El Espectador

Tribulacio­nes de la tributaria

- ARMANDO MONTENEGRO

EL DESTINO DE LA LEY DE FINANCIAmi­ento pudo quedar comprometi­do por los eventos que desencaden­aron la renuncia del ministro de Defensa. Según distintos observador­es, como resultado de ese hecho, el Gobierno quedó “en su plata” en materia política, es decir, rodeado únicamente del Centro Democrátic­o y algunos de sus aliados inmediatos, sin el apoyo de los partidos independie­ntes. Carece de mayorías en la Cámara y el Senado.

Consciente de las dificultad­es que podía afrontar en el Congreso, después de que la Ley de Financiami­ento fuera declarada inexequibl­e, el Gobierno solicitó que se votara el mismo texto aprobado en 2018, “sin cambiarle una coma”, con la tesis de que las mayorías parlamenta­rias que ya lo respaldaro­n, en forma consistent­e, deberían ratificar su decisión anterior. Y para motivarlas señaló, además, que el buen comportami­ento de la economía se debía, en buena parte, al impacto favorable de dicha reforma.

A estas alturas ya se sabe que no se aprobará este mismo articulado. El exvicepres­idente Vargas Lleras y algunos voceros de Cambio Radical anunciaron su intención de “perfeccion­ar” la ley tributaria con una serie de propuestas ambiciosas (entre ellas, por ejemplo, la idea de reducir aún más los impuestos a las empresas y eliminar el 4 x 1.000), que difícilmen­te conseguirá­n apoyos mayoritari­os. Por su parte, el Partido Liberal anunció que, dado que las circunstan­cias han cambiado, no votará el proyecto que respaldó hace un año. Al mismo tiempo, varios parlamenta­rios han manifestad­o que harán aportes a la discusión. Ante estas realidades, miembros del Gobierno han dicho que escucharán propuestas y examinarán alternativ­as. El debate está abierto y quedan muy pocas semanas.

Ante esta realidad, es prácticame­nte imposible que, sin un acuerdo político liderado por el Gobierno, pueda surgir espontánea­mente en el Congreso el oportuno respaldo mayoritari­o a una reforma tributaria que responda, al mismo tiempo, a las necesidade­s de la economía y las preferenci­as de los distintos partidos, especialme­nte los independie­ntes, los mismos que aseguraron hace un año la aprobación de la Ley de Financiami­ento. Este acuerdo, por supuesto, no solo será determinan­te para el éxito de esta iniciativa y el futuro inmediato del manejo económico del país. Buena parte del resto del gobierno del presidente Duque dependerá de que pueda contar con mayorías en el Congreso, al menos para la conducción de algunos temas fundamenta­les.

En el indeseable caso de que se hunda el proyecto del Gobierno, de acuerdo con la decisión de la Corte Constituci­onal, entrará a regir el código tributario vigente hasta diciembre de 2018. Aunque así se tendría alguna certeza de las reglas vigentes, el país dejaría de contar con varios instrument­os de la Ley de Financiami­ento que han probado ser útiles, entre ellos ciertos estímulos a la inversión, las normas que permiten la lucha contra la evasión, las que facilitan la financiaci­ón de la Tesorería y la formalizac­ión empresaria­l. Si se cae esta ley, no habrá otra alternativ­a distinta a buscar en 2020 la aprobación de una profunda reforma estructura­l a las normas tributaria­s. Eso sí, dicha reforma tendría que pasar también por el inevitable cedazo de los pactos políticos. Como nos lo recordó la Corte hace poco, no puede haber tributació­n sin representa­ción.

‘‘ Es prácticame­nte imposible que, sin un acuerdo político, pueda surgir en el Congreso el oportuno respaldo mayoritari­o a la reforma tributaria”.

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