Espacios de paz
EL ENTONCES CANCILLER CARLOS Holmes Trujillo, en representación del gobierno del presidente Duque, se abstuvo de votar en la Asamblea General de la ONU sobre el mantenimiento del embargo a Cuba, acompañando en esa posición a Ucrania. Así ingresamos al selecto grupo de los cinco Estados que se oponen a la pretensión de otros 192 que insisten desde hace casi 30 años en el levantamiento del bloqueo a la isla; por cierto, también encabezamos el listado de las naciones con mayor número de desplazados en el mundo, seguidos del Congo, Somalia, Etiopia, Nigeria y Yemen, y quizá volvamos a ser el único país que fumiga cultivos ilícitos con glifosato después de que Afganistán dejara de hacerlo en el 2007 por considerarlo potencialmente dañino para la salud.
Este mecanismo de presión no ha conseguido acabar con el régimen cubano, ni en las épocas de Fidel Castro, ni en las de su hermano Raúl, ni en lo que va del actual gobierno. Lo que sí se ha logrado durante las seis décadas de embargo a la isla, es dificultar las condiciones de vida de sus pobladores; son ellos quienes resultan directamente damnificados por las limitaciones que les impone una pequeña minoría de países para acceder de manera expedita a multiplicidad de productos que necesitan para su diaria subsistencia. En la medida en que las sanciones están dirigidas contra los líderes y no buscan perjudicar a la población, los padecimientos que ésta sufre pueden ser calificados como daños colaterales; pero nada justifica deteriorar las condiciones vitales de millones de personas, durante varias generaciones, solo para castigar a sus dirigentes.
Los gobernantes deben hacer todo cuanto esté a su alcance para impedir que sus decisiones, aun orientadas por los mejores propósitos, terminen por menoscabar los derechos de los ciudadanos; eso vale tanto para aquellos casos en los que se promueve o apoya un bloqueo comercial que puede impactar a todo un pueblo, como para las operaciones militares en las que exista la posibilidad de que resulten heridos o muertos terceros ajenos a las hostilidades, como pueden serlo unos niños que no estén tomando parte en un ataque armado. Es inadmisible que, con la finalidad de combatir grupos armados al margen de la ley, se recurra a cualquier medio, aun a costa de la integridad de terceros inermes; así surgieron los falsos positivos y así perdimos ya una vez nuestra Corte Suprema.
Con este voto Carlos Holmes busca doblegar la resistencia del gobierno cubano a entregar a los negociadores del Eln que permanecen en La Habana a la espera de que el gobierno colombiano cumpla con los protocolos que señalan cómo proceder en el evento de que las conversaciones de paz se rompieran, como en efecto ocurrió a raíz del aleve e injustificable atentado de ese grupo insurgente contra la Escuela de Cadetes General Santander. Sin duda, se tiene fe; porque aspira a conseguir lo que en los últimos 60 años no han logrado personas como Eisenhower, Kennedy, Nixon, Carter, Reagan, Bush, Clinton, Obama o Trump, para citar solo algunos de quienes, desde la presidencia del país más poderoso del mundo, situado a solo 90 millas de Cuba, no han logrado quebrar la voluntad de sus dirigentes.
EL VIERNES PASADO, EN LA SEDE DE la Comisión de la Verdad, 30 exintegrantes de siete grupos armados firmaron su “Compromiso con la vida, la paz y la reconciliación”, nombre que le dieron a este nuevo pacto en el cual se comprometen a ser líderes de la construcción de la paz en Colombia y cumplir a rajatabla los compromisos de no repetición tras la firma de los Acuerdos de Paz.
Leo con lágrimas en los ojos la magnífica crónica de la periodista de este diario, Laura Dulce Romero, en la que nos narra en palabras sencillas cómo fue este proceso que se inició en febrero, en el que treinta excombatientes decidieron, acompañados por la Comisión de la Verdad, reunirse una vez al mes para “hilar las verdades que ellos consideran necesarias para esa paz que todos firmaron, pero que aún no llega a muchos territorios”.
El viernes pasado fue la firma, pero en febrero se reunían por primera vez en la historia de este país, después de 50 años de confrontaciones, exintegrantes de las Farc, Eln, Auc, M-19, Epl, Crs, para conocerse, mirarse de frente, darse la mano y sentarse para empezar a dialogar.
La mesa de trabajo se llamó Narrativas de Excombatientes, nos cuenta la periodista. También nos dice cómo fue ese primer encuentro entre quienes fueron enemigos acérrimos. Las expectativas, temores, recelos, prevenciones. Incertidumbre de que las cosas se fueran a salir de madre. Vencer prejuicios, reconocer y reconocerse. Compartir historias terribles y trágicas que jamás debieron suceder, ideales y sueños rotos, degradación de los mismos con el pasar del tiempo, etc.
Retomo palabras de la periodista en su narración: “quizá lo más difícil del ejercicio que repitieron diez veces en el año fue reconocer que ese otro que estaba en frente, que tanto se odió, tenía una historia parecida, una familia víctima, unos dolores indelebles. Que todos eran producto de esos males que aquejaban al país y que ellos decidieron combatir con las balas”.
Esta firma, este compromiso del viernes 15, a mi modo de ver es lo más importante que ha sucedido en Colombia. Los excombatientes nos acaban de dar una lección de dignidad, de humildad, de sabiduría. ¡Nunca más! Ese es el compromiso.
Da vergüenza patria que ellos, los “malos”, los “enemigos”, “los asesinos”, sí hayan sido capaces de mirarse de frente, darse la mano y sentarse a dialogar sin tapujos y reconocer la barbarie y empezar a trabajar unidos. Unidos por la PAZ.
Esto es algo que en Colombia los partidos políticos no han logrado hacer. Son los autollamados “buenos” los que llevan más de medio siglo incitándonos a odiarnos, a polarizarnos, a satanizarnos, disfrazando cada partido como la imagen redentora sin la cual no hay salvación.
Después de este ejemplo, es indigna e inaceptable esa pugna política que sigue alimentándonos de odio y sectarismos. Esta marcha del 21 debe ser pacífica. Respetada por el Gobierno. La ciudadanía, los trabajadores, los estudiantes, las mujeres, los artistas, los artesanos, los campesinos y las etnias tienen derecho a salir a las calles y expresar su descontento con un gobierno que no está concentrado, ni enterado de la realidad de su país, sino que sigue las órdenes de una minoría fundamentalista llena de rencores, odios, fanatismos e intereses personales. Una minoría que no está sintonizada con la paz ni la equidad. Tenemos el sagrado derecho de vivir en paz. Y son los victimarios los que han dado ese gran primer paso.
Posdata. AlfredoMolano, ¡tu largo peregrinar no ha sido en vano! Chapeau a la Comisión de la Verdad.
‘‘ Lo que sí ha logrado el embargo a Cuba es dificultar las condiciones de vida de sus pobladores”.