¡Hagamos futuro!
Varias cosas van quedando en claro con los temas educativos, tras el prolongado aislamiento decretado en nuestro país a partir de la pandemia. La más visible, aunque nada sorpresiva, se evidenció con las inequitativas posibilidades tecnológicas para recibir educación virtual o remota, reflejando la triste y profunda brecha social que privilegia la posibilidad de aprender solo para una parte de la población nacional, y a la vez atenta contra uno de los derechos fundamentales en Colombia.
Al desnudo quedó también la escasa planeación y preparación de muchas instituciones educativas, desde las de formación básica hasta las universitarias, pues ni a sus profesores ni a sus alumnos les habían invertido un solo peso en capacitación y preparación en plataformas tecnológicas de soporte, ni en pedagogía e instrucción en educación no presencial, a pesar de que varias de ellas se ufanaban de ofrecer alternancia para sus estudiantes.
Pero también se destacan positivos resultados, pues la generalización del recurso remoto y el apropiamiento por parte de sus usuarios nos genera múltiples posibilidades de migrar hacia modelos híbridos y mixtos de educación virtual y presencial, que no solo acelerarán el proceso de transformación digital para los aspectos formativos, sino que ampliarán la cobertura educativa tanto a escala internacional como en las zonas nacionales menos urbanizadas; eso si los gobiernos dedican los recursos, esfuerzos y políticas a desarrollar la conectividad doméstica como foco del avance tecnológico al servicio de la población, medida efectiva para ayudar a cerrar la brecha educativa.
Esta ampliación de la cobertura pone a la educación superior, especialmente posgrados y formación ejecutiva, en un nuevo plano competitivo, pues si bien las universidades colombianas posicionadas pueden orientarse a captar alumnos extranjeros (del Caribe y Centroamérica principalmente), serán muchas las instituciones europeas y norteamericanas que atraerán a profesionales locales, pues estos ya están comprobando que es posible procurar un título especializado mediante el desarrollo de un curso no presencial.
Esa misma condición se puede replicar en el ámbito interno con las instituciones educativas de carácter nacional, cuya oferta académica no presencial debe resultar atractiva para quienes habiten en poblaciones alejadas de los principales polos urbanos, que albergarán a una gran cantidad de profesionales y sus familias, resultado de la imperativa necesidad de desarrollar las cadenas productivas regionales, ante las nuevas condiciones de movilidad y competitividad internacional que impone la bioseguridad.
Lo cierto es que el reto, para todos los estamentos vinculados a la educación, está servido y no hay tiempo para persistir en fórmulas del pasado: ¡hagamos futuro!