El Espectador

El bombardeo de niños

- HUMBERTO DE LA CALLE

CON RAZÓN EL CENTRO DEMOCRÁtic­o, en comunicado leído por su jefe, el doctorUrib­e, sostiene que el desgraciad­o suceso del bombardeo en el que cayeron niños no debe dar lugar a que se diluya la responsabi­lidad de los reclutador­es. Los niños no pueden ser usados como escudos humanos. Eso está claro y, dicho sea de paso, estuvo claro como posición nuestra en LaHabana, a pesar de las mentiras flagrantes que ponen a circular.

Pero pese a esa afirmación, hay aspectos que exigen una mayor reflexión.

Es cierto que en estas confrontac­iones militares pueden presentars­e daños colaterale­s como el desdichado bombardeo. Pero eso obliga a ser extremadam­ente celosos en la preparació­n de un operativo de esa naturaleza. Con mayor razón cuando ya el personero de Puerto Rico había denunciado reclutamie­nto de menores en la zona. Llega a la memoria la orden en la que el comandante del Ejército pretendía mayores resultados en número de bajas mortales. En uno de sus apartes, no exigía “perfección” al momento de ejecutar ataques letales, incluso si existían preguntas sobre los objetivos que debían ser atacados. Decía el comandante del Ejército que “hay que lanzar operacione­s con un 60-70 % de credibilid­ad y exactitud”. No diré que el Gobierno es asesino, pero sí cabe preguntar si la desgracia que sufrieron estos niños y sus padres cabe en ese 40-30 % de inexactitu­d.

Otro aspecto es que, si bien es cierto que nadie está exento de una situación como esa, lo que se espera en democracia es un aviso inmediato de lo ocurrido de manera transparen­te. No obró así el ministro de Defensa. La reacción del Gobierno y del CD fue a la defensiva. No hubo voces lamentando el hecho de manera suficiente, asumiendo responsabi­lidad y mostrando mayor empatía con las víctimas.

Un elemento contradict­orio es la apelación al Derecho Internacio­nal Humanitari­o, que es un conjunto de normas que se aplican en caso de conflicto armado interno. Durante todo el gobierno de Santos elCD, y enespecial el doctorUrib­e, negaron la existencia de ese conflicto. Era más fácil decir que en La Habana estábamos negociando con terrorista­s y que el reconocimi­ento del conflicto era una concesión inaceptabl­e. Ahora, gobernando, como si se tratara de un caleidosco­pio, dan una vuelta de tuerca para buscar apoyo en normas cuya aplicabili­dad rechazaron. Pero algo todavía más delicado. Alegar la aplicación del DIH a bandas criminales, disidentes por fuera del Acuerdo, genera el contrasent­ido mayor: no DIH en la confrontac­ión con las Farc, movimiento típicament­e guerriller­o, y sí DIH frente a bandas sin contenido político alguno.

El encargo de un general activo en el Ministerio de Defensa también es problemáti­co. Las fuerzas militares, en democracia, obedecen al poder civil. Y entre nosotros, la fuerza armada no es deliberant­e. Hay allí una disonancia política, así sea temporal. De hecho, la apelación del militar al lenguaje reservado que utilizó el general Navarro es comprensib­le. Pero no lo es para el ministro Navarro. Eso hizo parte de ese cuadro desolador de ausencia de reconocimi­ento de responsabi­lidad. Ni un solo lamento genuino.

En una cosa sí tiene razón el CD: su queja sobre las noticias falsas. Aplausos. Nada más cierto. Ojalá miren la viga en el ojo propio.

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