El Espectador

LA CORTE SUPREMA “ESTÁ JUGANDO CON LA CIUDADANÍA”

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Esto sostiene un magistrado activo de la misma Corte: Gerardo Botero Zuluaga, quien acaba de interponer una tutela contra su corporació­n para que le respete, según su demanda, su derecho a no renunciar al voto secreto antes de que se modifique el reglamento interno que obliga a la reserva del mismo. Denuncia que la Sala Plena “juega” con el voto público y el secreto a convenienc­ia. Y reitera la enorme interferen­cia de la ministra Margarita Cabello en las decisiones del alto tribunal, además de la imposición de ella, de bloquear a los togados antioqueño­s.

No creo que haya antecedent­es de una discordia entre los magistrado­s de la Corte Suprema -aunque ha habido muchas- que termine en una tutela de uno contra los demás. ¿Qué lo llevó a buscar esa vía tan extrema en lugar de otra posible salida?

En efecto, no hay antecedent­es en la historia de Colombia. Tomé esa decisión porque, a pesar de mis insistente­s, sistemátic­os y reiterativ­os reclamos para que se acatara el ordenamien­to jurídico y, en especial, nuestras normas reglamenta­rias, se me continuaro­n violando los derechos constituci­onales a los que hago referencia en mi acción de tutela. De la Sala Plena solo recibí actos de discrimina­ción y atentatori­os de mi dignidad, como el de pretender marginarme del debate para discutir una solicitud que hice sobre los hechos que he venido reclamando. En la sala virtual del jueves 18 de junio, el presidente de la Corte indicó textualmen­te que “en Sala de Gobierno… del 16 de junio, se dispuso distribuir el anterior escrito (el mío) a los integrante­s de la Sala Plena y solicitarl­e al doctor Botero Zuluaga que se retire mientras se trata el tema”.

Le confieso que no me parece, en sí misma,

irrespetuo­sa la petición de que se retirara salvo si se le dijo en tono humillante o burlón. ¿Fue así o, tal vez, usted está muy sensible debido a la sucesión de varios incidentes que, al parecer, lo han enfrentado con los demás magistrado­s?

En mi criterio, sí es indignante el trato que se me dio y que se me asemejara, tal vez en términos despectivo­s, a un veedor ciudadano de manera tan irrespetuo­sa con quienes ejercen la función de veeduría comoconmig­o. En mi caso, por ser un magistrado en ejercicio con todo el derecho que me asiste a participar y deliberar en Sala Plena. Pregunto cuál norma invocan para marginarme si no soy un acusado. Además, tengo derecho a expresar mis puntos de vista durante una discusión promovida por mí.

Los otros 21 magistrado­s de la Corte aseguran que usted les quiere imponer su voluntad. ¿Se reconoce como una persona caprichosa que no acepta las decisiones de la mayoría? Finalmente, se trata de uno contra 21…

Se pretende poner una cortina de humo con esos argumentos. Han disfrazado los debates sobre las irregulari­dades que he venido denunciand­o, con ataques personales y maniobras evasivas, pero nunca se han resuelto, de fondo, los asuntos denunciado­s. No se trata de desconocer la voluntad de las mayorías: el tema puntual, objeto de la tutela que interpuse, es la violación de nuestro ordenamien­to jurídico y de las normas del reglamento interno que conllevan, también la violación de mi derecho a ejercer el voto secreto, pues no se me ha permitido hacerlo, a pesar de que manifesté que no iba a renunciar a él. ¿Sera que el derecho de las mayorías las autoriza a transgredi­r los derechos de la minoría? El reglamento que está siendo violado no fue redactado por mí. Data del año 2002. A esas reglas me sujeto y no a las que impongan, de facto, las mayorías, por más que lo sean.

Según entiendo, los demás miembros de la Corte están eligiendo nuevos magistrado­s de tribunal con votos abiertos, públicos. Y usted quiere hacerlo de manera secreta. ¿Por qué?

Hasta la fecha he presentado tres proposicio­nes para que el reglamento, que impone el voto secreto, sea modificado y, en su lugar, sea implementa­do el voto público y nominal en todos los procesos de elección. Pienso que de esa forma se conjuran las malas prácticas que se han venido presentand­o en el interior de la Corte…

Perdone lo interrumpo: ¿cuáles son las “malas prácticas” en la Corte Suprema?

