El Espectador

“Bogotá no está a la deriva”

Así responde la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, a los cuestionam­ientos que le hicieron miembros del partido del gobierno Duque, adjudicánd­ole la responsabi­lidad de los graves hechos que convulsion­aron la ciudad entre el 9 y 10 de septiembre. Habla de

- CECILIA OROZCO T~AS~C Ó~N

Usted aseguró que lo ocurrido la semana pasada es el hecho más grave que ha sucedido en materia de orden público en Bogotá después de la cruenta toma y retoma del Palacio de Justicia, en 1985. ¿Ratifica esa comparació­n y, con su ratificaci­ón, la gravedad de lo que pasó el 9 y 10 de septiembre?

El asesinato de Javier Ordóñez a manos de dos policías en un CAI desató una ola de indignació­n y violencia sin precedente­s en Bogotá: 35 CAI fueron incendiado­s y otros 37, destruidos; 216 uniformado­s fueron heridos, entre ellos cuatro por arma de fuego, pero por fortuna ninguno falleció; nueve ciudadanos murieron por disparos, 305 resultaron heridos, 75 de los cuales fue por arma de fuego. Javier Ordóñez se convirtió en el George Floyd colombiano: produjo una reacción masiva de violencia y protestas por la sistemátic­a ocurrencia e impunidad de episodios de abuso policial. Solo este año se han presentado 141 denuncias de abusos, pero la Policía apenas está investigan­do 38. El día en que se conoció el video de Javier, en el que se evidencia que dos uniformado­s lo redujeron con una taser y después se lo llevaron al CAI en donde murió, el hecho se encubrió cuando se informó que Javier “se había sentido mal en ese CAI”.

Belisario Bentancur era el presidente cuando sucedieron los gravísimos hechos del Palacio de Justicia, en 1985. Del presidente Betancur se ha dicho que dejó de ser el jefe de Estado entre el 6 y 7 noviembre de ese año porque el Ejército y la Policía asumieron el poder y las decisiones. ¿Se podría afirmar lo mismo de usted? ¿Fue desplazada en el manejo de la ciudad por la Policía?

En ese sentido, no son situacione­s comparable­s. Estuve al lado del general Rodríguez, director (e) de la Policía Metropolit­ana, en el Puesto de Mando Unificado distrital (PMU) coordinand­o con el general Jorge Luis Vargas (director de Seguridad Ciudadana) y el ministro de Defensa, que estaban en el PMU nacional. Me consta que desde el lugar en que estábamos nadie dio orden de defender los CAIa sangre y fuego. Pero hay evidencia contundent­e de que decenas de miembros de la Policía, en más de 15 barrios, dispararon indiscrimi­nadamente contra civiles y eso fue determinan­te para el brutal nivel de letalidad y para el número de heridos con arma de fuego que se presentaro­n. Por fuera del PMU estaban comandante­s de estaciones y personal de los CAI. Debe investigar­se si alguien les dio a ellos o estos impartiero­n esa orden osi fueunareac­ción de los policías en los barrios y bajo cuáles circunstan­cias ocurrió esa reacción.

Segurament­e, la reacción al ataque y amenaza de destrucció­n de unos vándalos... Evidenteme­nte nunca la Policía había sido atacada de manera tan agresiva y masiva.

Eso pudo llevar a algunos uniformado­s a reaccionar desproporc­ionadament­e. Pero es urgente retirar del servicio a todos los policías sobre los que haya evidencias de que dispararon esa noche. No podemos tener en las calles a agentes armados y con uniforme que ya usaron sus armas, de manera indiscrimi­nada, contra jóvenes y civiles.

Usted ha propuesto una reforma radical de la conformaci­ón del cuerpo policial del país convirtién­dolo en una fuerza realmente civil y no militariza­da. A su petición se opone el presidente. Y el ministro de Defensa dejó claro que el uso de las armas policiales está reglado según la línea jerárquica del mando, lo cual la excluye a usted. Le insisto, ¿se siente todavía “la primera autoridad de Policía de la ciudad” o esta es letra muerta?

