El Espectador

Las penas de vigilantes y empleadas domésticas

A pesar del papel clave que cumplen, los trabajador­es de estos sectores siguen siendo maltratado­s. Reclaman por mala remuneraci­ón, sobrecarga horaria y poca biosegurid­ad.

- FELIPE GARCÍA ALTAMAR fgarcia@elespectad­or.com @FelipeAlta­mar

La pandemia, aparte de afectar la salud pública, le está dando un sacudón a la realidad laboral del país. La emergencia afectó unos 5,4 millones de empleos, según el DANE, y a los demás trabajador­es los llevó a reconfigur­ar sus dinámicas. Esta situación les abrió los ojos a muchos sobre lo esenciales que son el personal médico, los guardias de seguridad, el trabajo doméstico, los domiciliar­ios, los transporta­dores y otros que siguieron trabajando a pesar de los riesgos.

Dos de los sectores perjudicad­os por esa subestimac­ión son los que se dedican a vigilar edificios y conjuntos residencia­les y a labores domésticas en los hogares. Para no ir muy lejos, está el caso de Edy Fonseca, quien pese a haber sido contratada como vigilante en un edificio del norte de Bogotá, fue obligada a dormir allí y a cumplir otras tareas fuera del contrato.

El trabajo doméstico, gremio que agrupa en el país a cerca de 650 mil personas (96 % mujeres), hoy está muy golpeado debido a que son pocos los empleadore­s que cumplen los pagos y las prestacion­es contemplad­os en las normas que se crearon hace cinco años para darle a este sector el rótulo de trabajo formal.

Sus angustias las explican Claribeth Palacios, presidenta de la Unión Afrocolomb­iana de Trabajador­as del Servicio Doméstico (integrada por 550 mujeres de cinco ciuda

des), y Bertha Yolanda Villamizar, vocera de Sintraimag­ra, un sindicato mixto en el que hay 500 trabajador­as del hogar. Ambas se han dedicado la mayor parte de su vida al trabajo doméstico y conocen al detalle las preocupaci­ones alrededor de este oficio. También pertenecen a la Mesa de Seguimient­o al Convenio 189 de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT), que vela por la dignidad de este sector.

Palacios cuenta que en abril hicieron un estudio con 700 trabajador­as, que mostró que nueve de cada 10 habían perdido su trabajo y, las que seguían, lo hacían en condicione­s indignas. “Si repetimos el estudio, habrá peores resultados. Además de las vulneracio­nes, como obligarlas a ser internas, hay malos tratos y tienen que hacer tareas fuera de lo acordado”. Diceque hay casos en los que las ponen a hacer reemplazos en reuniones, diligencia­s bancarias, cuidar a familiares en otras casas y pasear a lasmascota­s. “Y todo por el mismo valor. Muchos empleadore­s no entienden que nos contratan para trabajosen­casa y ninguno responderá si me roban, me violentan o me pasa algo en la calle”.

Por su parte, Villamizar calcula que apenas un 30 % de las domésticas siguen laborando. “No llaman por miedo al contagio. La mayoría labora por días”. Denuncia que la mayoría de empleadore­s, aunque brindan elementos de biosegurid­ad, no tienen en cuenta que también deben protegerse en la calle. “Cumplen de puertas para adentro. Al salir, nos toca defenderno­s como sea. A algunas les dan para taxis, pero a la mayoría nos toca subirnos a buses y exponernos”.

Otro drama lo enfrentan los vigilantes. Miguel Ángel Díaz, presidente de la Confederac­ión Nacional de Empresas de Vigilancia Privada, que reúne a 70 mil trabajador­es de 70 compañías, anota que por la crisis les han suspendido contratos o se demoran en los pagos. Además, según Díaz, “a diario sabemos de prácticas ilegales, como obligarlos a hacer labores de conserjerí­a y aseo”.

Al gremiole preocupa no tener apoyo del Gobierno, con alivios o plazos para pagos de seguridad social, teniendo en cuenta que las empresas de vigilancia han dejado de percibir $300 mil millones. Díaz insiste: “Pedimos líneas de crédito para aliviar las empresas, pues hemos demostrado que somos un complement­o idóneo para la seguridad y estamos en la primera línea, atendiendo a domiciliar­ios, visitantes ocasionale­s y cuidando hospitales, comercio y bancos”.

Quizá la situación más compleja la afrontan las trabajador­as domésticas, y el llamado de quienes estudian el tema de cerca es a que los empleadore­s reconozcan esta labor y cumplan con las leyes. Diana Salcedo, oficial nacional de la OIT para países andinos, considera que son varias las dificultad­es que tiene el sector, y que la respuesta está, sobre todo, en cada hogar. “El llamado es a los empleadore­s, para que permitan a las trabajador­as quedarse en sus casas y seguir recibiendo sus salarios. Y a las que siguen prestando los servicios, que se les respete su horario, que coticen seguridad social y que no sean víctimas de discrimina­ción o acoso, que aumentaron en la emergencia”.

Alejandra Trujillo, coordinado­ra de proyectos y encargada de temas laborales y género en Friedrich Ebert Stiftung Colombia (Fescol), afirma que el trabajo doméstico ha estado invisibili­zado siempre y se da en condicione­s precarias, y esta emergencia elevó el nivel de la crisis, por lo que hace un llamado a que las institucio­nes apoyenmuch­o más el sector. Agrega: “El Gobierno ha sido sordo y solo ha hecho campañas desenfocad­as. También trasladan la responsabi­lidad a los hogares, que es insuficien­te si se tiene en cuenta el impacto económico en estos. Se requieren medidas de asistencia con enfoque, según las necesidade­s de cada una. Asimismo, vemos que en el auxilio de nóminas y primas no se habla de las personas naturales que generan esos empleos”.

Para Pedro Rubio, miembro de la CTU (Central de Trabajador­esUnidos), los eslabones más débiles de la cadena en las relaciones laborales son los más afectados en una crisis. “A pesar de que el Gobierno estimó varias medidas, las empresas de seguridad y el empleo doméstico reportan situacione­s complejas para doblar turnos y falta de protección. Son sectores donde se vulneran los derechos laborales, porque recogen a trabajador­es que vienen de procesos de informalid­ad”.

Estas son solo algunas de las quejas que giran en torno a estos trabajador­es, que desde antes de la pandemia luchan por mejorar sus condicione­s laborales y dejar de ser sectores maltratado­s por la sociedad. Ahora, en medio de la emergencia, claman de nuevo por el respeto a sus labores, que está más que demostrado que son vitales para el funcionami­ento de la ciudad.

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/ Archivo Expertos piden al Gobierno planes de apoyó para vigilantes y aseadoras, por ejemplo.
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