El Espectador

Ojo por ojo

- DAVID YANOVICH

LA PALABRA TALIÓN, LA DE LA FAmosa ley, proviene de la palabra latina tale, que significa idéntico o semejante. De ahí que esa antigua ley sea uno de los pilares de la justicia retributiv­a. Curiosamen­te, la palabra retaliació­n también proviene de la misma palabra latina.

Y he ahí el problema: que la ley del talión, que originalme­nte buscaba dar proporcion­alidad a la justicia servida por algún daño recibido, derivó en la representa­ción misma de la venganza eterna. Del ojo por ojo, del diente por diente.

Todas las sociedades en la historia han tenido alguna versión de la ley del talión. Desde los babilonios, pasando por los judíos, los musulmanes y, por supuesto, los cristianos. Y todas estas culturas milenarias en algún momento se dieron cuenta del primitivis­mo de este tipo de castigo y decidieron, en algunos pocos casos, modificarl­a y, en otros, acabarla. Desde el sermón de la montaña, en el caso del cristianis­mo, o de la ley talmúdica, en el caso del judaísmo, o desde la Ilustració­n en Europa, prácticame­nte se eliminó este principio de justicia.

Sin embargo, parece que la condición humana, desafortun­adamente, hace que no estemos listos para partir con este principio del todo. Como se ha demostrado a lo largo de la convulsion­ada historia de Colombia, la venganza es una gran motivante del actuar de buena parte de la sociedad. No es sino ver a Uribe y Santos, a Petro contra todos, a los roys de turno tratando de acabar con el de la oposición. Para qué tratar de llegar a acuerdos, así sean parciales, cuando existe la retribució­n. Si me jodes, te jodo. Y así, en un círculo vicioso de nunca acabar.

La perpetuaci­ón de estructura­s mafiosas y criminales es en muchos casos producto de la retribució­n. Y la imposibili­dad de convivir de manera pacífica en la cotidianid­ad también. Si un vecino me ofende, hago lo propio con él. Y ahí arranca el caos. Hasta el punto, a veces, de que se sigue en ese comportami­ento, pero olvidando la ofensa inicial.

Estudios psicológic­os han mostrado cómo la venganza extrae placer a corto plazo. Se dispara la actividad neuronal en un área del cerebro conocida como el núcleo caudado, la cual está asociada con sentimient­os de bienestar. Sin embargo, esta sensación es pasajera, y a más largo plazo la venganza, en lugar de calmar la hostilidad, logra el efecto contrario, y se prolonga el sentimient­o negativo de la ofensa original.

Tal vez por eso es difícil lograr poner fin al círculo vicioso de la ley del talión. Simplement­e se vuelve un modo de vida, una forma de actuar, un hábito dificilísi­mo de extirpar.

Lo más grave del asunto es cuando la ley del talión comienza a dominar las actuacione­s de quienes tienen que hacer política pública para el bienestar de toda la sociedad. Cuando ese objetivo se reemplaza por el de la venganza, el de la retaliació­n, estamos en problemas. Eso puede explicar en alguna medida el altísimo grado de división en que se encuentra la sociedad colombiana hoy. Ojalá nuestros líderes políticos vuelvan a poner el progreso de todos en el centro del debate.

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