El Espectador

Un negocio para la paz

Casai produce cereales a base de productos como el cacao, la quinua y el café, libres de azúcar, sodio y químicos. En su planta cuenta con 18 personas que han estado relacionad­as con el conflicto y hoy buscan reintegrar­se a la sociedad.

- MARY LUZ AVENDAÑO CARLOS RESTREPO

Una empresa con sede en Medellín toma materias como ñame, café y quinua para fabricar cereales sin azúcar, sodio y otros químicos. Además, da empleo a personas que han estado vinculadas al conflicto, como un camino para su reintegrac­ión.

Medellín es la sede de un emprendimi­ento que, con poco más de dos años de funcionami­ento, ha encontrado en productos agrícolas nacionales una oportunida­d para llevar al mercado colombiano cereales que, dice, están libres de sodio, azúcar y procesos químicos.

Casai es una empresa de productos alimentici­os que, con base en el café, el ñame, el cacao y la quinua, presenta una oferta de productos que, afirman, pueden ser clasificad­os como nutrición saludable.

La compañía surgió de la mano de Juan Esteban Garzón, abogado especialis­ta en derecho empresaria­l que se dedicaba a ofrecer asesorías en este tema. Por ese camino llegó hasta una empresa que elaboraba cereales de consumo masivo, pero que se encontraba en problemas económicos. Ante la quiebra inminente, Garzón ofreció comprar la maquinaria a su antiguo dueño y a partir de ese punto comenzó a explorar un nuevo proyecto que con el tiempo sería Casai.

En el proceso de estudio y las pruebas de laboratori­o se encontró que un producto como el ñame, típico de la región Caribe, podía reemplazar el maíz a la hora de elaborar cereales. La primera producción de Casai con el cereal de ñame se registró el 15 de febrero de 2018 y de inmediato comenzó a destacarse en el mercado, pues, al no contener azúcares añadidos, es un producto que pueden consumir personas diagnostic­adas con diabetes, por ejemplo.

“Sacamos esta primera producción y la probamos en una feria que se llama Expofitnes­s, y fuimos caso de éxito. La gente nos hacía fila. Yo iba con cerca de 10.000 cajas de cereal y al segundo día ya había vendido todo”, dice Garzón, hoy CEO de Casai.

Durante la feria los contactó el Grupo Éxito, que les manifestó su preocupaci­ón porque el mercado de cereales fitness venía en una caída de cerca de 20 % mensual para ese entonces, y vieron en la marca la oportunida­d de recuperar el público que estaba mirando para otro lado. En mayo de ese año, tres meses después de mostrar sus primeros productos, ya estaban en 1.000 tiendas de 36 ciudades del país.

Y en plena etapa de crecimient­o sucedió algo que cambió por completo a la compañía. En ese momento contaba con cinco operarios y, ante la demanda, se contrató a un nuevo operario para cumplir con los procesos de producción.

A los tres días de iniciada su labor, el nuevo trabajador buscó a la gerencia para confesar que había mentido en su hoja de vida y que había recuperado su libertad una semana atrás, después de estar en la cárcel durante nueve años por falsos positivos. “Fue un tema bastante emotivo para mí. Yo en ese momento pensé que si había tocado las puertas era porque necesitaba el trabajo. Jeison (nombre del empleado) me pidió que le permitiera el espacio para hablar con la verdad a sus compañeros. Y cuando contaba la historia otro trabajador se puso a llorar y nos dimos cuenta de que su padre había sido asesinado y presentado como falso positivo. Ese día yo paré la producción y nos sentamos a contarnos la vida y a conocer con quiénes estaba trabajando. Desde ese día mi pensamient­o hacia el tema del posconflic­to cambió totalmente y decidí que era mi deber atender esa población que quería una nueva vida”, cuenta Garzón.

En este proceso ha sido fundamenta­l Édison Jordán, quien hoy es ingeniero de alimentos en Casai y en el pasado prestó sus servicios en la cocina de la penitencia­ria militar Pedro Nel Ospina, del municipio de Bello. El contacto que tuvo con los internos llevó a que lo buscaran constantem­ente una vez obtenían la libertad para que les ayudara a buscar un empleo digno. “En mi labor de ingeniero había trabajado en varias penitencia­rias y fue allí donde conocí mucho a estos muchachos que trabajaban conmigo en el servicio de alimentaci­ón. Me trasladaro­n para otro penal, pero nunca dejamos de tener contacto con ellos. Acá estamos en constante crecimient­o y cada vez estamos necesitand­o más personal, entonces yo estoy trayendo a los muchachos para que tengan una oportunida­d laboral”, dice Jordán.

En la planta se encuentran hoy exparamili­tares, exintegran­tes del Eln, víctimas del conflicto y hasta soldados del Ejército Nacional que cumplieron condenas en prisión y que difícilmen­te encuentran una oportunida­d debido a sus antecedent­es penales. Es el caso de Alberto Hernández Ávila, quien dejó la prisión hace seis meses y durante ese tiempo las empresas le cerraron las puertas por haber tenido una condena encima. Aunque apenas está ini

›› En la planta se encuentran hoy exparamili­tares, exintegran­tes del Eln, víctimas y hasta soldados del Ejército Nacional que cumplieron condenas en prisión.

ciando su ciclo laboral con Casai, le llena de alegría saber que llega a un lugar donde le cumplen con todas las garantías laborales.

“Fue muy duro llegar a la vida civil y no tener trabajo, no tener cómo sostener a la familia. Era lo más difícil. Llegué a la empresa gracias a mi jefe, quien me contactó y me dijo que viniera, que aquí me iban a dar la oportunida­d de trabajar”, dijo Ávila, operario de planta de la compañía. En la empresa trabajan 18 personas que han tenido alguna relación con el conflicto. Actualment­e, la producción de Casai se exporta a Estados Unidos y hay perspectiv­as de llegar a mercados como Chile, Uruguay, Brasil, México, Perú, Curazao y Corea del Sur, para lo cual seguirán vinculando más víctimas y excombatie­ntes como una manera de aportar al posconflic­to.

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/ Luis Benavides - El Espectador Juan Esteban Garzón, gerente de Casai.
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