Los mañosos “dos lados de la historia”
EN MEDIO DE LA DESOLACIÓN QUE nos dejó la insensibilidad del Gobierno ante la revelación de los niños reclutados, posiblemente secuestrados y luego bombardeados en el Caquetá, pasó desapercibido el debate de control político al director del Centro Nacional de Memoria Histórica, Rubén Darío Acevedo. Algunos congresistas, con razón, están preocupados de si Acevedo está desempeñando su labor con imparcialidad, no sólo por polémicas afirmaciones del pasado, en donde niega que los mal llamados falsos positivos hayan sido política de Estado, sino por un reciente audio revelado por Noticias Uno, donde se muestra reticente a discutir cómo el país debe construir su memoria.
En el debate algunos salieron a defender a Acevedo. La congresista Paola Holguín dijo, por ejemplo, que “hay que proteger la memoria de todos, no sólo la memoria de un sector”. Ella se estaría refiriendo al énfasis que han tenido los civiles, en especial las poblaciones más vulnerables, como víctimas prioritarias del registro histórico del conflicto. Su comentario va en la línea tradicional, pero simplista, de que hay que rescatar la voz de todos. Pero como la relevancia la marca el contexto, no todos tienen siempre la voz que narra la verdad de la historia. Hay razones para enfatizar a quienes la historia tiende a borrar, a desdibujar, a desaparecer, justamente por eso: porque desaparecieron, porque su dignidad fue borrada, porque su vida fue desdibujada.
Hace poco en EE. UU. se abrió un debate sobre la inconformidad de algunos estadounidenses con que se hiciera un énfasis más fuerte en el pasado esclavista del país del norte. Fue noticia, por ejemplo, que en la casa de Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores, los guías recordaran que el querido presidente tuvo varios esclavos destinados al mantenimiento de su hacienda. Algunos turistas, disgustados, se quejaron del “desproporcionado” énfasis en ese dato “sin relevancia”. Ese dato, sin embargo, tiene toda la relevancia del mundo. ¿Cómo no va a tenerla? ¡Hasta en Colombia hay thomases jefferson hernández, pero no hay harriets tubman gonzález precisamente porque las harriets tubman han sido borradas de la historia de EE. UU. y, con ella, del mundo!
¿Qué se dice cuando se pregunta qué pasó? Con el surgimiento de los movimientos de derecha en el mundo, el énfasis del “qué pasó” se les está quitando a las víctimas por creer que se elimina el “otro lado de la historia”. En Colombia este movimiento es más complejo. La pelea está en priorizar a las víctimas según el victimario. Hoy en día es claro, para casi todos, que las víctimas de la guerrilla, paramilitares y otros grupos criminales deben ser recordadas. Lo que resulta increíble es que todavía un alto porcentaje de los colombianos ignore y quiera olvidar el horror de la muerte de civiles cuando el Estado ha sido involucrado. Solamente hace dos días Álvaro Uribe preguntó sarcásticamente si los niños bombardeados por el ejército “llegarían por su curiosidad a jugar fútbol”. Como la tendencia es a olvidar a esas víctimas o, peor aún, a culparlas, el énfasis de memoria histórica debe estar en defenderlas, registrarlas y, así sea tarde, hacer la labor en la que falló el Estado: proteger su dignidad y humanidad.