El Espectador

Ante ánimos tensos y pescadores de ocasión

-

CUANDO LA INDIGNACIÓ­N CIUDAdana se toma las calles del país, la mejor respuesta es un Estado humilde, reflexivo y ante todo defensor de los derechos fundamenta­les de las personas. Ahora que Colombia se aproxima a un paro nacional que tiene nerviosos a varios sectores políticos y de la sociedad civil, son varias las lecciones que se pueden rescatar de esta América Latina convulsion­ada por manifestac­iones y, en ocasiones, disturbios.

Chile es una advertenci­a. Cuando las protestas estudianti­les empezaron a cobrar fuerza y se presentaro­n algunos actos de vandalismo, el presidente de ese país, Sebastián Piñera, acudió a la paranoia. “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia y la delincuenc­ia sin ningún límite”, dijo. Eso generó más indignació­n en los chilenos, que decidieron salir de manera masiva: en una de las protestas más grandes se llegó a contar más de un millón de ciudadanos manifestán­dose de manera pacífica.

Fue tal el error de cálculo de Piñera que a los pocos días dejó atrás la prepotenci­a y tuvo que salir a expresar un

mea culpa, acto extraño para los líderes de la región. “Los problemas se acumulaban desde hace muchas décadas y los distintos gobiernos no fueron ni fuimos capaces de reconocer esta situación en toda su magnitud. Reconozco y pido perdón por esta falta de visión”, dijo en un discurso conciliato­rio. Eso vino acompañado de cambios en su gabinete y de una serie de propuestas para aliviar la desigualda­d social.

Es necesario reconocer algo: por supuesto que en toda protesta hay infiltrado­s y en las protestas chilenas ha habido actos de violencia censurable­s. Los actos vandálicos en las recientes manifestac­iones estudianti­les de Colombia son también hechos reprochabl­es que merecen ser procesados por las autoridade­s. Es claro también que el régimen venezolano se frota las manos cuando ve caos en países opuestos a su dictadura. El error está en estigmatiz­ar a la abrumadora mayoría de marchantes pacíficos que están expresando sus frustracio­nes al tomarse las calles.

En vísperas del paro nacional convocado para el 21 de noviembre en Colombia, ya empezaron a rondar los prejuicios. Álvaro Uribe, expresiden­te y líder del partido de gobierno, dijo que la manifestac­ión “hace parte de la estrategia del Foro de São Paulo que intenta desestabil­izar a las democracia­s de América Latina”. ¿No suena muy similar a la actitud que adoptó Piñera tan pronto se iniciaron las protestas en Chile?

Tenemos que aprender de los errores ajenos. Si el Estado tilda a todos los manifestan­tes de hacer parte de una conspiraci­ón, está de hecho cayendo en la trampa de quienes quieren, en efecto, generar caos. Cuando la respuesta oficial es la represión a partir de abusos del EscuadrónM­óvil Antidistur­bios (Esmad) de la PolicíaNac­ional, los discursos populistas e incendiari­os de quienes ven ganancia política en un país desestabil­izado cobran más fuerza. Hay otra manera de reaccionar que empodere a los manifestan­tes pacíficos, señale a los vándalos y fortalezca las institucio­nes.

Los ánimos del país están tensos. Se ve en redes sociales, columnas de opinión y cualquier espacio de debate público. Para que el paro nacional sea un ejercicio del derecho fundamenta­l a la protesta y no termine en hechos lamentable­s, el Estado debe demostrar su capacidad de actuar con mesura y apertura a las críticas. Es el reto que nos impone la democracia.

‘‘ Si el Estado tilda a todos los manifestan­tes de hacer parte de una conspiraci­ón, está de hecho cayendo en la trampa de quienes quieren, en efecto, generar caos”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia