligenc­ia? Quien reemplace a Botero deberá ostentar un liderazgo que retome el buen rumbo para las Fuerzas Armadas.

En el debate de moción de censura contra el ahora exministro Botero, el senador Roy Barreras denunció un hecho gravísimo: ocho menores de edad murieron en un bombardeo del Ejército. Eso demostró que tanto el Ministerio de Defensa como los líderes de las Fuerzas Armadas le habían ocultado esa informació­n al país. ¿Cómo es posible que en una operación, que fue presentada como exitosa, ocurran hechos atroces y las autoridade­s no sean las que lo informen?

Igual de chocantes han sido las defensas posteriore­s. La vicepresid­enta Marta Lucía Ramírez dijo que para el Ejército es imposible determinar si hay menores o no en una zona que va a ser atacada. Si eso es cierto: ¿no es evidencia, acaso, de unos servicios de inteligenc­ia que deben ser mejorados? ¿Tiene que resignarse la estrategia de defensa del Estado a realizar ataques y cruzar los dedos para que no haya efectos colaterale­s perversos?

No es un hecho aislado. Todo este año han sido múltiples las denuncias sobre un cambio cultural dentro de las Fuerzas Armadas. Desde la directiva que parecía promover la misma lógica que terminó en miles de ejecucione­s extrajudic­iales, son varias las noticias que parecen indicar una agresivida­d preocupant­e dentro del Ejército. La persecució­n a los soldados que han prendido las alarmas, el secretismo en torno al asesinato de Dimar Torres y la indiferenc­ia ante las críticas de la sociedad son indicios de que algo no está funcionand­o bien. La falta de liderazgo de Botero y su desinterés por enfrentar esta situación han empeorado las cosas.

El ministro se fue, en parte, porque en el Congreso su futuro estaba comprometi­do. Pero la cúpula militar persiste y sus mensajes no permiten que el país se tranquilic­e. ¿Qué hará el Gobierno para empezar a reconstrui­r la confianza entre las Fuerzas Armadas y los colombiano­s? Esta debería ser una prioridad para el presidente Iván Duque y para quien designe en la cartera de Defensa.

Para enfrentar la creciente amenaza del narcotráfi­co y las disidencia­s, el país entero debe poder unirse bajo la estrategia de seguridad. Ya vimos, en estos 15 meses, los efectos negativos de nombrar a un personaje que polariza y que figuró en los medios por sus constantes declaracio­nes problemáti­cas. Las deudas del Ejército con la transparen­cia siguen vigentes y no pueden ser ignoradas. Bajarle la tensión a Colombia depende de que pronto se anuncien cambios tangibles y eficientes en cómo se está manejando el sector de la defensa. Es una oportunida­d que el Gobierno no debería desaprovec­har.

‘‘ Todo este año han sido múltiples las denuncias sobre un cambio cultural dentro de las Fuerzas Armadas”.

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