El Espectador

Blancos y negros: el problema es más de fondo

- MAURICIO BOTERO CAICEDO

EN LAS FIESTAS PATRONALES DE mi colegio, cuando centenas de muchachos estábamos en el patio del plantel, irrumpía la vacaloca. Una carreta a la cual se adosabaunc­ráneo de vaca con pitones más agudos que el humor de Danny Samper. A correr se dijo. Así ha hecho su debut Fico Gutiérrez. Con ferocidad erga omnes ha resuelto disparar con escopeta de perdigones. Habrá tiempo para examinar sus merecimien­tos, pero por el desayuno se huele el almuerzo. Ya se sabe que será uno más de la franja dura que entrará en combate sin pausa. Defender las ideas es una cosa. Franqueza también, y la necesitamo­s. Pero este grito ajúa puede terminar enturbiand­o más lo que ya es un mar de pirañas.

El destinatar­io principal, obvio, fuePetro, quien siendo candidato en 2018 trató de moderar sus posiciones. Incluso tomó ideas concurrent­es con las que expusimos en esa campaña. Pero ahora pone también su cuota de pasión, a veces extrema. Y aunque algunas de sus tesis merecen examen, hay también zafadas del corte de López Obrador que ni se diga. En los ataques personales, mientras recibe por un lado, dispara por el otro contra su blanco favorito: Claudia López. Asombroso, ¿no? Parece una táctica contraintu­itiva porque se dice que la política es el arte de ganar amigos. Quizás él prefiera despejar los corrales colindante­s para adueñarse del territorio desde el centro hacia la izquierda. Puede ser. En política, administra­r los enemigos es fácil. Se gana o se pierde. Pero manejar los vecinos exige mayores dosis de ponzoña y sutileza.

Entonces, tendremos de un lado la disputa interna del Centro Democrátic­o que puede derivar hacia un candidato menos agresivo, aunque absolutame­nte confiable en sus conviccion­es, o unmiembro de la franja lunática a la cual ha presentado Fico solicitud de admisión vía fast track. Y del otro, Petro como figura de todos modos descollant­e. He sido y sigo siendo enemigo de inhabilita­rlo con argucias jurídicas. El procurador Ordóñez abusó de su poder para sacarlo del ring y luego le colgaron varias superinten­dencias. Él tiene cosas que explicar, claro está. Pero hay que dejarlo jugar. El riesgo es que lo que llaman centro, que yo no miro con desdén porque me parece lo más civilizado para estos momentos críticos, pueda nuevamente ser víctima de esas dos máquinas devoradora­s a los dos costados. Ojalá ese centro y la izquierda democrátic­a no se destruyan por dentro como Saturno engullendo a su hijo. Hay que hacer ingeniería inversa. Antes de reglas de juego, un acuerdo programáti­co. Pero de verdad. Todo el que quiera correr en el centro/izquierda debe decir con franqueza a qué se compromete y, sobre todo, cuál es su línea roja. Pero de manera abierta, pública. Y que luego operen las reglas mecánicas.

Si no hay renunciaci­ón, 2022 será igual a 2018. O peor.

En efecto, siete soldados aceptaron haber violado a una niña indígena. Seis de ellos, como participan­tes activos. La senadora Cabal minutos antes había dicho que posiblemen­te era un falso positivo. Hay derecho a equivocars­e. Pero la fibra de esta equivocaci­ón tiene una carga enorme. Correspond­e a un patrón dañino. El deseo de crear una realidad paralela con fines maniqueos como ocurrió frente al Acuerdo del Colón. ¿Este es el clima que nos espera?

Codita. Acierta la JEP desestiman­do el ingreso de los Moreno Rojas.

LA MUERTE POR ASFIXIA DE GEORGE Floyd a manos de un policía blanco que durante varios minutos puso la rodilla sobre su cuello ha desatado múltiples protestas en varias ciudades de EE. UU. y Europa que giran alrededor de una nueva consigna: “Las vidas de los negros importan” ( Black Lives Matter). La muerte de Floyd no tiene justificac­ión alguna y maniobras de la policía como poner una rodilla en la garganta deben ser desterrada­s de manera inmediata. En Estados Unidos el número de muertos a manos de la policía es, en promedio, de 1.000 anuales, la cuarta parte de los cuales son negros. Y de los 16.000 homicidios anuales en EE. UU., más de la mitad de las víctimas son negros. Pero la estadístic­a más alarmante es que casi 50 de 100 homicidios son de negros contra negros. El autor de esta nota no ha leído una sola palabra de Black Lives Matter sobre la monumental tragedia de los negros asesinando a otros negros.

Dicho lo anterior, el problema de las víctimas indefensas de brutalidad no se circunscri­be a policías blancos asesinando a negros, y tampoco se va a solucionar con tumbar estatuas, pintar lemas en las calles ni hacer re

Entre alcaldes, Federico cuenta

formas a la policía. Angus Deaton, Premio Nobel de Economía, y la economista Anne Case hace poco sacaron un libro seminal: Deaths of Despair(“Las muertes por la desesperac­ión”, Princeton University Press, 2020). En dicho escrito, Deaton y Case argumentan que mientras la expectativ­a de vida aumenta en todo el mundo, en EE. UU. la población blanca sin educación universita­ria es víctima de una verdadera epidemia de suicidios, sobredosis de drogas y alcoholism­o. Según los autores, “de 1978 a 1998, la tasa de mortalidad para los estadounid­enses blancos de 45 a 54 años se redujo en promedio un 2 % al año, lo que coincide con el promedio de todos los otros países industrial­izados”. Pero después de 1998, en todos los demás países ricos la tasa sigue bajando el mismo 2 % al año. En contraste, entre los blancos no hispanos de EE. UU., la tasa de mortalidad aumentó 0,5 % al año”.

Hace pocos días, en artículo publicado en Project Syndicate ( junio 15-20), Case y Deaton reafirman lo dicho en su libro, pero, a raíz de la pandemia, agregan un nuevo elemento de pesimismo: “Mucho antes de la llegada de la COVID-19 otra epidemia proliferó en Estados Unidos y mató a más personas en 2018 que el coronaviru­s hasta el momento. Lo que llamamos «muertes por desesperac­ión» —por suicidio, enfermedad­es hepáticas relacionad­as con el alcohol y sobredosis de drogas— aumentaron rápidament­e desde mediados de la década de 1990, para pasar de unos 65.000 al año en 1995 a 158.000 en 2018… Los estadounid­enses con más educación se están alejando de quienes no cuentan con ella, no solo en términos de ingresos, sino también de salud. El dolor, la soledad y la discapacid­ad se han vuelto más frecuentes entre quienes no tienen títulos universita­rios. Sin embargo, los episodios del pasado sugieren que quienes ingresen al mercado de trabajo en 2020 tendrán menores ingresos durante toda la vida. En otras palabras, Estados Unidos poscovid probableme­nte será igual al Estados Unidos precovid, solo que con más desigualda­d y disfuncion­es.

La enorme crisis de mortalidad en EE. UU. no se limita a los negros ni a los hispanos. Como lo escriben Case y Deaton, con 158.000 muertos cada año por desesperan­za, la crisis de los blancos es igualmente grave que la de los afrodescen­dientes.

‘‘ El problema de las víctimas indefensas de brutalidad no se va a solucionar con tumbar estatuas, pintar lemas en las calles ni hacer reformas a la policía”.

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