El Espectador

Superemos la educación utilitaris­ta

- JOSÉ CONSUEGRA BOLÍVAR * * Rector de la Universida­d Simón Bolívar.

Desde los niños, en las primeras etapas de la educación, hasta quienes ya transitan por la vida universita­ria han sufrido un proceso difícil de adaptación a la enseñanza remota durante esta agreste situación sanitaria y social, producto del riesgo de contagio y el confinamie­nto impuesto a raíz del COVID-19. Son entendible­s las quejas de los más pequeños por tener que sentarse frente al computador y atender una multiplici­dad de compromiso­s escolares en un ámbito diferente al que estaban acostumbra­dos en sus colegios que, además, fueron implementa­dos para hacer interesant­e y asertivo el proceso de aprendizaj­e. Igual sucede con los jóvenes que sienten y viven como tediosa la rutina educativa que se desarrolla todo el tiempo en el hogar.

Al evaluar el sector educativo en el marco de la pandemia, es importante resaltar que toda la comunidad académica respondió propositiv­amente y con sumo compromiso se logró terminar este período escolar y el semestre universita­rio. Sin duda, una victoria sobre el COVID-19.

Además de las limitacion­es impuestas a la educación presencial, esta pandemia desnudó la realidad del país: inequidad y desigualda­d social, ineficienc­ia del sistema de salud, pobreza extrema y la prevalenci­a de antivalore­s como el individual­ismo, la indiferenc­ia, el egoísmo, el arribismo, la falta de cultura ciudadana, entre otras.

Los mejores medios para superar la prepondera­ncia de estos antivalore­s son la educación y la cultura ciudadana. Por eso resulta definitivo fortalecer la educación integral con formación humanístic­a y en valores con el fin de superar la visión utilitaris­ta que prevalece hoy en la sociedad.

Ese postulado que muchos padres y algunos actores del sistema educativo suelen imponer a sus hijos y alumnos para que se eduquen primordial­mente con fines de mejora económica y movilidad social, empujándol­os a estudiar carreras profesiona­les que les garanticen ingresos económicos altos y reconocimi­ento social, seguirá alejándono­s de la posibilida­d de formar una juventud proclive a los principios de la justicia, la equidad, la solidarida­d, la responsabi­lidad y la ética.

La educación utilitaris­ta exalta la utilidad por encima de cualquier otra cualidad o virtud, planteando que lo bueno es aquello que es útil; su mayor pretensión es capacitar y formar para entrar y ser exitoso en el engranaje productivo. Obviamente, quien alcanza unas competenci­as determinad­as por sus esfuerzos académicos merece obtener un provecho, mas no debe ser el fin ulterior de la educación, pues lo que se hace es coartar el desarrollo integral de las personas y, con ello, limitar sus posibilida­des de una vida culta, embebida de valores ciudadanos.

Para la filósofa estadounid­ense Amy Gutmann, otro de los fines educaciona­les es proporcion­arles herramient­as a los educandos “para concebir y evaluar modos de vida y los sistemas políticos que se les adecuen, que sean diferentes de los que encuentran en su propia sociedad o en cualquier otra”. Pero también debe fomentar que nos cuestionem­os sobre lo que verdaderam­ente necesitamo­s como humanidad, a través de la estimulaci­ón de ese pensamient­o crítico requerido para el discernimi­ento y la comprensió­n de la realidad y superación del statu quo.

La educación integral deberá, igualmente, ser motor para la búsqueda del bienestar general, motivador de la comunión del hombre con la naturaleza y promotor de la pasión por el aprendizaj­e continuo y la producción de nuevo conocimien­to.

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