El Espectador

J Balvin: imparable

Así fueron los primeros pasos del artista, cuyo concierto debut tuvo menos de la mitad de la convocator­ia esperada. Esos tropiezos lo convirtier­on en la estrella que es en la actualidad.

- SARA KAPKIN

“Tuve un consejo de una persona bien importante de los medios de comunicaci­ón en Estados Unidos que me dijo: ‘Sabe qué pelao, devuélvete para Medallo, empieza de cero, que te crean y cuando te crean vas a ver que el mismo público colombiano te va a alzar y te va a llevar a otro nivel’. Y eso es lo que estamos haciendo”, le dijo J Balvin a un medio regional cuando apenas tenía 22 años.

Él, que se había ido a tocar puertas en disqueras de ese país, volvió entusiasma­do, con un par de canciones y la idea de seducir a sus paisanos con su música. Tomó un camino sin retorno. Había decidido dejar la universida­d, después de cinco semestres de negocios internacio­nales, para convertirs­e él mismo en “El Negocio”.

Pero la tarea era mucho más difícil que poner a bailar a los suyos a su ritmo. Tenía que ganarse el respeto y la credibilid­ad de los demás artistas, pues el reguetón hasta entonces era exclusivo de los puertorriq­ueños, y él se metió en su juego.

Pero sobre todo tenía que ganarse la credibilid­ad de la gente y de los medios que no daban un peso por un reguetoner­o sin acento boricua.

De esa época, Bull Nene, compositor de himnos reguetoner­os como Ay vamos y Ginza, recuerda, “Balvin y los otros que empezaron a hacer reguetón eran, como decimos acá, unos patos (¿bobos?), pero hubo una canción, Obra de arte, de J Balvin con Final y Shako, que hizo que la gente dijera: ok, pueden hacer cosas buenas. Después de ahí el que hacía reguetón era J Balvin. Yo caminaba en cualquier parte y por cómo iba vestido me decían: ‘ey, J Balvin’”.

Balvin empezó a voltear el juego a su favor con una mezcla de intuición, una habilidad para los negocios que parece innata y convirtien­do aquello que lo diferencia­ba de los puertorriq­ueños en la identidad de su música, en su marca.

“El reguetón de Puerto Rico era un reflejo de lo que esa juventud en esa sociedad vivía y pensaba. Ellos eran calle. Los pelaos de aquí, muchos también eran de barrios y de condicione­s muy difíciles, pero tenían otro contenido (y otro contexto) que les permitía pensar diferente. Acá empezó la balanza a cambiarse y ese cambio hizo que el reguetón como género llegara a lo que hoy en día es: pop”, dice Federico Ángel, cofundador de la agencia de managment y booking Forward Music.

Y Balvin tenía una idea muy clara y muy propia de lo que era la calle, así se lo explicó en una entrevista a la revista Shock en 2010: “Mi vida no es maleanteo ni tengo que robar o vender drogas o andar con un combo para ser calle (…) Para mí ser calle es tener berraquera. Multiplica­r los $20 mil que uno tiene en el bolsillo sin pasar por encima de los demás. Eso es ser calle: ser un rebuscador. Eso implica que salgas del barrio y de la necesidad. El éxito hay que buscarlo”.

Y él sí que ha salido del barrio y multiplica­do sus números con esa idea de calle, porque el éxito de su música, más allá de cómo suene, tiene que ver con la estrategia que la ha puesto a sonar en los lugares correctos.

En el camino de vuelta de Estados Unidos, J Balvin ya sabía dónde tenía que sonar para empezar a pegar, entonces al llegar a Medellín grabó La playa una canción que ya tenía escrita hacía tiempo, con el firme propósito de convertirl­a en el himno de los estudiante­s de último año que se iban de excursión a San Andrés para despedir su paso por el colegio, una tradición que se cumplía cada año en Medellín.

Y funcionó. “Lo primero que conocí de José (J Balvin) fue La playa, Sencillo y Éxtasis, tres canciones que en Medellín se volvieron virales a punta de cd quemados y que se convirtier­on en los himnos de una excursión a San Andrés en 2006”, recuerda Ángel, que después de mucho rumbear con canciones de Balvin decidió hacer un concierto, el primero de él como promotor y el primero de Balvin con cartel a su nombre.

Fue en junio de 2007 en la discoteca La Gran Manzana. Al sitio le cabían cerca de mil personas, pero entraron poco menos de la mitad. J Balvin, que cobró US$1.500 tuvo que llevar su propia pirotecnia.

“Creía que él iba a ser la próxima estrella, por el fenómeno que estaba causando aquí en la ciudad. Él se pegó como de verdad se deben pegar los artistas: a partir de la gente, de lo que la música fue causando en la gente”, recuerda Ángel.

Y aunque no fue un buen negocio, hoy, 12 años después, es un gran recuerdo, pues J Balvin se ha convertido en una estrella, entre otras cosas fue el primer artista latino en alcanzar los 1.000 millones de vistas con un video ( Ay vamos). Mi gente fue la primera canción latina en alcanzar el puesto número 1 en el Top 50 de Spotify Global, y él fue el primer artista latino en protagoniz­ar el cartel del festival Lollapaloo­za, y este año su showen el mítico Madison Square Garden de Nueva York fue “Sold Out”. Hoy no se puede hablar de reguetón sin hablar de él. Es parte de la historia.

Pero hoy su ambición trasciende los números, J Balvin quiere redefinir el nuevo mainstream, y eso, en sus palabras, se traduce en seguir abriendo la mente de las personas. “¿Quién dijo que tenías que cantar en inglés para ser global?”. Pero en esa idea de ser global cantando en español radica otro de sus propósitos, cambiar el concepto de lo latino, hacerlo cool, pero, sobre todo, inspirar a la gente, pues según él “ser exitoso es inspirar a la gente a seguir soñando”.

Por eso procura mantener una actitud positiva, tranquila y cercana a sus seguidores. Él quiere que también vean a José Álvaro Osorio Balvin, el hombre que soñó con ser J Balvin.

J Balvin en Movistar Arena, en Bogotá. Sábado 9 de noviembre, a partir de las 8:00 p.m. Informació­n y boletería: www.tuboleta.com.

Pero en esa idea de ser global cantando en español radica otro de sus propósitos, cambiar el concepto de lo latino, hacerlo “cool”, pero, sobre todo, inspirar a la gente.

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Getty Image J Balvin se presentará en Bogotá, Medellín y Manizales./

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