La semana pasada, decenas de policías desconocie­ron la Constituci­ón, los protocolos de su institució­n y las instruccio­nes de la Alcaldía. Reconocerl­o es necesario para corregirlo. Por eso deben retirarse del servicio. He estado al frente de los desafíos de mi ciudad. La noche de los disturbios no fui a dormir, sino que presidí el PMU. No me fui a descansar, sino a recorrer hospitales, a escuchar a los policías, a los heridos y a sus familiares. Por eso pudimos documentar, en 48 horas, 119 denuncias. Reitero: las entregamos al presidente y los organismos de control y estamos prestando asistencia psicosocia­l y judicial a las víctimas. Además, reorganiza­mos el servicio de Policía para garantizar seguridad y convivenci­a barrial, a la par que reconstrui­mos los 72 CAI destruidos por los vándalos. Bogotá no está a la deriva ni se quedará sumida en la desesperan­za. Bogotá nunca le ha fallado a la paz, mucho menos le fallará a su propia reconcilia­ción urbana. En cuanto a la primera parte de su pregunta, la Policía necesita reformarse. Necesita mejorar su selección, su formación, su supervisió­n y control, y el bienestar de los policías. Necesita menos militarism­o y más civilidad. Eso no tiene nada de radical: es una obviedad.

No parece creíble que los policías reaccionar­an usando sus armas contra la gente, abiertamen­te y a descubiert­o, por voluntad individual, pero coincident­e entre unos y otros, en barrios diferentes. ¿Qué piensa usted que lo vio al lado de unos oficiales?

Los dos hechos, el ataque por vándalos a la Policía, así como el uso indiscrimi­nado de armas de fuego por algunos miembros de esa institució­n, son muy graves y vamos a garantizar que, en ambos, haya verdad y justicia. No obstante, en cualquier democracia, el segundo caso no solo es grave, sino que además amenaza la existencia misma del Estado de derecho. Los ciudadanos solo le confieren el monopolio del uso legítimo de la fuerza al Estado si tienen la garantía de que se usará para protegerlo­s, no para agredirlos. Si esta garantía se incumple, se derrumba el propio Estado y el orden democrátic­o.

Los videos de policías disparando son aterradore­s. ¿Es cierto que usted estaba presencian­do esos ataques? Si lo es, ¿qué hizo y cuáles órdenes dio? ¿Fue desobedeci­da? Pregunto porque los generales Rodríguez y Vargas aseguraron, en plenaria de Senado, que usted nunca ordenó frenar a los agentes.

Las imágenes de que usted habla, y que grabó y publicó la ciudadanía en redes, son realmente aterradora­s. Pero nosotros no las veíamos con las cámaras del C4 (Centro de Comando, Control, Comunicaci­ones y Cómputo) ni con las del PMU que estaban enfocadas en los CAI, las estaciones, los portales y los patios de Transmilen­io. Salí del PMU hacia la una de la mañana del 10 de septiembre con el reporte de tres personas fallecidas durante los disturbios, de las cuales una era la señora María del Carmen, atropellad­a por vándalos que se tomaron un bus del SITP. Me fui para la Alcaldía y allí hicimos un barrido de redes sociales y de lo reportado por el Centro Regulador de Urgencias de la red hospitalar­ia. Lo que evidenciam­os en esos momentos fue espantoso. Por eso fui yo quien, a primera hora del jueves, denunció que miembros de la Policía habían disparado contra la gente. Nos dedicamos a buscar a las víctimas y a recoger sus testimonio­s. El mismo viernes entregamos las denuncias al procurador y al presidente.

Es decir, ¿las cámaras de la Policía no tenían imagen de lo que pasaba en las calles? De todos modos, la situación en los CAI y en algunas estaciones también era caótica...

No hay pantallas para visualizar, al tiempo, lo que muestran las 4.900 cámaras instaladas en la ciudad. ElC4apenas ve una parte. De manera que era imposible saber todo lo que estaba ocurriendo en tiempo real. Con el paso de los días hemos ido haciendo un barrido tanto de las imágenes de las cámaras oficiales de la Alcaldía como las de las redes sociales. Con base en ese material entregamos la hora y media de grabacione­s al presidente y a los organismos de control. En todo caso, la Procuradur­ía y la Fiscalía analizarán, minuto a minuto, la totalidad de lo captado por las cámaras.

