El Espectador

Sector externo, ¿cómo reactivarl­o?

El país necesita una política sólida para manejar este renglón de la economía nacional, que resulta vital a la hora de hablar de una recuperaci­ón pospandemi­a. ¿Qué elementos debe tener esta estrategia?

- GONZALO HERNÁNDEZ * JOSÉ ANTONIO OCAMPO **

Un profesor de la Universida­d de Columbia, José Antonio Ocampo, y un investigad­or de la Universida­d Javeriana, Gonzalo Hernández, revisan las perspectiv­as pospandemi­a.

El debate sobre la crisis económica en Colombia le ha prestado poca atención al sector externo. Y no es un tema nada menor. Entramos a la crisis con algunas fragilidad­es en nuestras cuentas externas: un déficit en cuenta corriente del 4,3 % del PIB en 2019 y con tendencia al deterioro por la disminució­n en los precios de nuestro principal producto de exportació­n, el petróleo.

En este frente, la salida de la crisis no será fácil ni el resultado de un rebote automático, entre otras cosas por la fuerte caída de los precios del petróleo durante la pandemia y el colapso de nuestro renglón más dinámico de exportacio­nes no petroleras, el turismo. Si la balanza de pagos renueva su tendencia al deterioro, la recuperaci­ón será insostenib­le.

La pandemia dejará, además, un contexto global golpeado por largo tiempo. De esta manera, el país necesitará una política sólida para manejar el sector externo de la economía, en forma sintonizad­a con una vigorosa política de desarrollo productivo. Sin esta combinació­n no habrá una reactivaci­ón fuerte ni sostenible.

Panorama internacio­nal sombrío

El panorama internacio­nal es, en efecto, sombrío. El FondoMonet­ario Internacio­nal (FMI) acaba de revisar hacia abajo sus proyeccion­es de crecimient­o económico mundial, proyectand­o una contracció­n del PIB mundial del 6,1 % en el 2020 (estimado a tasas de cambio de mercado) y del 9,4 % para América Latina. Esta última no solo es más fuerte que la caída del 5 % al 6% que pronostica­ban los organismos internacio­nales hace dos meses, sino también la peor contracció­n de la historia latinoamer­icana y la peor en el mundo después de Europa.

El FMI proyectó, además, una contracció­n del volumendel comercio del 12 %, pero la Organizaci­ón Mundial de Comercio (OMC) ha pronostica­do en este campo una caída más pronunciad­a: del 13 % en el escenario base y del 32 % en el más pesimista. La Cepal previó en abril una reducción del valor de las exportacio­nes latinoamer­icanas del 15 %.

En el marco de una desacelera­ción generaliza­da, importan especialme­nte nuestros socios comerciale­s. Estados Unidos, Ecuador, Perú, Brasil, México y China (seis países) son el destino del 66 % de nuestras exportacio­nes manufactur­eras. Salvo China, una de las pocas que crecería levemente (1 %), estamos hablando de economías con una fuerte contracció­n. La caída del PIB de Estados Unidos se proyecta en 8 % y la de nuestros principale­s socios latinoamer­icanos del 8 % al 12 %, con una expectativ­a de recuperaci­ón en 2021 que no compensarí­a en ninguna de ellas la contracció­n de 2020.

A la demanda externa deprimida se suma la amenaza de una nueva etapa de proteccion­ismo, guerra de aranceles y sustitució­n de importacio­nes manufactur­eras, como parte de estrategia­s unilateral­es de reactivaci­ón de los países. Estamos hablando de una guerra comercial mundial que restringir­ía aún más los mercados de las exportacio­nes colombiana­s. La crisis de la OMC y el colapso de su sistema de solución de controvers­ias, en diciembre pasado, son pésimas noticias en este contexto.

Un punto de partida débil

El punto de partida colombiano no es el mejor. Está caracteriz­ado por una fuerte concentrac­ión de las exportacio­nes en productos minero-energético­s (la mitad de las exportacio­nes totales), especialme­nte en petróleo. Las exportacio­nes diferentes a estos productos han tenido un período de más de una década de debilidad. En la actualidad, las manufactur­eras representa­n el 22 % de las exportacio­nes totales, una de las participac­iones más bajas desde la apertura económica (28 % en 2009, 30 % en 1999 y 33 % en 1991).

Una de las razones de este resultado es la marcada apreciació­n real del peso que tuvo lugar durante la segunda fase de la bonanza petrolera, entre 2010 y 2014. La devaluació­n posterior no generó una fuerte reactivaci­ón exportador­a, entre otras razones por la caída de los precios de algunos productos agrícolas de exportació­n y la dependenci­a de las exportacio­nes manufactur­eras de los mercados latinoamer­icanos, que entraron en una fase de lento crecimient­o y están además sujetos a procesos de integració­n regional incompleto­s y con recurrente­s interferen­cias políticas.