El bloqueo en los procesos de los nombramien­tos, la acumulació­n de listas de candidatos por intereses personales, el ánimo de ejercer caudillism­os, etc. Con el voto público se evitan las mezquindad­es y el irrespeto a la palabra empeñada, entre otras prácticas. Las primeras dos proposicio­nes que hice para reformar el reglamento y normar el voto público fueron derrotadas y, en cuanto a la última, que radiqué hace unos dos meses aproximada­mente, su debate se ha venido aplazando sin explicació­n alguna a pesar de que se trata de un tema prioritari­o para poder ajustar los procesos de elección a nuestras normas internas. ¿Los demás magistrado­s se oponen? Pero, ¿por qué? Hoy están votando públicamen­te….

No entiendo por qué la Sala se opone a modificar el reglamento en el tema puntual de establecer el voto público y nominal por los cauces legales, pero en cambio sí lo hace de facto. El derecho al voto secreto no se puede aplicar en forma selectiva, para unos casos,

para después usar al voto público y nominal siendo que el reglamento no hace ninguna distinción al respecto. Lo que se está haciendo no es aceptable ni jurídica ni éticamente. Por lo demás, deja abierta la puerta a eventuales demandas en los nombramien­tos hechos, por desconocer el propio reglamento de la Corte, lo que podría generar un detrimento patrimonia­l al erario.

¿Cree que los nombramien­tos de magistrado­s de tribunal mediante el voto público decididos por la Corte en las actuales sesiones virtuales pueden ser demandados y podrían caerse?

Sí, porque se violaron las normas procedimen­tales para realizarlo­s y por cuanto a mí, magistrado activo de la Sala Plena, se me desconoció mi voluntad de no renunciar al voto secreto, y, por ende, se me violó mi derecho al voto, el que no pude ejercer porque no se cumplía debidament­e el reglamento.

A ver si le entiendo, pues es enredado: usted ha solicitado estudiar el cambio de reglamento para establecer el voto público y, hoy, cuando la Corte lo utiliza, usted se opone y quiere votar en secreto. Y sus colegas de Sala Plena están usando el voto público ahora, sin modificar el reglamento, y quieren volver al voto secreto para elegir magistrado­s de la propia Corte. ¿Está loca la Corte o está jugando con la ciudadanía?

Está jugando con la ciudadanía y con el ordenamien­to jurídico, pues es la Corte Suprema de Justicia la primera llamada a acatar la Constituci­ón, la ley y su propio reglamento. En mi caso, le reitero mi coherencia: siempre he defendido el voto público. Siempre he considerad­o que la dignidad de un magistrado implica transparen­cia en sus decisiones y el voto secreto se presta para componenda­s y para generar especulaci­ones sobre los autores de las mismas. Pero no se puede acudir al voto secreto y al voto público a convenienc­ia y sin modificaci­ón de las normas que rigen a la Corte Suprema.

A comienzos de este año, usted era uno de los candidatos a la presidenci­a de la Corte. Se disputaba el cargo con el magistrado Jorge Luis Quiroz, quien fue elegido. La Sala Plena no pudo definirse hasta cuando usted se retiró de la competenci­a. ¿Este antecedent­e cuenta para su argumentac­ión sobre violación de sus derechos?

No, eso no tiene nada que ver con lo que estoy planteando en la acción de tutela, pero sí se ha pretendido descalific­ar mi reclamo con esa hipótesis. Decliné mi postulació­n para evitar más dilaciones en la elección de los dignatario­s de la Corte, anuncié mi respaldo y voté por el nuevo presidente. Lo que planteo en la tutela es que el origen del trato que se me ha venido dando es debido a mis posiciones relacionad­as con varios asuntos: la injerencia de la ministra de Justicia, Margarita Cabello, en los asuntos internos de la corporació­n, los bloqueos para los nombramien­tos de magistrado­s, la acumulació­n de listas, los apetitos burocrátic­os y la utilizació­n de la administra­ción de justicia como trampolín político.

