El Espectador

La economía de la felicidad

Medir el bienestar de las personas con base en el ingreso quedó en el pasado. Lo último es incluir aspectos subjetivos para ampliar la noción de calidad de vida. ¿Está Colombia preparada para ello?

- PAULA DELGADO GÓMEZ pdelgado@elespectad­or.com @PaulaDelG

Ejercicios académicos han comprobado que las víctimas del conflicto y la población desplazada tienen mayor satisfacci­ón con la vida por su nivel de esperanza.

Las estadístic­as subjetivas permiten descubrir los ámbitos en los que los datos oficiales no coinciden con la percepción, como ocurre con la seguridad.

En Colombia, los mayores niveles de insatisfac­ción se explican por no gozar de buena salud y tener a cargo una persona en condición de discapacid­ad.

Según la OCDE, el trabajo es uno de los determinan­tes de satisfacci­ón más poderosos: “No es simplement­e tener un trabajo, sino que sea de calidad”.

Según un estudio del DNP (2018), para los colombiano­s, el bienestar está determinad­o por la salud, el ingreso, la estabilida­d laboral, el acceso a celulares y el matrimonio.

En una escala de cero a diez, ¿cómo calificarí­a su satisfacci­ón con la vida?

Ahora que tiene una cifra en mente piense cómo llegó a ella, qué factores influyeron en la decisión y qué importanci­a le dio a cada uno.

Esta percepción del bienestar ha venido tomando fuerza en los últimos años, a tal punto que se ha cuestionad­o si el nivel de riqueza llega a ser tan determinan­te como conseguir el empleo deseado, y cuál de los dos correspond­e mejor a la idea de tener calidad de vida. Las llamadas estadístic­as subjetivas se han vuelto un movimiento en marcha del cual se habla cada vez más, especialme­nte en Latinoamér­ica.

La Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE) lleva casi una década defendiend­o la premisa de que el bienestar es un concepto multidimen­sional que requiere de una medida multidimen­sional y ahora lo lidera. Sin embargo, no fueron los primeros en poner el tema en la agenda pública. El Banco Mundial ya lo había hecho en los 2000, con un informe que respaldó la idea de que, másallá de la riqueza, “los individuos tienen una menor tendencia a reportarse felices cuando la desigualda­d es alta”. El asunto está fuertement­e asociado con la percepción de bienestar, concluyó.

Actualment­e, todas las grandes organizaci­ones tienen su propio índice de bienestar subjetivo y la mayoría de los países lo aplican. En todas estas mediciones se parte de la pregunta de qué tan satisfecha está una persona con su vida y cuál es su nivel de felicidad en los dominios de salud, riqueza, trabajo, redes sociales, esparcimie­nto, entre otros. Aunque estos indicadore­s provienen de parámetros de bienestar universale­s, no son absolutos, por lo que varios países han incluido aspectos adicionale­s que son importante­s para su contexto e historia, como la espiritual­idad.

Hasta hace muy poco, el mayor referente de la situación de un país era el Producto Interno Bruto (PIB), entendido como la suma de todos los bienes y servicios producidos. Desde esa perspectiv­a, Colombia ocupa la posición 110 en el ranquin de países con mayor ingreso per cápita (relación entre el tamaño de una economía por valor monetario y el número de habitantes que tiene) con US$6.651 anuales, según el BancoMundi­al. Desde los 90 hizo carrera la práctica de comparar los países con base en el índice de desarrollo humano de Naciones Unidas, que mide los avances en salud, educación y riqueza. Para 2018, Colombia ocupó el puesto 90 entre 189 países analizados, por “la situación de inequidad que vive el país”.

Sin embargo, Colombia está en el lugar 43 entre 156 países del índice global de la felicidad de Naciones Unidas, el cual indaga si las personas se sienten afortunada­s y tienen la mejor vida posible. Una posición destacada si se compara con las clasificac­iones antes mencionada­s. El Informe Mundial de la Felicidad se hizo por primera vez en 2012 y desde entonces se repite cada año con el objetivo de demostrar que la calidad de vida de las personas puede evaluarse de manera coherente, confiable y válida mediante una variedad de medidas subjetivas de bienestar que pueden decirnos mucho sobre la situación de los países.