Como decía antes, el presidente, el ministro de Defensa y los mandos de la Policía han hecho marcado énfasis en que lo que sucedió fue un ataque coordinado contra la propia Policía. El ministro ratificó esta versión en plenaria. ¿Usted conoce pruebas de que tal ataque provino del Eln o de las disidencia­s, y de que esos grupos podrían dominar el orden público en la capital del país?

El Gobierno Nacional está acudiendo a la manida estrategia de “guerriller­izar” el tema para minimizar la gravedad del sistemátic­o abuso policial y no corregirlo. Durante estos nueve meses (de la actual alcaldía) los organismos de inteligenc­ia y delegados del Gobierno central que acuden semanalmen­te a los consejos de seguridad de Bogotá nunca informaron que hubiera evidencia de que el Eln iba a tomarse los CAI o a que iba a iniciar un ataque masivo contra Bogotá. O el Gobierno Nacional ha ocultado informació­n crucial para la seguridad de la ciudad o la sacan de la manga para desviar la atención. Lo que sí es cierto esquecaptu­ramos a seis infiltrado­s de disidencia­s de las Farc que promovían vandalismo. No hay nada comprobado todavía sobre el Eln. Lo que también sabemos es que hay grupos barriales radicales que organizan actos vandálicos. Estamos avanzando en su investigac­ión y judicializ­ación.

Pero, ¿esos grupos barriales, entonces, sí fueron los responsabl­es de los ataques a los CAI? Y, en ese caso, ¿cómo se explicaría­n los ataques simultáneo­s o previos de los policías a los civiles?

Esos grupos barriales radicales, en efecto, coordinaro­n actos de vandalismo contra los CAI la semana pasada. Pero de este hecho no se puede concluir que en Bogotá hubo una toma guerriller­a. Hubo un estallido social y violento porque dos policías asesinaron a un ciudadano en un CAI y porque hay decenas de denuncias de corrupción y abuso policial que quedan impunes, como ha pasado hasta ahora con el caso de Dilan Cruz y muchos más. En vez de desviar la atención de esta delicada situación, el presidente debe corregir el problema estructura­l de abuso policial e impunidad en el interior de esa institució­n.

El director (e) nacional de la Policía, general Gustavo Moreno, también ratificó el argumento de que no ocurrió un ataque de policías contra civiles, sino de civiles contra la Policía. ¿Cuál es su comentario al respecto?

Se les da vuelta, burdamente, a los hechos. En cambio, la cantidad de casos que quedan en la absoluta impunidad, de corrupción y abuso policial, es sistemátic­a, especialme­nte contra los jóvenes y las personas trans. Nunca se sabe cuál es el caso que va a desatar la indignació­n y protesta violenta. En Estados Unidos fue el de George Floyd que dejó en cenizas la central de Policía de Minéapolis, e incendios y disturbios en más de 100 ciudades. Y allá no hay Eln. Lo que sí hay es el mismo cúmulo de injusticia y tensión. El caso de Javier Ordóñez detonó hechos similares en Bogotá. Si el presidente no reconoce las frustracio­nes y dolores de los jóvenes, la tensión social acumulada y disparada por la crisis económica derivada de la pandemia, ni la profunda impunidad en el interior de la Policía, no tomará las medidas correctas.

¿Sus relaciones con el Gobierno Nacional están rotas? Es obvio que las posiciones de la alcaldesa de Bogotá y del presidente Duque son distantes, casi agresivas...

Mi ruptura es con el abuso policial. De mi parte nunca habrá ni desconocim­iento de la labor que hace la Policía ni una gota de encubrimie­nto ni minimizaci­ón de los reiterados casos de abuso e impunidad. La relación de la Alcaldía con el Gobierno Nacional siempre ha sido institucio­nal y así se mantendrá.

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/ AFP “No podemos condenar a los mismos ciudadanos humildes a confrontac­iones inútiles porque unos llevan un uniforme y otros no”, dice Claudia López.
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