El Espectador

La confesión de Piedrahíta Ceballos: “Pablo Escobar asesinó a mis hermanos”

José Bayron Piedrahíta llegó a Colombia hace dos días, tras pagar una condena de 27 meses de prisión por haber sobornado a un agente federal. De su historia con los carteles de Medellín y de Cali le dio detalles a la justicia argentina hace unos meses.

- AGUSTÍN CERUSE ARGENTINA @agushceru

José Bayron Piedrahíta Ceballos se supo acorralado. Ya había pasado 20 meses arrestado, tenía cuentas judiciales pendientes en Argentina, Colombia y Estados Unidos, y su suerte no parecía cambiar. No era la primera vez que el narcotrafi­cante se sentía asediado. Sobre finales de los ochenta tuvo que escapar a Cali cuando los sicarios del cartel de Medellín de Pablo Escobar le pisaban los talones. Esta vez no quería escapar. Tampoco podía. Encerrado entre cuatro paredes en una cárcel de Miami, en junio de este año, decidió colaborar con la justicia.

El hombre que se mostraba como un exitoso ganadero confesó todo. O casi todo. Para eso, su abogado negoció con los fiscales argentinos, Diego Iglesias y Sebastián Basso, que Piedrahíta declarara como imputado colaborado­r, es decir, como “arrepentid­o”, para acceder a una rebaja sustancial de la futura pena al delatar a sus cómplices con informació­n precisa, verídica y comprobabl­e. Con el pacto firmado, entonces, Piedrahíta contó paso a paso cómo hizo para lavar en Buenos Aires al menos US$3’081.164 y 1’713.035 pesos argentinos que ganó con el narcotráfi­co en Cali. Pero el narco contó mucho más.

“No tuve ningún vínculo laboral con el cartel de Medellín, pero mis hermanos sí. Por esa razón Pablo Escobar los asesinó. Eso fue en el año 87. A Sotelo lo desapareci­ó y a Óscar lo colgó de un puente”, reveló Piedrahíta, según la desgrabaci­ón de 22 páginas de la confesión a la que tuvo acceso El Espectador. Esa fue la primera vez que Cachetón, como se hacía llamar en el submundo narco, se sintió acorralado: “Luego me llegó la noticia de que Pablo iría por mí para asesinarme. Ahí decidí refugiarme en Cali, donde hice una amistad con Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, con los que trabajé como proveedor y cocinero de cocaína, y con los que empecé a combatir a Escobar”.

Piedrahíta se refirió así a Los Pepes, acrónimo de Perseguido­s por Pablo Escobar, la organizaci­ón paramilita­r encabezada por Fidel y Carlos Castaño Gil, financiada por los patrones del cartel de Cali para acabar con Pablo Escobar antes de que el Bloque de Búsqueda de la Policía lo capturara vivo a muerto. Y el cazador de los hermanos de Piedrahíta terminó cazado. El Bloque de Búsqueda lo abatió el 2 de diciembre de 1993, cuando el “jefe de jefes” pretendía escapar por los tejados de una casa del barrio Los Olivos de Medellín, ya sin sicarios que le cubrieran la espalda. Al último, Limón, lo mataron al irrumpir minutos antes en esa última casa segura: la de la carrera 79B N° 45D -94.

Piedrahíta continuó con la confesión: “Para la guerra contra Pablo se hicieron unas inversione­s altísimas. Cuando murió Escobar, se llamó a la viuda para que respondier­a por él. Por el botín de guerra. En uno de esos encuentros la vi, no sé si ella se acordará de mí en este momento, pero ella asistió. Estaban Miguel, Gilberto, Pacho Herrera, Chepe Santacruz, Don Efra Hernández. Eran muchos. Le reclamaron que respondier­a con sus bienes al cartel de Cali”. Victoria Henao Vallejo, la viuda del extinto líder del cartel de Medellín, no se quedó mucho tiempo en Colombia. De alguna forma, que nunca quedó del todo clara, la mujer, con 34 años y dos pequeños a los que tuvo que criar sola, se autoexilió en Argentina.

Fue en Buenos Aires, en 2007, cuando Cachetón también eligió Argentina para vivir más tranquilo: “Ella y su hijo (Juan Pablo Escobar, en Argentina llamado Sebastián Marroquín) sabían que yo estuve en el cartel de Cali, pero no sabían que Pablo había matado a mis hermanos. En una reunión se los conté, nos dimos un abrazo y nos perdonamos”. La relación prosperó tanto, que empezaron a hacer los negocios que luego los complicarí­a ante la justicia. De hecho, la viuda y el hijo de Escobar fueron los nexos para que Piedrahíta conociera al empresario Mateo Corvo Dolcet. Por esa presentaci­ón, el narco prometió pagarles una comisión del 4,5 % de las inversione­s que hiciera en los desarrollo­s inmobiliar­ios del argentino.

Los investigad­ores descubrier­on una maniobra aparenteme­nte ilícita de los Escobar para lavar US$306.293 con la compra de un inmueble. Piedrahíta terminó por complicar a los Escobar y también a Corvo Dolcet, Mauricio Serna y el resto de los involucrad­os en un proceso que se conoce como “El café de los angelitos”, al confirmar lo que a esa altura los fiscales argentinos, Iglesias y Basso, ya sabían: “Después que muere Pablo, me retiro del narcotráfi­co. Abandono por completo la vida ilícita y empiezo a organizar mis cosas a nivel empresaria­l. “¿Con el dinero provenient­e del narcotráfi­co?”, preguntaro­n los acusadores. “Sí, claro”, respondió sin vueltas Cachetón. Para todos ellos, los organismos judiciales argentinos ya pidieron juicio.

La confesión del narco hizo que el resto cambiara la estrategia. Desde junio, los acusados, especialme­nte Chicho Serna, hicieron un planteo tras otro para intentar trabar la causa, que el magistrado ya quisiera enviar a juicio. Mientras tanto, Piedrahíta arregló su cuenta pendiente en Estados Unidos: negoció una condena de 27 meses de prisión en Miami tras confesar que sobornó a un agente federal para que borrara su nombre de una investigac­ión abierta en 1996. Yacaba de quedar libre. Cachetón ahora calcula la sentencia que podría recibir en Argentina para, gracias a su colaboraci­ón, intentar no volver a la cárcel. Para el resto, la suerte ya está echada.

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Archivo particular. José Bayron Piedrahita fue extraditad­o a Estados Unidos en abril de este año./
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