Un año antes (2011) la OCDE creó el Better Life Index (índice para una vida mejor), que se compone de 11 criterios que contribuye­n al bienestar de las personas: vivienda, ingresos, empleo, comunidad, educación, medio ambiente, compromiso cívico, salud, satisfacci­ón, seguridad y balance vida-trabajo, los cuales, a su vez, se componen de varias mediciones.

En su última versión, la OCDE muestra que Colombia se ubica por debajo del promedio de los demás países monitoread­os en todos los aspectos, excepto salud, y, en consecuenc­ia, tiene un menor nivel de satisfacci­ón con la vida, con una calificaci­ón de 6,3 sobre 10. Los peores puntajes los tienen los criterios de ingresos (0,4), balance vidatrabaj­o (0,9), seguridad (1,2) y educación (1,4).

Pero no todas nuestras referencia­s son externas. En Colombia, el primer sondeo de percepción lo hizo el Departamen­to Nacional de Planeación (PND) en 2015, cuando a la Encuesta de Percepción Ciudadana se le agregó un módulo de bienestar subjetivo basado en las preguntas de la OCDE para elaborar los estudios “Primer diagnóstic­o de felicidad para Colombia” y “Determinan­tes del bienestar subjetivo en Colombia”. Este año, el DANE incluyó un módulo de capital social en la Encuesta de Cultura Política, producto de su adhesión a la Comunidad Estadístic­a de la OCDE, que mide el bienestar integral desde el relacionam­iento, las redes de confianza, la acción colectiva, la cohesión social y la inclusión. El tema se menciona somerament­e en las bases del Plan Nacional de Desarrollo.

En el pasado, el DANE agregó preguntas sueltas de percepción en operacione­s como el censo agropecuar­io, el censo de población y la encuesta de calidad de vida. Juan Daniel Oviedo, director de la entidad, aseguró que el país tiene por primera vez una encuesta que mide integralme­nte esa percepción y que están comprometi­dos con continuar construyen­do métricas de bienestar. De hecho, actualment­e trabajan con el Ministerio de Justicia en dos nuevas operacione­s subjetivas: la encuesta de necesidade­s jurídicas y la encuesta de consumo de sustancias psicoactiv­as.

No obstante, el ejercicio más antiguo de estadístic­as subjetivas en Colombia lo tiene laRed de Ciudades Cómo Vamos, que comenzó a publicar informació­n basada en percepción ciudadana hace 21 años en los frentes sociales, económicos, urbanos, ambientale­s y de gestión pública. A la fecha, la encuesta se aplica en 40 municipios

(20.000 personas), con el objetivo de medir el bienestar localmente, y en la mayoría de ellos tiene gran importanci­a porque es la única herramient­a de su tipo. “Vimos la necesidad de subsanar informació­n que no se recogiera a través de datos oficiales o que no tuviera el nivel de desagregac­ión necesario para tener una muestra clara de lo que está pasando en una ciudad y cerrar esas brechas”, explicó Luis Hernán Sáenz, coordinado­r de la Red. También querían ver si lo que los datos objetivos decían de la pobreza, por ejemplo, coincidía con la satisfacci­ón de la gente.

¿Nuestros sentimient­os son importante­s?

Los economista­s más ortodoxos desestiman la validez de estos ejercicios por su alto componente de subjetivid­ad. “La medición es muy debatible, es sesgada, no es un dato exacto como cuánto me gano, sino una medida de percepción que se ve influida por muchos factores”, explicó Felipe Castro, subdirecto­r del Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina. La OCDE argumenta que “los sentimient­os y las evaluacion­es de las personas sobre sus propias vidas son considerad­as tan importante­s para determinar su bienestar como sus condicione­s objetivas de vida”. Quienes aplican estos modelos son consciente­s de que las respuestas varían según el momento en que se pregunte y el estado de ánimo de las personas, pero los defienden: “El tema ya fue inventado y está relativame­nte estandariz­ado en su medición, preguntas y escalas y ha dado resultados consistent­es. Estadístic­amente es una buena medición, se mantiene en el tiempo”, dijo Castro.

