El Espectador

La CAM ordenó que el hotel Bethel, en el desierto de la Tatacoa, sea demolido por infracción ambiental y falta de licencia.

Frank Corredor, dueño, explica que al adquirir las tierras no le exigieron permiso. El aumento de turismo provocó la privatizac­ión y destapa vacíos en control de actividade­s.

- PAULA ANDREA CASAS MOGOLLÓN pcasas@elespectad­or.com @PauCasasM

La CAM anunció que el hotel Bethel será demolido por infraccion­es ambientale­s y no tener licencia. Frank Corredor, dueño, explica que al adquirir las tierras no le exigieron permiso. El aumento de turismo provocó privatizac­ión y ahora destapa un vacío en el control de actividade­s.

El desierto de la Tatacoa, una reserva natural de 56.000 hectáreas, se ha convertido en uno de los destinos favoritos de los turistas nacionales y extranjero­s. Sus imponentes paisajes, donde sobresale el color rojizo de sus montañas, la exuberante flora y fauna que habita en el bosque seco tropical y la posibilida­d de observar las estrellas en la noche han hecho que más de 300.000 personas lo visiten cada año, según la Gobernació­n del Huila.

El incremento acelerado de visitantes por la populariza­ción del desierto ha impulsado la construcci­ón de hoteles y hostales. En la actualidad, en Villavieja hay 54 prestadore­s de servicios de alojamient­o con RegistroNa­cional de Turismo activo, de los cuales 16 están en La Tatacoa. Este incremento desmedido ha hecho que los habitantes vendan sus terrenos a los constructo­res y que la mayoría de las tierras sean privadas.

En una de estas zonas fue construido el Bethel Bio LuxuryHote­l, uno de los hoteles más lujosos de la región. En la parte más alta de La Tatacoa están las imponentes instalacio­nes enmarcadas entre los ocres y grises del desierto, y el verde de los cactus. El espejo de agua que forman sus piscinas naturales es quizá su principal atractivo. Y, a lo largo de sus 320 hectáreas, están los Bioeggs, unos huevos gigantes inspirados en los dinosaurio­s; la Casa Bethel, una construcci­ón de cien años; los Glampings, desde donde se puede observar las estrellas por la noche; los Eco Cavs y los Bed Pings. El precio por noche oscila entre $700.000 y $1’200.000.

A pesar de ser descrito como un hotel mágico que está basado en un concepto bio, el establecim­iento ha acaparado los titulares luego de que la Corporació­n AutónomaRe­gional del Alto Magdalena (CAM), los acusara de violar las normas del manejo ambiental como, por ejemplo, alterar la hidrología y construir en zona de restauraci­ón. El 27 de diciembre de 2019, la entidad emitió la resolución 3569 en la queimpuso una multa de más de $790 millones y ordenó el cierre y la demolición del establecim­iento.

Pero, ¿cuáles son los dañosambie­ntales? Según el texto, la captación y el uso ilegal del agua, afectación de la calidad del recurso hídrico, desaparici­ón por uso y aprovecham­iento de la especie forestal acacia farnesiana y la contaminac­ión del suelo por la inadecuada disposició­n de los residuos. Frank Corredor, dueño del hotel, se defiende argumentan­do que la entidad solo se basó en las visitas que realizó, en las que, según explicó, ni siquiera recolectar­on pruebas técnicas, ni las declaracio­nes extra juramentad­as de los campesinos a quienes les compró el terreno.

No obstante, esta no es laprimera vez que el hotel Bethel es acusado por infringir las normas ambientale­s. El 5 de enero de 2017, mediante la resolución 015 la CAM le había notificado a Corredor que estaba provocando daños al medio ambiente, justo los mismos por los que hoy emiten una orden para cerrar y demoler el hotel.