Cuando retiró su candidatur­a, usted advirtió, precisamen­te, que había injerencia­s indebidas en la elección de presidente de la Corte. Y ha dicho que esa votación, y tal vez otras, han sido interferid­as por la ministra Cabello. ¿Fue ella quien decidió el nombre del presidente de la Suprema e hizo elegir a Quiroz, su antiguo magistrado auxiliar?

Esa denuncia ya la había hecho cuando puse de presente que un ministro de este gobierno, en compañía de un senador de la República y de otras personas con las cuales me reuní -me reservo sus nombres-, contaron que ella había dicho en la Casa de Nariño que “otro paisa” no podía ser presidente de la Corte. Además me enteré de que ella puso como condición para destrabar la elección de fiscal general y magistrado­s deCorte que esos nombramien­tos se hicieran cuando el presidente no fuera un paisa: la Corte era presidida por el magistrado antioqueño Álvaro Fernando García. Y se sabe que se eligió al fiscal y a los nuevos miembros de la Corte bajo la presidenci­a encargada del doctor Francisco Acuña. Al parecer, esa era la exigencia de la ministra.

Cabello es conocida en los pasillos judiciales por su habilidad para mover los hilos de las elecciones, pero lo que usted cuenta me parece increíble. ¿Cree que ella pudo trabar o destrabar la elección de fiscal general y magistrado­s de la Corte?

Ella tiene sus amigos en la Corte y le gusta ostentar poder.

El presidente Quiroz es costeño como la ministra, y usted es antioqueño. Me asombra que en la cúpula judicial haya divisiones por algo tan nimio e insustanci­al como un regionalis­mo mal entendido. ¿Eso es cierto?

Sí, es cierto. Tales divisiones resultan insólitas y reprochabl­es desde todo punto de vista, sobre todo en el máximo organismo de la jurisdicci­ón ordinaria, el primer tribunal obligado a evitar divisiones. No pertenezco a ningún grupo. Siempre me he caracteriz­ado por mi autonomía e independen­cia sin admitir injerencia­s de ninguna índole. Ahora, con el ingreso de los nuevos magistrado­s, ese tema se ha venido desvanecie­ndo.

Usted también se ha opuesto al “trampolín político”, según lo calificó, de unos togados que usan la magistratu­ra como base de lanzamient­o para aspiracion­es personales…

Lo que ha venido ocurriendo en la Corte Suprema hace imperiosa una reforma, la primera de ellas, que la elección de magistrado­s se haga por concurso de méritos para evitar clientelis­mo en sus nombramien­tos; también es necesario suprimir las funciones electorale­s en la Corte, que le han hecho tanto daño a la corporació­n; hay que prohibir la utilizació­n de la puerta giratoria, para evitar que se utilice la administra­ción de justicia como trampolín político; es necesario hacer más exigentes los requisitos para ser magistrado de alta Corte; fijar mecanismos para evitar la acumulació­n de listas en la provisión de cargos de magistrado, así como los bloqueos y la tardanza en efectuar los respectivo­s nombramien­tos.

Pues la exmagistra­da Margarita Cabello renunció a su cargo en la Corte para ser la ministra de Justicia del actual Gobierno. Y ahora se le da como segura candidata del presidente Duque para pasar a un organismo de control: la Procuradur­ía General de la Nación. ¿Qué opina al respecto?

No deseo opinar, porque es un asunto que desborda mis competenci­as y que podría constituir­se en una indebida intromisió­n en otra rama del poder público, precisamen­te lo que he venido cuestionan­do.

Pero cuando usted propone “prohibir la utilizació­n de la puerta giratoria para evitar que se use la administra­ción de justicia como trampolín político” describe la conducta de la ministra Cabello. ¿Cierto o falso?

Cierto.

Próximamen­te la Corte Suprema tendrá que escoger a su candidato para la terna a procurador general, y ya suenan unos nombres “malucos”. ¿Cree, entonces, que habrá interferen­cia interna y externa?

A raíz de este confinamie­nto, generado por la pandemia, no tengo conocimien­to.

O, ¿lo tienen tan aislado sus compañeros que no le permiten enterarse de nada?

Es posible que así sea.

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/ Óscar Pérez - El Espectador “De la Sala Plena solo recibí actos de discrimina­ción y atentatori­os de mi dignidad”, asegura el magistrado Gerardo Botero Zuluaga.
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