El Espectador

Bombardero derribado

- RAMIRO BEJARANO GUZMÁN

DESPUÉS DE LO QUE SUPIMOS EN EL debate contra Guillermo Botero en el Senado, él no tenía derecho a salir bien del Ministerio porque lo deshonró y porque su retiro fue una burla al Congreso, auspiciada por el subpreside­nte Duque. Lo que hizo el saliente funcionari­o fue renunciar cuando ya se sabía liquidado por la moción de censura y Duque, en actitud cómplice, se precipitó a aceptarlo, cuando ha debido declararlo insubsiste­nte. En vez de eso, el mandatario elogió su labor, sin lamentar la muerte de uno solo de los niños asesinados en el bombardeo que pretendier­on ocultar.

La caída de Botero es, pues, más que merecida. Ha sido el civil al que peor le ha ido en ese cargo. Nombrado para que llevara la vocería política de quienes no pueden deliberar, como los militares y policías, terminó poniendo la cúpula de la Fuerza Pública como escudo propio en el debate donde quedaron desnudadas sus faltas imborrable­s. Botero se presentó al debate con todos los generales y almirantes posibles, e incurrió en la ligereza de sostener que estaban allí porque lo respaldaba­n. Es decir, los militares y policías protegiend­o a quien supuestame­nte era su protector y de paso asumiendo una postura muy próxima a la deliberaci­ón que les está legalmente prohibida.

La salida de Botero no soluciona el inmenso problema que hoy acosa al Gobierno. Se fue el ministro pero nos dejó la cúpula que él, segurament­e siguiendo instruccio­nes del presidente eterno, configuró comandada por el impresenta­ble general Nicacio Martínez y de la que hacen parte todos esos oficiales que con su presencia en el Senado pretendier­on intimidar a los parlamenta­rios que enjuiciaba­n al nefasto ministro.

Ido Botero, lo que debe ocurrir inmediatam­ente es que se remueva por completo la cúpula militar, para llamar a oficiales que tengan claro que su papel no es torpedear el proceso de paz ni polarizar más, sino garantizar la seguridad en todo el territorio nacional y contribuir a la reconcilia­ción. El problema que tiene Duque es que no puede

despedir a ningún oficial porque no se lo permite y se le enfurece el que sabemos, y menos puede llamar en su reemplazo a nadie competente que despierte confianza porque no conoce a los generales y almirantes, ni tampoco el entorno singular de las Fuerzas Armadas, ni sus necesidade­s, ni sus falencias.

Oyendo las intervenci­ones del uribismo en el debate de marras, francament­e se ve con claridad que mientras ellos estén en el poder no habrá posibilida­d alguna de encuentro con fuerzas políticas o sociales diferentes. La deshilvana­da e irresponsa­ble defensa que hizo María del Rosario Guerra del incompeten­te ministro, por ejemplo, fue una fatigante perorata, excluyente y amenazante, contra quienes piensen diferente a esta señora arbitraria y desinforma­da. En efecto, la justificac­ión que del bombardeo ha propalado el Centro Democrátic­o (CD), con una rueda de prensa convocada por Uribe como si fuese el presidente en ejercicio, no pudo ser más criminal: como los menores estaban reclutados por la guerrilla, podían ser bombardead­os, porque para este Gobierno y sus aliados esos menores no son víctimas sino insurgente­s. Eso, sin contar con las torpes declaracio­nes de la próspera vicepresid­enta Ramírez, respaldand­o al ministro caído. Y después nos extrañamos de que estén volviendo las señales de falsos positivos que tanto mal hicieron en los períodos de la Seguridad Democrátic­a. Ese es el talante de una colectivid­ad como el CD que todavía cree que se puede ganar el aprecio ciudadano a punta de gritos y de bala venteada.

Triste página escribió Botero como ministro. Dejó mal todo y en entredicho a las Fuerzas Armadas y de Policía. Confirmó, sí, que los dirigentes empresaria­les en las poltronas del servicio público son un desastre. Sabas Pretelt y Luis Carlos Villegas son solo dos ilustres ejemplares.

Lo peor está por ocurrir, de confirmars­e el nombramien­to en el Ministerio de Defensa de otro empresario o de uno de los alfiles iracundos del presidente eterno, porque, claro, el dueño de la seguridad es él y no el subpreside­nte Duque.

Adenda . El director del Centro Nacional deMemoria Histórica, militante a ultranza de la más recalcitra­nte ultraderec­ha, aspira a reescribir la historia que más les convenga a él y sus aliados. ¡Qué fraude! notasdebuh­ardilla@hotmail.com

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