Para esa época, Corredor alegó que la CAM, mediante la resolución 207 del 8 de febrero de 2011, le otorgó un permiso de concesión de aguas superficia­les que tiene vigencia de diez años; es decir, se vence hasta 2021. Pero, según explicó la entidad, esta autorizaci­ón solo entró en vigor a partir del pago de la publicació­n en la gaceta, que se efectuó el 24 de febrero de 2017. La primera fase del Bethel fue en agosto de 2015 y hasta 2017 obtuvo el Registro Nacional de Turismo.

Además, la CAM señaló que el hotel estaba construido en una zona protegida. El desierto, en 2010, iba a ser un parque natural, pero con la medida cerca de 300 familias terminaría­n afectadas. Por eso, la organizaci­ón y los habitantes llegaron a un acuerdo: la mejor estrategia era crear el Distrito Regional de Manejo Integrado (DRMI). La Tatacoa contó con 35.140 hectáreas, el 22 % de las cuales son zonas de preservaci­ón y 49 % de restauraci­ón para preservaci­ón.

En 2011 cambió la delimitaci­ón y hasta 2015 quedó registrado, en el Plan Ambiental de Manejo del DRMI de La Tatacoa, cómo iban a ser los límites. Corredor dijo que en 2010 fue aprobada la construcci­ón y que, como comprueban los documentos, no iba a estar en áreas de protección ni necesitaba licencia ambiental. Sin embargo, tras la modificaci­ón de régimen, la infraestru­ctura del proyecto quedó en la “zona de restauraci­ón para la preservaci­ón” y en la “zona de restauraci­ón para el uso sostenible”. “La entidad nunca nos notificó que la ley que regulaba los predios, que compramos en 2010, se había transforma­do. Nos vinimos a enterar cuando nos pidieron un documento con las coordenada­s del establecim­iento”, afirmó Corredor.

También se le inculpó de que las aguas residuales­no tenían un sistema de tratamient­o y se estarían infiltrand­o al suelo. Durante su visita, la CAM añadió que dicho sistema fue construido sobre el cauce de un drenaje sin el permiso de ocupación y “la generación se está haciendo de manera ilegal”. Ante las acusacione­s, Corredor explicóque el hotel cuenta con un sistema de tratamient­o de aguas residuales (STAR). Nos tocó hacer el sistema porque, después de enviarles muchas cartas no nos dieron una adecuada orientació­n. En la actualidad, cada tanque es para dos habitacion­es”, refutó el arquitecto.

Ensu afán por defender el patrimonio de su familia, Corredor decidió contar por medio de su cuenta de Facebook que un funcionari­o de la entidad “pedía dinero a caficultor­es, constructo­ras, pesqueras y otros segmentos productivo­s del Huila a cambio de trámites en la entidad”. Una situación que, en su momento, denunciaro­n empresario­s de la región. Se trata de Óscar Pajoy Salazar, exdirector de la regional norte, quien se apartó de su cargo. Aunque la CAM nunca explicó si lo habían retirado por las quejas o él había renunciado.

La situación del Bethel aún es incierta. Corredor presentó su recurso de reposición el 27 de enero, en el que alega, según él, las inconsiste­ncias de la CAM en la entrega de permisos, como el del manejo de aguas y las licencias ambientale­s. Esta resolución, que aún no está en firme, se podría trasladar hasta un juez y, en caso de ser aprobada, solo se demolería el 50 % del establecim­iento que está ubicado en zona de protección.

A pesar de que es un caso mediático, porque están involucrad­os dos pesos pesados de la región, es un ejemplo para evidenciar cómo el turismo desmedido ha afectado la zona, desde las prácticas que atacan al medio ambiente hasta la privatizac­ión de las tierras. Además, sirve de llamado a las autoridade­s para que ejerzan algún tipo de vigilancia y control que regule actividade­s como el senderismo o las caravanas de vehículos. De hecho, la más reciente denuncia de la comunidad se debe a que los turistas ahora hacen torres con piedras para pedir deseos, una práctica que pone en riesgo a especies de insectos y aves.

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/ Natalia Pedraza - El Espectador Esta es una de las piscinas del Bethel Bio Luxury Hotel, que está ubicado en Villavieja.
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