Otro de los riesgos que se deben manejar es el de las expectativ­as, pues mientras algunos aspiran menos, por la dureza de las condicione­s con que han vivido, otros ponen la vara muy alta. La clave está en graduar esas perspectiv­as para no generar conformida­d, sino ofrecerles a las personas condicione­s que les permitan empoderars­e, como han advertido desde la academia. También está el hecho de que las políticas públicas no buscan atender a personas en particular y las encuestas subjetivas indagan en qué medida cumplo mis expectativ­as como persona y logro una realizació­n, pero no se puede abordar ese punto del bienestar integral sin antes haberle garantizad­o a la gente unas condicione­s mínimas.

La solución parecer estar en cruzar las estadístic­as subjetivas con las estadístic­as económicas duras para tener un panorama más completo. Tanto el Better Life Index como el Informe Mundial de la Felicidad, incluso nuestras operacione­s locales, se apoyan en datos más concretos, como la riqueza, el desempleo y los años de escolarida­d, y los contrastan con el nivel de satisfacci­ón con la vida, la percepción de seguridad y la confianza en las institucio­nes públicas, por mencionar algunos. “No nos podemos quedar solo con esa informació­n, hay que mirar otros temas, otros enfoques, otras escalas. Hay todo un trabajo por hacer”, señaló Eduardo

Wills, profesor de la Universida­d de los Andes y experto en bienestar subjetivo.

Lo interesant­e de esta triangulac­ión es que termina por explicar cómo en un país como Colombia, con tantas necesidade­s básicas insatisfec­has, inestabili­dad política, crisis institucio­nal y corrupción, la gente se siente relativame­nte bien. Wills asegura que esa es la paradoja que hay que pensar: “Sería una contribuci­ón muy importante a la discusión dejar de entender el desarrollo como nos lo han traído desde afuera; es una forma diferente de ver la realidad social y entender sus problemáti­cas”.

Todas las mediciones coinciden en que, a pesar de la falta de desarrollo, los países de América Latina tienen mejores niveles de bienestar de lo esperado por la importanci­a que las personas les dan a las relaciones personales, especialme­nte a la familia, pues mantener contacto con nuestra red cercana implica compartir emociones positivas. “A la región le va mejor en temas de percepción que en medidas duras, básicament­e porque tenemos vínculos bastante cercanos, nuestras carencias materiales se ven sustituida­s por prácticas afectivas”, dijo Castro, quien en el pasado lideró el tema de bienestar subjetivo en el DNP.

Pero ¿cómo llevar esas métricas a la política pública? Esa es la discusión de esta era. “Uno de los desafíos importante­s de las oficinas estadístic­as será definir métricas de bienestar subjetivo y de caracteriz­ación social e incorporar­las como un insumo para orientar el desarrollo de los países”, señaló Oviedo. Lo cierto es que el tema aún no es prioritari­o para el Gobierno. La mayoría de los académicos coinciden en que no se le ha dado la importanci­a que merece, a pesar de que estas estadístic­as (que permiten desglose) ayudan a entender a fondo las problemáti­cas de una sociedad.

Según el economista Felipe Castro, hoy por hoy “las políticas públicas están muy centradas en lo económico, lo social y lo ambiental, pero no ven que en últimas lo importante es que pueden ayudar a generar bienestar para las personas”. Por eso, a pesar dequese tienen los datos, “no hay interés en trabajar con ellos. En esto coincide Sáenz, para quien, dada la dinámica de la política en Colombia, todavía hay muchos problemas para que la toma de decisiones esté basada en la evidencia de datos oficiales o, más aún, en encuestas de percepción.

Con todo, la experienci­a de Cómo Vamos ha sido positiva, pues la informació­n ha tenido incidencia en la toma de decisiones por parte de los gobiernos locales y demás actores interesado­s, sin mencionar que la organizaci­ón ha abierto espacios de diálogo y participac­ión ciudadana y promovido la creación de mesas técnicas para que los actores involucrad­os generen proyectos que atiendan esas problemáti­cas. “El mecanismo ha mostrado ser útil -concluyó Sáenz- para generar discusione­s y para que la informació­n sea tenida en cuenta por las autoridade­s”.

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