El Espectador

La voz aguda de la rebeldía

“Yo niña”, película dirigida por la argentina Natural Arpajou, hace parte del Festival Internacio­nal de Cine Independie­nte de Villa de Leyva.

- ANDRÉS OSORIO GUILLOTT 1707andres@gmail.com @Ala_carachasAO­G

Armonía se llama y eso mismo representa. Armonía es la protagonis­ta de la historia que se alimenta de la vida de Natural Arpajou, la directora de Yo niña. Armonía nos señala ese fenómeno de la orfandad de América Latina, ella es el símbolo de una sociedad que elogia el vacío.

El fuego que la quema, el fuego que destruyó su primera casa y el fuego que quemó una Barbie vestida de azul es el elemento que anuncia el quiebre, que nos anticipa un giro en las emociones, en el curso de los propósitos de una familia hippie que nos sugiere y nos recuerda que lo difícil es estar al lado del camino, que serán muchos los días de hambre e incertidum­bre, de seguir resistiend­o y seguir creyendo que es posible realizar la existencia estando al margen de esa gran máquina que llamamos sistema y al que todos pertenecem­os porque creemos en él o porque nos es indiferent­e que nos devore siempre y cuando estemos cómodos.

“Los chicos dicen que sos rara, los de la escuela”, le dice Gimpy a Armonía. Ella responde: “Lo mismo dicen de Janis Joplin”. Así se va reflejando una lucha que desde pequeños asumen muchos cuando hablan, piensan o sienten diferente. La sociedad, la ciudad, ese mismo escenario lleno de furia que señaló Cerati hace décadas y del que la familia de Armonía pretendía huir al vivir en uno de los bosques que dibujan la majestuosi­dad de la Patagonia argentina, es el mismo escenario que nos va consumiend­o, que nos convierte a todos en “iguales”, pero no en los iguales de los que hablamos cuando exigimos un trato equitativo, sino los iguales que siguen las normas y el mismo camino para obtener grandes títulos. Esa misma ciudad que se hace agresiva es la que marca un choque en esta familia diferente que asume un discurso utópico y rebelde.

Arpajou, quien convirtió un texto de quinientas páginas que contenían muchos de sus dolores y sus preguntas en el guion para esta película, que a su vez es su primera obra cinematogr­áfica, plasma en esta historia parte de su biografía, parte de la ausencia de un padre, de una familia hippie que se dedicó a una vida nómada, que le sembró a ella otras ideas y otras costumbres que se vieron en conflicto cuando tuvieron que enfrentars­e a la realidad de Buenos Aires cuando ella tenía 16 años. Yo niña es un relato, unas reminiscen­cias y una posibilida­d de repensar en la orfandad, en la educación, en la infancia como esencia y base de nuestra existencia.

Armonía crece aislada de la sociedad citadina, crece acompañand­o a su padre a pescar mientras él le inculca que la vida es mucho más pura y sublime si está lejos del sistema. Armonía, que inspira bondad y se alimenta de osadía, crece siguiendo sus impulsos y su irreverenc­ia, provocados por una educación en la que la libertad se puede disfrazar fácilmente de libertinaj­e. El choque de ideales, sueños y un amor atravesado por el reto de permitir que los seres humanos sean como su corazón y conciencia dictan son los elementos que nutren esta película y dejan al espectador pensando en la imposibili­dad de ser livianos y vivir sin ataduras ni secuelas.

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/ Cortesía Festival de Cine Independie­nte de Villa de Leyva Andrea Carballo y Huenu Paz Paredes, actrices de “Yo niña”.
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