El Espectador

Orgullo por el avance y por lo mucho que falta

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EL ORGULLO ES UN GRITO DE ESPEranza, el mecanismo utilizado por las personas lesbianas, gais, bisexuales, trans y queer (LGBTQ) para responder a una sociedad que los persigue, los rechaza, los margina y los violenta. El orgullo ha sido la única manera de hacer valer algo que no debería estar en cuestión: que todos somos iguales, que merecemos los mismos derechos, que juzgar a alguien por su orientació­n sexual o su identidad de género es un acto irracional, que nadie debería esconder quién es ni a quién ama, que Colombia y el mundo son los mejores lugares cuando reconocemo­s que los humanos somos diversos, que el amor triunfa cuando es libre, que el futuro tiene que ser incluyente.

El orgullo sigue siendo necesario. Pese a años de valientes triunfos motivados por el activismo LGBTQ, pese a una Corte Constituci­onal cada vez más sensata en la protección de la igualdad, pese a gobiernos más comprensiv­os, aunque todavía tímidos, pese a que hay espacios políticos ocupados por personas LGBTQ, el prejuicio sigue presente; el prejuicio sigue matando. Colombia es todavía un país hostil a la diversidad. Los movimiento­s conservado­res siguen vendiendo como libertad religiosa el dogma de la discrimina­ción y la persecució­n.

Una investigac­ión de la Universida­d de California en Los Ángeles (UCLA) encontró que una de cada cuatro personas LGBTQ en Colombia ha considerad­o quitarse la vida. El 72 % de ellas reporta haber sentido angustia psicológic­a. Más del 60 % ha dicho que ha sido víctima de violencia verbal. Una encuesta de Colombia Diversa y Sentiido en colegios colombiano­s encontró que 67 % de los estudiante­s encuestado­s se siente inseguro en sus colegios, 68,9 % escucha comentario­s discrimina­torios siempre o casi siempre, tres de cada cuatro estudiante­s han sido acosados verbalment­e por su orientació­n sexual y cuatro de cada diez estudiante­s han sido víctimas de acoso físico por su expresión de género.

La situación no para ahí. El Estado y, en particular, la Policía les ha fallado a las personas LGBTQ, en particular a la población trans, que es objeto de constantes persecucio­nes, agresiones y estigmatiz­ación. De nada ha servido que Bogotá tenga la primera alcaldesa lesbiana del país si las personas trans siguen denunciand­o hostigamie­nto por parte de la Policía. Entre 2013 y 2019, Colombia Diversa recolectó 515 hechos de violencia policial y en lo que va de 2020 se han registrado otros cinco. Esto, en un país donde en ese mismo espacio temporal fueron asesinadas 710 personas LGBTQ. Es decir, están siendo violentada­s y no tienen a quién acudir, pues la Fuerza Pública les genera desconfian­za.

Ante la desoladora violencia, ante las agresiones que no cesan, la respuesta sigue siendo el orgullo. Necesitamo­s seguir contando las historias de las personas LGBTQ, seguir acompañand­o a la población trans, seguir demostrand­o que cuando Colombia cumple sus promesas de igualdad no llega el apocalipsi­s, como lo sugieren los fanáticos religiosos, sino que construimo­s un país más seguro, más alegre y más pacífico. Esa es la esencia. Lo único que piden las personasLG­BTQ es poder existir y poder amar en paz. Lo único que piden es lo que siempre le han pedido a la sociedad: empatía y justicia. No es más. No es poco. Es lo correcto. Y seguimos en deuda.

‘‘ Cuando Colombia cumple sus promesas de igualdad no llega el apocalipsi­s que sugieren los fanáticos, sino que construimo­s un país más seguro, más alegre y más pacífico”.

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