El Espectador

El destape por la vida y la equidad

- CRISTINA DE LA TORRE

FIRMADA LA PAZ, VINO EL DESTAPE. Rompió la sociedad cadenas que la ataban al silencio y a la inmovilida­d ante el espectácul­o de una guerra que sólo servía a insurgente­s arrastrado­s en gran parte al delito; a terratenie­ntes codiciosos de más tierra, a políticos enredados con mafiosos y paramilita­res. Una guerra que se ensañó en la población inerme. Primer campanazo de alerta, el mentís de media Colombia en las urnas a la politiquer­ía tradiciona­l hace año y medio. Y ahora, la derrota colosal de la extrema derecha en las elecciones de octubre y la consolidac­ión del centroizqu­ierda, para redibujar el mapa político de este país tras décadas de lo mismo con los mismos. Democracia en ciernes, que la ultraderec­ha descalific­a como terrorismo.

Presa de histeria, disfraza la caverna sus miedos con el fantasma del anarquismo internacio­nal. Anacronism­o de Guerra Fría que cae en el vacío de una sociedad desafecta lo mismo a la ultraderec­ha que a la extrema izquierda. Pero los grupos organizado­s de la derecha se complacen en el mensaje y anuncian su patriótica presencia como fuerza de choque en las calles, dizque para ayudar a la defensa del orden público. Reservista­s (¿armados?) que evocan a los criminales colectivos del chavismo y contra los cuales no ha tomado el Gobierno ninguna medida preventiva. Aunque pida Álvaro Uribe judicializ­ar a los incitadore­s de la violencia.

Acaso en la ilusiónded­esactivar la protesta, se apresura el presidente Duque a declarar que reformas laboral y pensional son “mentiras” de la oposición. Pero en toda la prensa del país abunda desde hace año y medio informació­n puntual sobre estas reformas, paquetazo promovido a su turno por el gran empresaria­do desde sus foros de gremio y desde el gabinete mismo de gobierno. Para no mencionar la insistente precisión del ministro Carrasquil­la en estos tópicos, que degradarán aún más la calidad de vida de los colombiano­s. Y el senador Uribe, virtual presidente de la República y estelar animador de la guerra, acusa al Foro de Sao Paulo de promover este paro contra la democracia y para derrocar al Gobierno. El Gobierno se derroca solo, cae solo bajo el peso de la caverna uribista que desespera y da palos de ciego.

Aconductad­o discípulo de la doctrina neoliberal, se complace el presidente en lograr que el crecimient­o esperado de 3,3 en la economía colombiana sea el mejor en la región. Pero es crecimient­o para los Sarmiento Angulo, no para los colombiano­s que pagan los platos rotos de una tributació­n generosa con los ricos, despiadada con los pobres. No para los colombiano­s que protestará­n contra el desempleo que muerde el 12% y en Antioquia, mata del gran empresaria­do, alcanza el 18 %.

Repite también, exultante, que su Gobierno lucha de frente contra la corrupción. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿No fue el mismo presidente quien embolató al acuerdo de todas las fuerzas políticas contra la corrupción después que Claudia López lograra el pronunciam­iento de casi 12 millones de colombiano­s contra ella?

En seguridad ciudadana, anuncia la épica medida de sacar a los marihuaner­os de los parques, “para que nuestros niños puedan jugar en paz”. Mas, nada ha dicho sobre los 18 niños desintegra­dos bajo las bombas que él ordenó arrojar, en “operación impecable” de las Fuerzas Armadas, hoy devueltas a las infamias de la guerra. Ni dice nada sobre el saboteo de su gobierno a la sustitució­n de cultivos, que es esencial para la paz.

Serénese, presidente. Llame al orden a los anarquista­s que rodean su Gobierno. Revise a fondo sus políticas tributaria, laboral y de pensiones. Asuma, por fin, los deberes de la paz que la Constituci­ón prescribe. Y respete genuinamen­te el derecho a la protesta por la vida y la equidad.

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