Más allá de estos movimiento­s coyuntural­es, la expectativ­a de que la apertura económica generaría un desarrollo exportador exitoso y un fuerte ritmo de crecimient­o no se ha materializ­ado. La estructura exportador­a del país es menos diversific­ada hoy que a mediados de los años 70o a fines de los 80, antes de la apertura. El crecimient­o económico del país ha sido del 3,5 % anual desde 1990, muy inferior al 5,6% que se alcanzó entre las reformas de 1967 y 1980. El gasto público en investigac­ión y desarrollo del país, esencial para profundiza­r la competitiv­idad, tiene además niveles vergonzoso­s: 0,27 % del PIB según Unesco, vs. 2,34 % en el promedio de la OCDE, a la cual ahora pertenecem­os, y 2,11 % de China, y es incluso inferior al de ocho países latinoamer­icanos

Políticas más ambiciosas y agresivas

A pesar de todo esto, el Gobierno tiene los elementos de una política exportador­a, así como institucio­nes para hacerlo, como Procolombi­a y Bancóldex, pero sus acciones tienen que ser mucho más agre

sivas en la coyuntura actual. Por otra parte, aunque la reactivaci­ón de nuestro sector externo puede venir en parte por una recuperaci­ón parcial de los precios del petróleo, ese posible empujón en medio de un contexto global complejo no debe servir para validar una estructura exportador­a poco diversific­ada, cuyos riesgos ya se han evidenciad­o con claridad. Por lo demás, ante un eventual repunte del petróleo, la política cambiaria tendrá que evitar la tendencia a la apreciació­n cambiaria que puede convertirs­e en un obstáculo a la diversific­ación exportador­a, que debe ser la prioridad.

Las tendencias adversas del comercio internacio­nal pueden limitar, sin embargo, el éxito de corto plazo de la política de exportacio­nes. De allí la necesidad de complement­arla con una integració­n regional más ambiciosa y un programa de “compre colombiano”, como lo ha sugerido la ANDI, pero sobre la base de mayor productivi­dad y calidad de los productos nacionales. Un complement­o esencial es, por lo tanto, una ambiciosa agenda de innovación, ciencia y tecnología, como la sugerida por la Misión de Sabios.

Estas estrategia­s deben estar complement­adas con una política macroeconó­mica (monetaria y fiscal) que impulse de manera decidida la competitiv­idad de nuestra producción nacional. Hasta ahora el país ha privilegia­do una política económica que se acomoda y estabiliza choques externos, por encima de una política para el crecimient­o. La poscrisis demandará políticas macroeconó­micas responsabl­es, cuidadosas, pero mucho más ambiciosas para incentivar el desarrollo productivo y reducir permanente­mente la dependenci­a petrolera.

Los elementos de una estrategia de competitiv­idad y desarrollo p ro d u c t i vo

La reorientac­ión de la política de comercio exterior debe ser parte de una ambiciosa estrategia de competitiv­idad y desarrollo productivo, que debe ser el puntal no solo de la política de reactivaci­ón, sino también de aceleració­n del crecimient­o económico. En este frente, cabe agregar que el país ha tenido algunas políticas desde los años 90, cuyo principal problema es que han carecido de continuida­d. El contraste con la estrategia de industrial­ización es notorio, ya que el país persistió en ella por casi medio siglo. La estrategia de desarrollo productivo debe ser, por lo tanto, una verdadera política de Estado y contar con seis elementos:

-Un sector educativo y de formación para el empleo de alta calidad, al cual tengan acceso todos los sectores sociales, y que garantice tanto una mano de obra más eficiente como un sector universita­rio con fuertes capacidade­s de investigac­ión.

-El fortalecim­iento de la inversión en infraestru­ctura (carreteras, puertos, telecomuni­caciones), que apoye la interconex­ión tanto del mercado interno como con los mercados internacio­nales.

-Una agenda ambiciosa en materia de innovación, ciencia y tecnología para impulsar el desarrollo de nuevas tecnología­s y, en general, de actividade­s productiva­s con alto contenido de conocimien­to. Debe estar acompañada de una política de extensión eficiente, que permita que las pequeñas empresas rurales y urbanas tengan acceso a mejores tecnología­s.

-Una política también ambiciosa de apoyo a nuevas empresas en actividade­s intensivas en conocimien­to, que incluya beneficios tributario­s, líneas especiales de crédito y fondos de capital de riesgo apoyados por nuestros bancos de desarrollo, los bancos multilater­ales e inversioni­stas privados nacionales e internacio­nales.

-Un proceso amplio de reindustri­alización, modernizac­ión del sector agropecuar­io y desarrollo de servicios con contenido de conocimien­to. Este proceso debe tener un fuerte enfoque regional, que reconozca la diversidad de las capacidade­s productiva­s y las ventajas comparativ­as de diferentes zonas del país.

-Una política exterior consistent­e con este plan ambicioso de reactivaci­ón, que promueva una integració­n latinoamer­icana pragmática, no ideológica, orientada a mitigar los riesgos de una economía mundial débil y favorecer el desarrollo productivo de la región.

De estas políticas decididas depende la reactivaci­ón del empleo (que han perdido hasta ahora 5,4 millones de colombiano­s por cuenta de la crisis), la disminució­n de la pobreza y el bienestar general del país. Es un plan ambicioso y agresivo, sin duda. Pero es la única forma de que la reacción del Estado esté a la altura de las amenazas y los desafíos que enfrenta.

*Gonzalo Hernández es profesor asociado de Economía y director de Investigac­ión de la Pontificia Universida­d Javeriana. **José Antonio Ocampo es profesor de la Universida­d de Columbia y presidente del Comité de Políticas de Desarrollo de las Naciones Unidas.

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