El empoderamiento de un capitalismo guiado por las finanzas
Lo que el telón de acero y hormigón separaba era dos visiones de la economía: una en manos del Estado y la otra la del libre mercado.
Hace tres décadas cayó el muro de Berlín, el telón de acero que separaba dos caminos diferentes de entender la producción, la distribución y la acumulación. En otras palabras, el muro de Berlín separaba dos visiones de la economía: la de la planificación central en manos del Estado y la del mercado como principal mecanismo de asignación de recursos.
La caída del muro tiene importantes antecedentes, entre ellas la llegada al poder en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) de Mijaíl Gorbachov, quien con un programa de corte reformista buscaba cambios importantes en su país de la mano de un acercamiento conWashington y otros países claves al oeste de la cortina de hierro. Otro punto importante fueron las protestas de 1988 en Praga, que celebraban los veinte años de la primavera checoslovaca de 1968 y terminaron siendo un punto de amenaza y descontento adicional con el sistema de planificación central que imperaba en el este europeo.
En este sistema, a pesar de los importantes avances en derechos sociales, en términos de acumulación material y calidad de vida, sus habitantes sentían un atraso respecto a los niveles de vida en América del Norte y Europa central. Desde esta perspectiva, la caída del muro de Berlín se puede entender como el triunfo de la visión de mercado para la economía y el comienzo del fin de la Guerra Fría.
El autor norteamericano Francis Fukuyama llamaría a este episodio “el fin de la historia”, argumentando que el triunfo de las democracias liberales sobre el comunismo marcaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas. No obstante, el siglo XXI ha mostrado otras guerras y otro tipo de revoluciones, como las primaveras árabes y las nuevas guerras del fundamentalismo religioso.
Vale la pena recordar que, hasta mediados de la década del 70 del siglo XX y en el marco de la Guerra Fría, se vivieron los años dorados del capitalismo, cuando, si bien el paradigma de asignación era el mercado, existía un gran rol del Estado dentro de las economías centrales de Europa y Estados Unidos.
El papel del gasto público se convirtió en el salvavidas para el capitalismo después de la gran depresión de 1930, cuando un exceso de mercado sin regulación llevó a Estados Unidos a la peor crisis de su historia. No obstante, desde finales de la década de 1970, con la llegada al poder de los gobiernos de Reagan y Thatcher en Estados Unidos y el Reino Unido, respectivamente, se empezó una agenda para llevar el capitalismo a un mayor grado de desregulación, menores impuestos y reducciones al gasto social.
Luego de la caída del muro, en noviembre de 1989, vendrían episodios que facilitarían esta agenda, pues se dio el inicio de la reunificación de Alemania en 1990 y la posterior caída de la (URSS) en 1991. Esto, más allá de ser el fin de la historia, marcó una aceleración en el empoderamiento del paradigma del mercado en la economía con sus respectivas consecuencias distributivas y unos mayores grados de inestabilidad para las economías capitalistas.
Después de la caída del muro de Berlín, la desregulación financiera y laboral en el planeta ha avanzado a pasos agigantados, pues los temores al fantasma del comunis
›› La caída del muro tiene importantes antecedentes, entre ellas la llegada al poder en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) de Mijaíl Gorbachov.