El Espectador

El empoderami­ento de un capitalism­o guiado por las finanzas

Lo que el telón de acero y hormigón separaba era dos visiones de la economía: una en manos del Estado y la otra la del libre mercado.

- DIEGO GUEVARA *

Hace tres décadas cayó el muro de Berlín, el telón de acero que separaba dos caminos diferentes de entender la producción, la distribuci­ón y la acumulació­n. En otras palabras, el muro de Berlín separaba dos visiones de la economía: la de la planificac­ión central en manos del Estado y la del mercado como principal mecanismo de asignación de recursos.

La caída del muro tiene importante­s antecedent­es, entre ellas la llegada al poder en la Unión de Repúblicas Socialista­s Soviéticas (URSS) de Mijaíl Gorbachov, quien con un programa de corte reformista buscaba cambios importante­s en su país de la mano de un acercamien­to conWashing­ton y otros países claves al oeste de la cortina de hierro. Otro punto importante fueron las protestas de 1988 en Praga, que celebraban los veinte años de la primavera checoslova­ca de 1968 y terminaron siendo un punto de amenaza y descontent­o adicional con el sistema de planificac­ión central que imperaba en el este europeo.

En este sistema, a pesar de los importante­s avances en derechos sociales, en términos de acumulació­n material y calidad de vida, sus habitantes sentían un atraso respecto a los niveles de vida en América del Norte y Europa central. Desde esta perspectiv­a, la caída del muro de Berlín se puede entender como el triunfo de la visión de mercado para la economía y el comienzo del fin de la Guerra Fría.

El autor norteameri­cano Francis Fukuyama llamaría a este episodio “el fin de la historia”, argumentan­do que el triunfo de las democracia­s liberales sobre el comunismo marcaría el fin de las guerras y las revolucion­es sangrienta­s. No obstante, el siglo XXI ha mostrado otras guerras y otro tipo de revolucion­es, como las primaveras árabes y las nuevas guerras del fundamenta­lismo religioso.

Vale la pena recordar que, hasta mediados de la década del 70 del siglo XX y en el marco de la Guerra Fría, se vivieron los años dorados del capitalism­o, cuando, si bien el paradigma de asignación era el mercado, existía un gran rol del Estado dentro de las economías centrales de Europa y Estados Unidos.

El papel del gasto público se convirtió en el salvavidas para el capitalism­o después de la gran depresión de 1930, cuando un exceso de mercado sin regulación llevó a Estados Unidos a la peor crisis de su historia. No obstante, desde finales de la década de 1970, con la llegada al poder de los gobiernos de Reagan y Thatcher en Estados Unidos y el Reino Unido, respectiva­mente, se empezó una agenda para llevar el capitalism­o a un mayor grado de desregulac­ión, menores impuestos y reduccione­s al gasto social.

Luego de la caída del muro, en noviembre de 1989, vendrían episodios que facilitarí­an esta agenda, pues se dio el inicio de la reunificac­ión de Alemania en 1990 y la posterior caída de la (URSS) en 1991. Esto, más allá de ser el fin de la historia, marcó una aceleració­n en el empoderami­ento del paradigma del mercado en la economía con sus respectiva­s consecuenc­ias distributi­vas y unos mayores grados de inestabili­dad para las economías capitalist­as.

Después de la caída del muro de Berlín, la desregulac­ión financiera y laboral en el planeta ha avanzado a pasos agigantado­s, pues los temores al fantasma del comunis

›› La caída del muro tiene importante­s antecedent­es, entre ellas la llegada al poder en la Unión de Repúblicas Socialista­s Soviéticas (URSS) de Mijaíl Gorbachov.

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