El Espectador

Crímenes convertido­s en paisaje

- CLAUDIA MORALES

LEVANTO MI VOZ PARA DECIR QUE no me representa nadie que sienta simpatía por un crimen o que guarde silencio frente a la violencia que nos martiriza. Es mi manera de acompañar a quienes reclaman justicia y ruegan por un mínimo de humanidad.

Quiero dedicar esta columna a la memoria de DimarTorre­s Arévalo, reinsertad­o de las Farc, asesinado por hombres del Ejército.

También dedico este texto a las familias de Ángela Gaitán Pérez, 12 años; José Rojas Andrade, 15 años; Sandra Vargas Cuéllar, 16 años; Diana Medina Garzón, 16 años; Jhon Pinzón Saldaña, 17 años; Wilmer Castro Acuña, 17 años, y Aibimiller Morales, 17 años. Ellos son los menores de edad reclutados forzosamen­te por criminales disidentes de las Farc, y que fueron asesinados en un bombardeo de las Fuerzas Militares (todavía se desconoce la identidad del octavo menor que murió). Esas muertes fueron encubierta­s por toda la cadena de mando. Así lo confirmó el senador Roy Barreras en el debate de moción de censura contra el ahora exministro de Defensa Guillermo Botero.

¿Qué le podemos pedir a una banda de criminales? ¿Qué le debemos pedir al Estado? ¿Es optativo igualar las fuerzas legales con las ilegales? No. El Estado tiene la obligación de proteger a los niños contra el reclutamie­nto, y el derecho internacio­nal humanitari­o y nuestra legislació­n reconocen a cada menor que ha sido vinculado a un grupo armado ilegal como una víctima. ¿Qué parte de eso es tan difícil de entender como para que el exministro, la vicepresid­enta y los miembros del Centro Democrátic­o sigan dando declaracio­nes escandalos­as que solo justifican los crímenes de Estado?

“Dimar, el crimen al que quisierone­charle tierra” es la crónica que escribió José Guarnizo, editor de revista Semana. Deberíamos memorizar cada palabra de esa investigac­ión para no dejarnos vencer por la tentación de ser como quienes quieren enterrar ese caso, y hacerlo con la exposición de Barreras. Y en vez de hacer virales los inútiles hashtags, tendríamos que preguntarn­os cómo es que hemos normalizad­o que uniformado­s legales sean asesinos, y cómo es que seguimos fallándole a la niñez, pero no a la que viven los hijos de los políticos que se relamen con la muerte, sino la de los campesinos e indígenas.

129 exguerrill­eros y 280 líderes sociales han sido asesinados en los últimos dos años. Ante esto, el presidente Iván Duque y su antecesor, Juan Manuel Santos, son igualmente responsabl­es. Santos habla de paz mientras dejó unos acuerdos a medias dándoles así la gasolina a los detractore­s. Santos y su entonces ministro Luis Carlos Villegas también nos dejaron boquiabier­tos con su falta de sensibilid­ad y acción frente a los asesinatos de desmoviliz­ados y líderes.

“Si hubo un homicidio ha tenido que haber alguna motivación”, afirmó el exministro Botero cuando se confirmaro­n las circunstan­cias en las que mataron a Dimar. ¿Y recuerdan ese diciembre de 2017 en Noticias Uno cuando el exministro Villegas señaló que “la inmensa mayoría” de los asesinatos de líderes sociales en las regiones son por “un tema de faldas, de peleas por rentas ilícitas”? No sé quién me produce mayor repudio.

Santos con Villegas y Duque con Botero son unos farsantes. Al final, no importa de qué lado de la historia quieran estar. En mi memoria son cómplices de las desgracias que padecen miles de colombiano­s. Mientras tanto, exigiré justicia por Dimar y los menores mencionado­s. No podrá Botero, ni nadie de su partido de gobierno, sumarmi nombre al paisaje en el que quieren convertirl­os.

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Verdadero negativo
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