El Espectador

¿Cuál memoria histórica?

- HERNANDO GÓMEZ BUENDÍA *

“UN MODO DE VERDAD MARGINAL y fragmentar­ia, no de verdad central y coherente”. La expresión es de De Quincey y le sirve a Borges para encabezar su biografía del poeta Carriego.

También nos serviría para entender las polémicas que sigue despertand­o el director del CentroNaci­onal de Memoria Histórica (CNMH), que fue citado a debate en el Senado. AAcevedo se le acusa de minimizar la responsabi­lidad de los militares, declarar que “los falsos positivos no fueron una política de Estado”, censurar las exposicion­es en el Museo y pertenecer a una oscura organizaci­ón de ultraderec­ha.

Acevedo, en resumen, pretende reescribir la historia que había sido escrita por los académicos del CNMH. Como él mismo lo dice, “el partido que gana las elecciones tiene el derecho de designar a sus miembros en los cargos de dirección del Estado”. El CNMH es parte del Estado, así que Duque puede nombrar incluso a “historiado­res” tan dudosos como VicenteTor­rijos (el que renunció por su diploma inexistent­e) o al propioDarí­o Acevedo, cuya carrera se debe al servilismo.

El argumento de Acevedo tiene el problema de ser completame­nte verdadero: el CNMH fue creado por Santos y está adscrito al Departamen­to para la Prosperida­d Social, es decir casi que directamen­te al presidente. Aunque su primer director es uno de los más reconocido­s historiado­res del conflicto, sus 140publica­ciones se hayan hecho con rigor considerab­le y hayan recogido la voz de todos los sectores, el CNMH tiene carácter oficial, o sea que surgió con una tara irremediab­le. Es la tara queaprovec­han Acevedo y sus amigos para decir que los informes del CNMH son la versión santista de la historia, la castrochav­ista o una que, en todo caso, está sesgada contra los abnegados militares de Colombia.

Cualquier verdad que un Estado divulgue es verdad oficial, y la historia que cuente un Estado es la historia oficial. Bajo las dictaduras, esta es la única historia posible; pero en Colombia tendremos dos verdades oficiales: la del santismo y la del uribismo, la que ya saben y no van a cambiar los partidario­s del proceso de paz, la que ya saben y no van a cambiar los adversario­s del proceso. No verdad ni verdades, sino versiones interesada­s y sesgadas sobre los crímenes que fueron la historia colombiana del pasado medio siglo.

Lahistoria verdadera de esos crímenes es la que deberían haber dicho los jueces. Esta es la memoria que tiene consecuenc­ias, la que de veras reclamaban las víctimas, todas las víctimas de todos los victimario­s, las de los guerriller­os y los paramilita­res, militares, empresario­s, políticos e intelectua­les que inspiraron, financiaro­n, dirigieron, ocultaron y cometieron las atrocidade­s, cada quien en proporción a su culpa y sin que el crimen de los unos sirva de excusa para justificar los crímenes de los otros.

Es la memoria que quedará sepultada bajo la polémica sobre elCNMHy sobre la amnistía que se llama justicia “transicion­al”.

Cierto que habrá un informe de la Comisión de la Verdad, pero otra vez será negado o ignorado por el gobierno Duque, no cambiará las verdades que cada bando tiene ya instaladas, no será la memoria que se enseñe en los colegios y escuelas del mañana.

Una verdad marginal y fragmentar­ia, un premio apenas de consolació­n para algunas de las víctimas.

*Director de la revista digital

Razón Pública.

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